Antonio Balmón (Barcelona, 1960) es más partidario de la gestión sorda, que incida en la sociedad, que de los grandes discursos. Alcalde de Cornellà, es vicepresidente ejecutivo del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que ha tomado un mayor peso en los últimos meses, con políticas sobre vivienda social y con los acuerdos alcanzados en la llamada mesa de reactivación económica. Balmón recibe a Metrópoli en Cornellà, con un mensaje que contrasta con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Balmón no quiere saber nada de ‘decrecimiento’. No se lo puede permitir.
“La población en el área metropolitana necesita crecimiento”, señala, con la idea de que se necesitan políticas activas que ofrezcan oportunidades a la gente para incrementar el bienestar. Y tiene claro que la Generalitat lleva diez años paralizada, “ausente”, una actitud “que ya la estamos pagando”.
Usted señala a menudo que el AMB trabaja con discreción, pero, ¿con qué objetivos? ¿Qué le debería llegar al ciudadano?
Lo he explicado en muchas ocasiones. Como no haces ruido, parece que no existes. Pero hay valoraciones indirectas sobre el trabajo que se realiza. En el Ayuntamiento de Cornellà se valora con un ocho el transporte público, y el crecimiento en equipamientos y en parques, que son servicios del AMB, se valora con notables. Los propios estudios del AMB presentan resultados similares. Lo que se hace es facilitar la vida de las personas, con servicios de calidad a la comunidad local. Y el trato que se ofrece es homogéneo en todos los municipios. Imaginemos qué pasaría con criterios distintos por cada municipio. Cuando se exige a las instituciones que colaboren, que lleguen a acuerdos, que ofrezcan bienestar, hay que pensar que tenemos una administración, que es la tercera más importante en Cataluña, que ofrece algo ya muy conformado. Y es lo que hemos hecho en los últimos diez años, y en los veinte anteriores. Es una administración que, sin incrementar costes, ha doblado la oferta de movilidad, los servicios sociales o la inversión. No ha incrementado directamente la renta al ciudadano, porque eso se consigue a través de los salarios y de los patrimonios, pero sí se puede acceder a servicios de calidad. Es una forma de tenerlos sin pagarlos a través de tu propia cartera.
¿Lo que se pretende es prestar servicios que sean equivalentes para un ciudadano del centro de Barcelona y de cualquier otro municipio metropolitano?
Esa es la dirección que se sigue, en políticas de vivienda o en eliminación de residuos, por poner dos políticas concretas. Se trata de ofrecer un servicio y no 36, que son los municipios del AMB. Un criterio para mejorar el sistema de distribución de agua, de depuración de las aguas, un criterio para muchos otros servicios locales. Y siempre admitiendo los errores, y las debilidades, porque nadie está ubicado en el lugar perfecto. El objetivo es ir mejorando todas esas políticas.
¿Los nacionalistas, hoy, han entendido lo que es el AMB?
Ha habido muchos protagonistas en el pasado reciente. A mi me tocó coordinar esos protagonismos, con la unanimidad de todas las fuerzas políticas, y antes de ir a las elecciones, lo que tuvo su mérito. Fue Alberto Fernández, del PP; Jordi Portabella, de ERC; Lluís Tejedor, de ICV y Xavier Trias, de CiU, que fue determinante para que su fuerza política se sumara al acuerdo. Se trata de una administración que no se constituyó para ir contra nadie, sino para ser autoexigente y exigente respecto a otras administraciones. Hemos tenido proyectos reconocidos por la UE, y políticas que han sido muy bien valoradas por la ciudadanía. Es cierto que ha habido tensiones, claro, pero hay una gran coincidencia en la dirección del AMB. Su función es que todas las alcaldías se sientan acompañadas, con un asesoramiento de calidad, que sepan cómo enfocar un determinado problema sobre el desarrollo de sus municipios.
