Un hombre yace tumbado encima de una fina colchoneta. Se refugia en la parte exterior de lo que antiguamente eran las casetas de los pescadores, donde los marineros guardaban sus herramientas y accesorios, tras unas puertas de color azul que hoy lucen totalmente desgastadas. Por encima de la cabeza del acampado, el símbolo quemado de una cruz parece bendecirlo. Lo cierto es que lo rodea una especie de protección: el sintecho lleva formando parte del paisaje de la playa del Litoral de Sant Adrià de Besòs desde hace años. Siempre en silencio, sus ojos han sido testigos de todo tipo de situaciones. Incluso sobrevivió al temporal Gloria que en 2020 se cobró la vida de otro indigente en el pequeño municipio. Su zona de confort sigue intacta, pero unos metros más adelante, la playa presenta un aspecto totalmente abandonado.
Enormes montículos de arena salpican la línea de la costa tras una larga verja con carteles que advierten de las obras que se están llevando a cabo en el espacio. Obras de descontaminación para intentar sobreponerse a la herencia industrial que la zona padece y que ha hecho que se gane el sobrenombre con el que la gente de fuera del municipio bromea: Chernóbil.
BAÑISTAS DESPREOCUPADOS
Antes del anochecer, el paseo después de cruzar las vías del tren de Sant Adrià se presenta tranquilo. Unos cuantos niños corretean antes de empezar sus cursillos de natación a la salida del Poliesportiu Municipal Marina Besòs, todavía en funcionamiento. Por detrás, unos pocos petanqueros matan el tiempo. Pero los ríos de bañistas o incluso deportistas que copaban la zona hace unos años en pleno verano han desaparecido.
Ya en el paseo, el panorama es desolador. La instalación de la valla --que en teoría debe prohibir el paso-- no es ningún impedimento para las decenas de personas que han pasado por alto cualquier advertencia y han decidido instalarse en la orilla para darse un baño. Además, la presencia de vigilantes es nula. A pesar de las claras indicaciones y del riesgo para la salud que pisar el terreno conlleva --por la presencia de metales pesados y plomo--, una parte de la ciudadanía hace caso omiso y viaja al pasado, cuando el desconocimiento permitía al vecindario acudir tranquilamente a la zona.
CHATARRA Y BASURA
El hastío de los adrianenses se nota y es que una gran mayoría creyó las palabras de la alcaldesa Filo Cañete cuando en marzo aseguró que la playa estaría transitable a mediados de julio. Los tiempos no se correspondieron y el consistorio explicó a este medio que la Agència Catalana de Residus (ACR) debería realizar unas últimas analíticas de la arena antes de su apertura. ¿Traducción? La espera se alargará hasta, como mínimo, finales de agosto.
Una impaciencia que provoca la desidia de los visitantes ocasionales y de los habituales. Estos últimos han encontrado en la abandonada zona una especie de hogar. Sin embargo, los hay que no pasan desapercibidos: dos jóvenes sin camiseta conversan a gritos en otra parte del paseo. Uno de ellos tiene vendado el brazo y se revuelve, incómodo, en un jergón. Lo rodean un cúmulo de objetos personales: un carro lleno de chatarra, ropa esparcida por el suelo y basura. Ambos interpelan a todo el que pasa, especialmente si es mujer. Como ellos, varios individuos rondan la calle en busca de cualquier valioso elemento perdido o de algún turista desorientado.
ZONA DE PASO
Los niños que verano tras verano se reencontraban con sus amigos en la playa ya no están. Tampoco acuden los casals típicos ni las familias que bajaban andando desde cualquier barrio de Sant Adrià, cargadas con sombrillas y neveras portátiles. Hace años hubo un chiringuito que no pareció cuajar. Hasta se vendían helados. Ahora, los únicos transeúntes que se dejan caer lo hacen "de paso": cruzan Chernóbil para dirigirse a Badalona, donde el paseo marítimo comienza a cambiar su imagen y a adecentarse a partir del puerto.
Por el camino, algunos pescadores con cañas y cebo se asientan en las rocas salientes. La reducida presencia humana en comparación con otras épocas fomenta la presencia de peces y criaturas marinas, por lo que el negocio sale redondo.
LAS CHIMENEAS
Las Tres Chimeneas dominan la escena y contemplan el abandono de su alrededor, siempre impasibles. Cuesta imaginar el futuro proyectado para la zona: un enorme hub audiovisual con la instalación de Catalunya Media City, un proyecto que espera posicionar Catalunya en el mapa de Europa. A sus pies se esperan miles de pisos y, por lo tanto, un nuevo barrio que ha levantado ampollas en un castigado Sant Joan Baptista, donde los vecinos demandan soluciones a los problemas de incivismo e inseguridad.