Vivir en una pesadilla constante. "La bulimia nos ha cambiado la vida a toda la familia. Solo cuando la vives en primera persona te das cuenta de lo lejos que puede llegar", explica Astrid –nombre ficticio–, madre de una joven de Barcelona que sufre este Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) desde hace cinco años, a Metrópoli. "Es un problema que consume. No solo a ella, sino a todos los que la rodeamos", cuenta. "La ha cambiado por completo, está destrozada físicamente y mentalmente", añade. 

La madre cuenta con indignación que, a pesar de la gravedad de la enfermedad, "parece que la bulimia no tiene cabida en la sanidad pública". En su caso, no cuentan con los ingresos suficientes para ingresar a su hija en los hospitales privados que tratan este tipo de enfermedades. "Dependemos por completo de la sanidad pública y nos cierran las puertas", cuenta. 

Según Astrid, en la única unidad especializada en TCA para mayores de edad de la sanidad pública –ubicada en el Hospital de Sant Pau–, "hay más de cuatro meses de espera para una visita". Coincide con ella Núria, madre de otra joven de 19 años que también sufre bulimia. En su caso, han acudido a urgencias en repetidas ocasiones por la "gravedad" de la enfermedad y, en todos los casos, "no se han realizado pruebas médicas completas". "Cada vez que hemos acudido en una situación crítica nos han recetado ansiolíticos", explica. "Eso sirve para dejar a mi hija atontada durante todo el día, pero no soluciona nada. Nadie se para a ver que se está destruyendo el organismo. Se está matando", denuncia. 

Una paciente con un atracón en una imagen de archivo / ISTOCK

EMPEORA EN NAVIDAD 

Los familiares de las pacientes –la gran mayoría son mujeres– coinciden en que diciembre y enero son, en muchas ocasiones, "los peores meses para convivir con la enfermedad". Es por ello que ahora, tras las Navidades, son muchos los que han "unido fuerzas" para denunciar una "situación insostenible". 

El motivo por el que el diagnóstico empeora en estas fechas es la "presión social" a la que se enfrentan las enfermas en las reuniones y comidas entre familiares o amigos. Núria cuenta que su hija María –nombre ficticio– ha estado "peor que nunca" estas últimas semanas. "Veo que todo empeora y en el centro de Sant Pau no tenemos plaza para ser atendidas hasta marzo", reclama. "Hemos llegado a un punto en el que no me queda otra que conseguir ingresos como pueda para recurrir a las opciones privadas", añade.

"DEJARLO TODO" 

El caso de Núria es complicado porque, a raíz de la enfermedad de su hija, tuvo que dejar de trabajar para hacerse cargo de ella y, al mismo tiempo, "por graves episodios de ansiedad". De hecho, ella también tiene que acudir de forma periódica a psicólogos y psiquiatras "para sostener la situación". "Llevo dos años sin trabajar y la ayuda que recibo es insuficiente para pagar un centro privado", explica Núria. 

Algunos de los centros privados que tratan los TCA en Barcelona son ITA, Eatica o Desconecta, y los precios parten –únicamente con hospitalización de día– de los 1.400 euros. En estos centros, las tarifas pueden ascender hasta los 7.000 euros mensuales. "En situaciones de desesperación las familias hacemos cualquier cosa por encontrar una solución", opina Antonia, madre de una joven que lleva más de 10 años afectada por un TCA. "En muchas ocasiones nos sentimos vulnerables porque da la sensación de que se están aprovechando de nosotros para lucrarse", añade. 

Hospital de la Santa Creu y Sant Pau (IIB Sant Pau) en una imagen de archivo / EUROPA PRESS

40 PLAZAS 

El Sant Pau cuenta con un edificio especializado en la atención de TCA, que está apartado del resto de instalaciones. En dicho centro, tan solo tienen 40 plazas para la hospitalización de 24 horas –algunas de las cuales se encuentran en la planta de psiquiatría general– y 20 plazas destinadas al hospital de día.  "Los casos de anorexia y bulimia no paran de crecer y los recursos para tratarlos no aumentan", considera Saray, otra de las madres en lista de espera para conseguir que atiendan a su hija. 

"El verdadero problema es que la lista de espera no es para ingresar, es tan solo para realizar una primera visita", cuenta Núria. "Cuesta mucho conseguir una plaza en la lista y puede ser que después consideren que la paciente puede seguir un tratamiento en casa", añade. 

En otros centros públicos del Área Metropolitana, como el Hospital de Bellvitge, hay cuatro plazas de ingreso y 12 para el hospital de día. En el Hospital Germans Trias i Pujol (Can Ruti)  de Badalona, tan solo pueden hospitalizar 24 horas a dos pacientes y atender a otras 12 en el hospital de día. Estas cifras son muy insuficientes ante una tendencia "al alza" en estas patologías desde el estallido de la pandemia, tal y como asegura Eduard Serrano, coordinador de TCA del Hospital de Sant Joan de Déu (donde se atienden los casos de menores de edad). 

ATENCIÓN DE MENORES 

En el caso de la atención a menores de edad el funcionamiento del sistema es "muy distinto". Serrano asegura a este digital que en el Sant Joan de Déu "no hay lista de espera para atender a los casos graves". Según el coordinador, en los centros de salud mental infanto-juveniles sí que hay saturación a causa del auge de casos. Allí es donde se comienza el tratamiento por vía ambulatoria –igual que en los casos de mayores de edad– y, cuando es preciso, se deriva el tratamiento al Sant Joan de Déu –la unidad de referencia– o al Clínic, que también tiene una unidad para niños y adolescentes con TCA –integrada en la unidad de psiquiatría general–.

En el Sant Joan de Déu tienen 10 camas destinadas únicamente a TCA, cinco plazas en pediatría, cinco en psiquiatría infantil y 25 plazas para la hospitalización parcial –hospital de día–. Además, tienen un servicio de urgencias 24 horas para cualquier consulta relacionada con estas patologías.  No obstante, la queja más generalizada entre las familias afectadas es que la atención en los hospitales públicos "da un giro absoluto" a partir de los 18 años.

Exterior del Hospital Sant Joan de Déu / ARCHIVO

DIAGNÓSTICO

Una de los principales motivos de las quejas de las familias que necesitan atención "urgente" para sus hijas adultas es el diagnóstico que se sigue en el centro. "Solo se utiliza el criterio del peso", cuenta. "Esto deja fuera, en muchas ocasiones, a muchas enfermas de bulimia porque se considera que no están lo suficientemente graves por un simple número", dice Núria. 

"He llegado a ir a urgencias con mi hija llena de heridas en la cara y llagas en la garganta después de 20 días sin parar de forzarse el vómito y en el hospital tan solo la han pesado", asegura. "¿Cómo puede ser que una enfermedad que causa tanto daño físico no se controle?", dice. En la misma línea, la mujer explica que su hija ha llegado a "fingir haberse intentado suicidar" para forzar el ingreso. "Ver todo este proceso es vivir con miedo constante. Mi hija normalmente está fuera de sí, pero cuando se da cuenta de su situación realmente quiere ser tratada y no puede hasta que tengamos los recursos para recurrir a los centros privados", añade. 

FALTA DE MÉDICOS

Más allá de las plazas y el proceso de atención, los familiares denuncian la falta de médicos. En el centro, que es referencia en todo el Barcelonès, trabajan una psiquiatra y un psicólogo a jornada completa y otra psiquiatra tan solo a media jornada. 

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