ERC es hoy el adversario del PSC en el área metropolitana. ¿Es un incentivo para que ERC sea un gran defensor del AMB, y eso puede contribuir de forma positiva al conjunto de esta administración?
Se trata de dos realidades que no son opuestas. Las urnas dirimirán a los responsables de los municipios. Otra cosa será el AMB, que debe hacer una buena síntesis de los resultados electorales, y reabrir las carpetas que se queden a medio camino. Pero está claro, también, que todas las formaciones políticas queremos mejorar nuestros resultados. Pero habrá que buscarlo desde el respeto, desde el reconocimiento de lo que representamos cada uno.
¿La paradoja no es que Barcelona es el gran motor del AMB, pero se distancia y parece que sigue un rumbo distinto, en servicios, por ejemplo, como el Bicing?
No lo veo así. Somos 36 municipios distintos. Y Barcelona se anticipó al sistema de gestión del Bicing. Ya lo hizo con Jordi Hereu como alcalde, no con Ada Colau. El régimen jurídico y económico nos liga. Y Barcelona acometió una licitación, una concesión y un contrato antes que el resto de municipios. Ahora el AMB impulsa ese servicio, común para los municipios que pueden desarrollarlo. Y lo que haremos es hacer coincidir en el tiempo, cuando Barcelona acabe el contrato que tiene vigente, ese servicio. Pero antes no se podía hacer. Barcelona tiene mucha personalidad, siempre la ha tenido. Y a veces se pierde, es cierto. Pero creo que quiere recorrer los mismos trayectos. No veo una dualidad. Es verdad que tiene un peso mediático que no tiene el resto. Pero lo que sí identifico es la ausencia del que nos tiene que planificar, que no es otro que la Generalitat. El planificador debe actuar.
¿Ausencia, no está el Govern de la Generalitat ‘en las cosas’?
Ausencia en algunas cosas, en otras no. No seré crítico. Reitero la apuesta por la discreción. No todo es blanco o negro. No me gusta culpar. Hay cosas que avanzan y otras no. Pero es evidente que ha habido una ausencia de diez años, en los que la Generalitat nos podía haber acompañado ante el Gobierno del Estado. Puedes estar en eso, en la gestión, y con la otra mano puedes defender lo que quieras. Pero es que ha tenido las dos manos concentradas en algo que no era gestionar, ni en el corto plazo, ni en el medio ni en el largo plazo, y eso lo estamos pagando.
Se dice que el AMB no es un contrapoder a la Generalitat, aunque se vio así en el pasado. Pero, ¿no es inevitable ese choque, cuando se trata de servicios que atañen al 55% de la población de Cataluña, los que viven en el área metropolitana?
En su momento se habló de la bandera y del himno de la Corporación Metropolitana, con Pasqual Maragall. Pero eso eran comentarios que no iban más allá. No era el problema. Lo que pasó fue que Jordi Pujol sabía que la alternativa era Maragall y no quiso facilitarle ningún espacio. Y se equivocó, porque al ir contra una persona, se cargó el desarrollo potencial de un territorio.
Insisto en que ese choque será inevitable.
No lo veo. Creo que estamos ante una oportunidad. El AMB gestiona competencias locales. No puede salirse de ese marco. Es un territorio con 36 municipios, que se ha ayudado con economías de escala. Una realidad que agrupa al 55% de la población, y que se presenta como un único interlocutor, no con 36. Para la Generalitat es una oportunidad, porque, en caso contrario, debería negociar con cada municipio, uno a uno. Y lo que hay que hacer es preservar el papel institucional, y progresar, a través del acuerdo, del diálogo y del consenso. Lo otro lleva a la parálisis. Yo mismo, puedo tener pataletas, pero no sirven para nada. Ni tan siquiera para alimentar los egos, que si se tiene experiencia tampoco sirve para nada.
Diez años de ausencia, los del proceso independentista. ¿Eso se ha acabado? ¿Se ha aterrizado a la realidad?
