La IA señala cuál es el peor pueblo para vivir cerca de Barcelona: tráfico, mala conexión y falta de servicios

En los últimos años, muchos barceloneses han optado por dejar atrás el ritmo frenético de la ciudad y mudarse a municipios del área metropolitana en busca de más espacio, tranquilidad y contacto con la naturaleza.

Sin embargo, no todas las localidades ofrecen la calidad de vida que aparentan. Según un reciente análisis elaborado con inteligencia artificial, Vallirana ha sido señalado como “el peor pueblo para vivir cerca de Barcelona”, debido a problemas estructurales que combinan tráfico crónico, aislamiento en transporte público, urbanismo desorganizado y carencias en servicios básicos.

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La valoración, realizada por el sistema ChatGPT, ha generado un intenso debate entre vecinos y autoridades locales. Desde el Ayuntamiento de Vallirana, no obstante, rechazan esta descripción y defienden el esfuerzo que el municipio ha realizado en los últimos años para mejorar su entorno urbano y la calidad de vida de sus habitantes.

Acceso túnel de Vallirana Ministerio de Transportes

Tráfico crónico en la N-340

Uno de los principales puntos señalados por la inteligencia artificial es el colapso de la N-340, la carretera que atraviesa Vallirana y que durante décadas ha sido un auténtico cuello de botella para los conductores.

Los atascos diarios, especialmente en horas punta, forman parte de la rutina de los residentes y de los miles de vehículos que cruzan el municipio cada día.

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El túnel de Vallirana, inaugurado en 2019 con la intención de aliviar la congestión, ha supuesto una mejora parcial, pero el tráfico sigue siendo intenso y los tiempos de desplazamiento continúan siendo elevados.

Para muchos vecinos, esta situación no solo afecta a la movilidad, sino también al bienestar y la economía local. Los retrasos constantes dificultan los desplazamientos laborales y el acceso a servicios básicos fuera del municipio. 

Vista panorámica del municipio de Vallirana

Aislamiento en transporte público

A pesar de su proximidad a la capital catalana, Vallirana carece de estación de tren, lo que limita enormemente las opciones de movilidad sostenible. Las líneas de autobús que conectan con Barcelona o con otras poblaciones del Baix Llobregat resultan escasas y poco frecuentes, obligando a la mayoría de los residentes a depender del coche privado.

Esta falta de transporte público no solo incrementa la congestión, sino que acentúa la sensación de aislamiento de la localidad respecto a la red metropolitana.

Urbanismo desorganizado y dispersión residencial

El auge urbanístico de las décadas de 1980 y 1990 dejó una huella profunda en Vallirana. Numerosas urbanizaciones surgieron sin una planificación coherente, dando lugar a calles estrechas, viviendas dispersas, pendientes pronunciadas y zonas con infraestructuras incompletas.

Esta configuración complica el acceso a servicios básicos, especialmente para las personas mayores o aquellas sin vehículo. En algunos barrios, la falta de aceras, alumbrado o transporte interno sigue siendo un problema cotidiano.

Un bus en una imagen de archivo Aj Molins de Rei

Servicios públicos insuficientes

El crecimiento poblacional de los últimos años no se ha visto acompañado por una ampliación equivalente en los servicios públicos. Vallirana cuenta con un único Centro de Atención Primaria (CAP), que a menudo se ve saturado ante la alta demanda.

Sin embargo, el Ayuntamiento asegura que en los últimos años se han reforzado los equipamientos educativos, deportivos y sanitarios, y que existen proyectos en marcha para mejorar la conectividad interna y el acceso a los servicios.

Naturaleza

A pesar de las críticas, Vallirana conserva numerosos atractivos. Situado al pie del macizo del Ordal, el municipio ofrece un entorno natural privilegiado con rutas de montaña, zonas boscosas y una calidad del aire superior a la de la gran ciudad.

Además, cuenta con una amplia red de entidades culturales, deportivas y sociales, que fomentan un tejido comunitario activo y participativo.

Vallirana representa un caso paradigmático de los retos que afrontan muchos municipios del cinturón metropolitano: equilibrar el crecimiento urbano con mejorar la movilidad y garantizar servicios públicos adecuados.