El barrio de Horta transmite tranquilidad, sosiego y paciencia. En él se intercalan las casas modernistas de finales del siglo XIX con promociones nuevas levantadas al calor del último boom inmobiliario. Horta todavía conserva su esencia de pueblo de veraneo. En agosto es cuando se aprecia esa sensación de memoria estival. Las acciones más cotidianas de sus gentes, libremente despojadas del frenesí que les envuelve el resto del año, convierten a este lugar en un sensato espacio para el descanso.

La calma que caracteriza a Horta se ha roto en una de sus esquinas. Se trata de la confluencia de la calle Salses con Sant Gaudenci, donde una finca okupada por unos narcotraficantes mantiene al barrio en vilo. La ocupación del inmueble se produjo en mayo, y desde entonces no han dejado dejado de producirse incidentes en la zona. El último: una reyerta a cuchillazos el pasado martes por la noche en la calle Sant Gaudenci. Una vecina grabó la escena y posteriormente fue difundida en Twitter por Giovanna Valls, la hermana del concejal de Barcelona y exprimer ministro francés Manuel Valls.

REACCIÓN DEL GOBIERNO MUNICIPAL

Las imágenes rápidamente trascendieron a los medios de comunicación e hicieron reaccionar al gobierno municipal. Desde ese día se ha reforzado la presencia policial tanto de Mossos d’Esquadra como de Guardia Urbana. La concejal del distrito de Horta-Guinardó, Rosa Alarcón, acudió al lugar para calmar los ánimos entre el vecindario.

Las consecuencias no se han hecho esperar. Los okupas llevan atrincherados en la finca desde el miércoles, de donde apenas salen y, cuando lo hacen, tratan de salir con sigilo. Las persianas permanecen medio cerradas, y únicamente se percibe actividad si uno se acerca al inmueble, donde se pueden escuchar las voces de sus inquilinos.

Horta

Una imagen de la conflictiva finca donde viven los narcotraficantes / MA

TRANQUILIDAD DESDE EL MARTES

Según explican los vecinos a Metrópoli Abierta, llevan varias noches tranquilas desde el alboroto del martes. “Se ha acabado el ir y venir de gente a la casa durante las noches, pero igualmente no me siento tranquila. Sé que en cualquier momento la situación se puede torcer, porque en cuanto pase el boom mediático esta gente volverá a las andadas”, explica una vecina, que prefiere mantener el anonimato. “Se dedican a robar y a vender droga, no creo que puedan estar mucho tiempo sin armar otro jaleo”, añade.

Giovanna, la hermana de Manuel Valls, detalla a este medio la convivencia durante los últimos meses con los okupas. Según ella, desde que se instalaron en mayo, los locales situados en esta finca sirven como punto de venta de droga y trapicheo. También, según ella, actúa como pequeño prostíbulo por las noches. “Los Mossos saben que son mala gente, conocen lo que está pasando desde hace tiempo, pero no pueden hacer nada hasta que no llegue la sentencia de un juez para desalojarlos”, relata.

RESENTIMIENTO CONTRA EL PROPIETARIO

Entre los vecinos también hay un cierto resquemor con el propietario de la finca, al que culpan por no haber tapiado el inmueble. Además, lamentan que haya tardado demasiado en denunciar la ocupación, lo que demorará la orden de desahucio por parte del juez. 

“En esta calle antes había un colmado, una peluquería y un bar, pero todos ellos cerraron. El dueño se desentendió de sus propiedades, que no tardaron en ser ocupadas por este grupo de narcos”, explica un vecino. Giovanna confirma esta versión, y añade que la farmacia que colinda con la finca tuvo que cerrar en junio por “miedo” a los okupas. Sin embargo, antes de cerrar definitivamente tapió el local para que no entraran ahí. Algo que no hizo el propietario de la conflictiva finca, que “no vive en la zona, y que se ha despreocupado por completo”. Ella asegura que llamó a la policía los primeros días que se ocupó el inmueble, pero ya no los podían desalojar.

Una imagen de la farmacia cerrada junto a los locales ocupados

Una imagen de la farmacia cerrada junto a los locales ocupados / MA

CONVIVENCIA CONFLICTIVA

En las primeras semanas comprobaron que la convivencia con los narcos iba a convertirse en un infierno. “Se meaban y hacían sus necesidades en la calle, empezaron a aparecer coches con los cristales rotos, acosaban a las menores de un colegio cercano…”, enumera Giovanna, entre otras problemáticas.

Todo ello le condujo a iniciar una recogida de firmas en junio en la plataforma Change.org para solicitar su expulsión de la finca. “No sé estoy segura si todo esto sirve para algo, pero al menos hemos aumentado la presión contra ellos”, afirma. “Solo espero que no tengamos que esperar a que haya un muerto para que los echen de aquí”, sentencia Giovanna, que ha declarado la guerra a lo que define como “la esquina podrida de Horta”.

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