Hay que decir que yo tuve un interlocutor, Josep Rull, con el que el AMB pudo hacer cosas, propuestas que se cumplieron. Y estamos en las antípodas de lo que entendemos que debe ser el futuro de Cataluña. Pero se puede avanzar, sí, se puede.
¿Con los interlocutores que hay ahora en el Govern?
Los que hay están preocupados en observarse entre ellos, y en encontrar enemigos externos. No recuerdan que deben dirigirnos a todos nosotros.
¿El AMB reclama una sola voz?
Yo no reclamo. Ya tenemos esa voz. Hemos coincidido en el tema del Consorcio del Besòs, donde yo dije que no podíamos perder el tiempo. La respuesta de la Generalitat ha sido que sí, que quiere estar. Y yo me lo creo. En temas de movilidad hay que preparar las condiciones para las próximas décadas. En cuestiones de reactivación económica, ya no lo veo tan claro. Nosotros, con la mesa de reactivación, hemos sido más ágiles, con acuerdos. Y ahí entra mi preocupación por Seat.
¿Cómo se debe abordar el futuro de Seat?
Debemos estar ahí, muy atentos. Me gusta situarme en escenarios incómodos. Si después no pasa lo que se puede intuir, perfecto, pero la obligación es estar, cuando, además, ya hay alertas. Hay que afrontar todas las realidades. Y prepararse.
¿Qué se debe hacer?
Estamos ante una transición difícil. No hemos abandonado lo viejo y llega algo nuevo que no detectamos. Estamos ante una gran fragmentación. De unas pocas ingenierías hemos pasado a muchas decenas. Hay un cambio en el conocimiento, en la educación, en la traslación de realidades económicas. En la FP y en la formación dual falta más preparación. No pasa todo por la universidad. Hay que saber captar todas las nuevas realidades y no hacer solo discursos. En el AMB se está para gestionar. Y puede ayudar y canalizar y mentalizar.
¿Debe generarse la figura de un alcalde metropolitano?
Yo no imagino que alguien se imponga sobre un alcalde. Pero sí imagino lo que ya tenemos ahora, para ver cómo avanzamos, que es nuestra intención. No entiendo que se entre en esos jardines.
Entonces, ¿se considera que la gobernanza metropolitana está bien resuelta, que, institucionalmente, no se debería modificar?
Todo se puede perfeccionar, pero el sistema de toma de decisiones es institucional, más que partidista. Yo hablo como alcaldable de cosas que sé que gestionará una institución supramunicipal. Y que también está la Diputación. Lo que podemos hacer es ampliar los contenidos de esas instituciones.
Debate sobre los contenidos, pero no sobre la gobernanza.
Creo que la gobernanza está resuelta.
¿Barcelona puede actuar como el gran motor más allá, incluso, del área metropolitana, pero sacrificando a parte de sus habitantes que deberán mirar hacia la primera o la segunda corona metropolitana para vivir?
No lo sé, pero hay una realidad, una región metropolitana que es, verdaderamente, el motor económico. Lo que hay que hacer es potenciar las realidades. Y es cierto que en Barcelona se concentra la cirereta. Lo que sucede es que estamos frente a un cambio muy profundo. No sabemos cómo cuajará, por ejemplo, la distribución comercial, qué pasará con los centros productivos y qué podemos ‘localizar’ en el proceso que se ha puesto en marcha. Pero sí podemos tener preparado un buen tejido físico y humano. No vamos a ir a menos. Pero debemos estar preparados para que ese tejido humano tenga oportunidades. Porque los que lo estén, se irán a otros territorios si lo ven necesario. Y si no los puedes retener, es que en algo has fallado.
¿La alcaldesa Colau mira solo por esos barceloneses del centro de la ciudad, sin pensar en su responsabilidad metropolitana, los que entran y salen cada día?
