Ricardo Andrés Martínez es arquitecto, funcionario de la administración pública y un claro ejemplo de la nefasta gestión del gobierno de Ada Colau en la crisis por el hundimiento de 144 nichos, el pasado 15 de septiembre, en el cementerio de Montjuïc. La madre de Andrés murió en 2015 y fue enterrada en la misma calle del camposanto en la que se produjo el derrumbe. Por suerte, la sepultura de su madre no resultó afectada, pero él no lo supo hasta más de dos semanas después, cuando se presentó en el cementerio. Nadie se lo supo decir pese a las distintas gestiones que realizó.

Nada más producirse el siniestro, que afectó a más de 358 cadáveres, Andrés llamó a Cementiris de Barcelona y habló con una telefonista. "El servicio lo tienen centralizado en Sancho de Ávila, pero quien me atendió tenía muy poca información. Sólo me supo decir que el hundimiento fue en la calle de Sant Antoni Abad del cementerio, la misma calle donde estaba enterrada mi madre", relata a Metrópoli Abierta. El arquitecto pidió un teléfono directo del cementerio de Montjuïc para obtener más información, pero no hubo manera.

CADÁVERES MEZCLADOS

Andrés esperó algunos días a que alguien de Cementiris de Barcelona. Nadie lo llamó, ni tenían intención de hacerlo. Pasadas dos semanas, este funcionario público se personó hasta Montjuïc. La casualidad o no hizo que en la cola se encontrara con un familia que sí que estaba afectada por el hundimiento y con la que nadie tampoco se había puesto en contacto. Según Andrés, el trabajador, "muy joven", atendía a estas personas de muy malas maneras y sin ningún tipo de tacto. De alguna manera les vino a decir que "todos los restos de las personas fallecidas se habían mezclado y que serían muy difíciles de clasificar". Andrés asegura que en las oficinas de Cementiris de Montjuïc no había ningún psicólogo para atender a las familias. "En esta crisis, los aspectos humanos no se han solucionado", remarca.

Ricardo Andrés relata su mala experiencia con Cementiris / JORDI SUBIRANA



Cuando el trabajador atendió a Andrés, la cosa no mejoró. El empleado de Cementiris tampoco le supo decir si la tumba de su madre había resultado afectada. La única solución que le dio fue que cogiera el coche y fuera hasta la sepultura para verlo por si mismo. "Pero que sepa que está vallado y hay un guardia de seguridad, y problemente no de le dejará pasar. Yo ya le he advertido", asegura el arquitecto que le soltó el trabajador. Andrés cogió el coche y subió hasta la calle de Sant Antoni Abad, donde está enterrada su madre. La suerte le acompañó y no se vio en la necesidad de lidiar con el vigilante porque enseguida pudo comprobar que la tumba familiar no se había hundido y fuera de la zona acordonada. 

Andrés es arquitecto de profesión y asegura, con conocimiento de causa, "que el estado del cementerio es lamentable". El mantenimiento brilla por su ausencia. No es el primero que lo advierte. En un duro informe, la síndica de Barcelona, Maria Assumpció Vilà denunció la dejadez de las instalaciones municipales y recordó a la empresa sobre "su responsabilidad de mantener el recinto en un correcto estado de conservación y mantenimiento".  Andrés advierte que cuando llueve el agua se filtra por el mal estado de las cubiertas y que las baldosas de muchas construcciones se mueven. En 2005, el cementerio de Montjuïc ya fue el escenario de otro hundimiento similar. 

El día que enterró a su madre, en 2015, Andrés vio cómo cayeron un par de baldosas de mármol, de unos 15 centímetros, de la sepultura. Lo comunicó a Cementiris de Barcelona y le indicaron que se tenía que dirigir a una empresa concreta, que sería la que se encargaría de arreglar los desperfectos. "Cada baldosa me costó unos 290 euros". Pero eso no fue lo peor. "Tardaron seis meses en hacer los arreglos. Un día llegué al cementerio y me lo encontré hecho. Nadie me avisó de nada", dice Andrés. La falta de información en Cementiris es evidente, algo que también criticó la sindica.

Al arquitecto no le consta que desde el hundimiento del pasado septiembre, la empresa haya iniciado acciones preventivas en el resto del cementerio. "Han anunciado que invertirán 1,5 millones al año. Es una cifra irrisoria. Eso es lo que puede costar un estudio técnico sobre el estado del camposanto. Para hacer un mantenimiento correcto hay que invertir mucho más".  

Estado actual de dos de los nichos junto a la sepultura de la madre de Andrés / RICARDO ANDRÉS



Andrés se dirigió a Colau por carta por exponerle, entre otras cuestiones, la situación vivida y el mal estado del cementerio. A los diez días recibió una respuesta. "Era prefabricada. Se notaba. Y no la firmaba ella sino su equipo. Escribí a la alcaldesa de nuevo, pero ya no contestó". Según Andrés, Colau presume de ser una política cercana con la ciudadanía, pero en esta crisis ni se la ha visto. Casis seis meses después, todavía se la espera que escriba un tweet o se disculpe con los afectados.

A Andrés también le sorprende que nadie haya asumido responsabilidades. El director general de Cementiris es Jordi Valmaña. El ejecutivo ha sobrevivido al frente de Cementiris a varios gobiernos de distintos colores. Entró con el PSC, vivió la etapa de Xavier Trias como alcalde y sigue mandando ahora con Colau. "Me consta que cualquier decisión que se toma en Cementiris pasa por él. Es un personaje oscuro que debe tener mucha información y debe ser difícil despedirlo", opina Andres. A su favor Valmaña tiene que ha convertido Cementiris en una empresa rentable. Pero poco invierte en el bien común, según el PP. "La mayoría de las inversiones van destinadas a las oficinas y no a mantener en buen estado los camposantos", denuncia el edil popular Javier Mulleras.

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