Juan e Iris están desesperados. A la pareja, padres de cuatro hijas menores de edad, de 14, ocho, cinco y dos años y medio, no les espera nada más que, in extremis, el techo y las paredes de su coche para dormir en él. La familia, originaria de vía Trajana, vivió varios años en Andalucía, donde regentaban un bar. Sin embargo, la pandemia y un "boicot" vecinal, tal y como señala Iris a Metrópoli, los obligó a cerrar el negocio.
Su primera opción fue mudarse a Granada capital con el fin de empezar una nueva vida, pero la tía de Iris los convenció para que se trasladaran con ella y su pareja a Granollers. La odisea comienza en este municipio y continúa por Badalona hasta llegar finalmente a Sant Adrià de Besòs, punto muerto del drama familiar: "Nos quedamos en la calle", explican, atormentados, el matrimonio a este digital. "No queremos nada gratis, solo que nos den una solución temporal".
RUBITE, GRANADA
La familia vivió en Rubite, un pueblo de Granada, durante cinco años. Los últimos ocho meses tuvieron la oportunidad de regentar un bar municipal. Hasta entonces Iris trabajaba eventualmente como limpiadora en el Ayuntamiento del pueblo. "El negocio iba bien, pero las únicas niñas del pueblo eran las mías", explica la mujer, que se quedó embarazada de su cuarta hija en Rubite. "Aquí empecé a ver que no todo era tan idílico. Con la pandemia, el médico solo venía una vez a la semana y la farmacia del pueblo cerró".
Por si fuera poco, el matrimonio tenía que enfrentarse continuamente a la actitud "pasota" del propio alcalde y de algunos de sus vecinos. "No respetaban las normas", denuncia Iris, que recuerda que la gente fumaba dentro del local sin ningún tipo de pudor. "Nos metían a los perros, que se meaban y cagaban dentro".
"DIJERON QUE NOS HACÍAMOS RICOS A COSTA DEL PUEBLO"
Cuando el matrimonio empezó a ponerse firme respecto a las normas del bar empezaron los problemas. "La gente dejó de venir", cuenta Iris, que asegura que el punto de inflexión fue un evento con Dj que se celebró en el local. "Acudieron los regidores del alcalde y una de ellas dijo que nos hacíamos ricos a costa del pueblo".
La pareja admite que el bar les daba muchos ingresos: "No pagábamos luz ni agua, pero el género sí. Había gastos". Los beneficios les permitieron, incluso, viajar a Barcelona de vacaciones un verano.
MUDANZA A BARCELONA
A raíz del desagradable episodio, Juan e Iris cerraron el bar en 2021 y decidieron salir de Rubite. "Teníamos pensado irnos a Granada capital, a unos 40 minutos en coche, pero mi tía nos convenció para que fuésemos a Barcelona", recuerda, entre risas, Iris, ya que sus familiares se presentaron el día de Reyes con la furgoneta para facilitarles el traslado.
Se asentaron con esta familiar en Granollers con la tranquilidad de que Juan había encontrado un trabajo estable. Sin embargo, los problemas sentimentales de la tía de Iris obligó a la numerosa familia a marchar también de Granollers. ¿Adónde? A la calle Cáceres de Badalona.
UNA HABITACIÓN CON CUCARACHAS
Esta vez fueron los padres y el hermano de Juan quienes les acogieron. "Vivíamos los seis en una habitación". Pese al reducido espacio, todo parecía ir bien, incluso inscribieron a las niñas en un colegio concertado, pero el cambio de trabajo de Juan, de una ETT a otra les hizo apretarse el cinturón. "No llegábamos a final de mes".
Además de la falta de dinero, las condiciones de la habitación eran deplorables: "Había cucarachas", explica Iris, que justifica así que la familia volviese a mudarse de nuevo con su tía.
FIANZAS Y CONTRATOS INDEFINIDOS DE UN AÑO
¿Por qué no alquilaron un piso antes? Iris lo resume: "Si es a través de una inmobiliaria, te piden mínimo 2.500 euros de fianza y un contrato indefinido de un año de antigüedad. También dos nóminas o un aval. El más barato son 700 euros. Es que no podemos permitírnoslo". Ella continúa haciendo limpiezas, de manera temporal. Pero su prioridad son sus hijas y alguien tiene que estar con ellas si Juan trabaja. Alquilar una habitación tampoco es tarea fácil, ya que son seis familiares y una mascota.
El no disponer de una vivienda permanente les imposiblita, a su vez, empadronarse en Sant Adrià, que es donde esta familia ha terminado asentándose de manera temporal. "Estamos en casa de unos amigos que se han ido de vacaciones, pero ahora que vuelven tenemos que dejarlo". Desesperada, Iris se plantea vivir en el coche. "Es lo único que tenemos".
NINGUNA AYUDA
Iris asegura que, en Granollers, los servicios sociales les negaron cualquier tipo de ayuda. En Sant Adrià, el Pla de Besòs tampoco les ofreció soporte en la cuestión del empadronamiento. Metrópoli ha podido confirmar que la familia se puso en contacto con todos los regidores del municipio, pero solamente dos les dieron respuesta, aunque en vano. El Ayuntamiento derivó su caso a los servicios sociales del municipio, que tampoco podían hacer nada sin un padrón, tal y como han confirmado fuentes municipales a este medio. "En los albergues tampoco nos acogen porque dicen que tenemos ingresos". Un callejón sin salida.
Las niñas afrontan así una inminente vuelta al cole sin saber si podrán asistir a las clases y los padres solicitan una vivienda digna. "No queremos nada gratis", reiteran.