Creo que eso no es criticable. Habrá otras cosas. Hay cosas de orden interno en las que no opinaré. Pero sí se debe decir que nos anticipamos a la Zona de Bajas Emisiones, cuando quién debería haberlo hecho es la Generalitat, desde Mataró a Vilanova, por abarcar un determinado espacio. Una actuación gradual, pero con las cosas claras. En cambio, nos obligó a todos a buscarnos la vida. Ahora hay una ley estatal y un reglamento que se debe desarrollar. Pero si no puedo entrar con mi coche, no es culpa de Colau. Lo siento. Hay una sentencia, y hay cosas que no comparto, pero, afortunadamente, hay un poder jurídico. Habrá sentencias favorables y otras que no. Pero hay que asumirlo. No existe la verdad de nadie. Ahora, hubiera sido interesante que la Generalitat se hubiera puesto en marcha, porque las indicaciones de la Unión Europea hace diez años que se conocen.
¿Qué queda de la discusión sobre la empresa mixta de gestión del agua metropolitana, que la alcaldesa Ada Colau ha discutido durante años?
Hay discrepancias sobre modelos. Yo no compartía lo que defendía Colau, pero estaba dispuesto a auditar el servicio, porque creo en la colaboración público-privada. El tiempo nos ha dado la razón. Si dices a los ciudadanos que quieres gestionar ese servicio desde lo público, deben saber que ese servicio tendría un coste menor para ellos con la participación de la iniciativa privada, como se ha visto en otros lugares. Creo que han acabado entendiendo que eso es así, y donde no llega el sector público, debe poder contar con el sector privado, como se ha visto con las viviendas de alquiler social. El tiempo es un buen escultor para entender nuestros límites, pero prefiero no mirar atrás.
¿Cómo se debe abordar la ampliación del aeropuerto de El Prat?
No se debe contraponer a nada. Debe ser una propuesta en positivo. En 20 años debemos saber dónde nos querremos ver. Y lo que creo es que no desaparecen algunas cosas o algunos fenómenos. Recuerdo la peatonalización del Portal de l’Àngel. Se habló de una Barcelona destrozada, y se generó más crecimiento. Lo que quiero decir es que no se pueden abordar debates desde las emociones. En los próximos 20 o 25 años no habrá menos comercio, habrá más. Los movimientos internacionales aumentarán. Habrá más crecimiento y bienestar. Y tienes que entrar en el ámbito competitivo y hay que situar ahí esa cuestión. En la vida todos pagamos peajes, y hay que valorar qué dejas de ganar con algunas decisiones.
¿La ampliación del aeropuerto es para atraer inversiones o aumentar el turismo?
Debe servir para la creación de actividad económica, y para el propio funcionamiento del aeropuerto. Hay aeropuertos europeos que están encantados porque podrán seguir siendo polos competitivos. Y lo que digo y me parece claro es que la población del área metropolitana necesita crecimiento y yo quiero ayudar a todas esas personas, porque, en caso contrario, asistiremos a una despoblación de ese territorio. Más actividad económica, no menos, es lo que se necesita.
La ejecución de los presupuestos de las infraestructuras, por parte del Estado, vuelve a ser un problema para el Govern de la Generalitat. ¿Hay una baja ejecución, o es un nuevo argumento del nacionalismo?
Hay que darle valor a lo que se está tramitando, después de muchos años, como el soterramiento de Sant Feliu, por ejemplo, o las obras en L’Hospitalet o en Montcada. Cuando se hacen obras, éstas afectan a la circulación. Se debe aprovechar el plan de inversiones en la mejora de la red ferroviaria. Si hace 15 años se hubieran planteado esas inversiones, ahora estaríamos en otra situación. Pero el Govern y los partidos nacionalistas no señalan lo que no se dice en el documento contable: qué queda pendiente de licitación, o qué está parado porque no hay acuerdo. No comparto ese victimismo. Que busquen otras banderas y otras excusas.
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