La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha tenido la habilidad de suscitar la polémica mucho antes de iniciar la campaña electoral. Su intención de formar un tripartito de izquierdas, donde Barcelona en Comú (BeC), o sea, ella misma, sería la protagonista absoluta de la política municipal, molestó por igual tanto a sus posibles socios como a la oposición de ese posible Tripartito.

Los comunes no cierran la puerta a un alianza postelectoral con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), porque “son nuestros aliados naturales”. Con las previsiones en la mano, a los representantes de BeC les faltan concejales para poder plasmar un gobierno sólido con una mayoría absoluta que les permita tirar adelante sus promesas electorales. “Posiblemente, BeC y ERC nos quedaríamos a las puertas de esa mayoría por pocos concejales. Y ahí podría entrar en liza el PSC. Entre los tres, podríamos tener una mayoría absoluta estable para encarar la legislatura”, señalaron fuentes de BeC a Metrópoli Abierta.

EL ESCEPTICISMO DE MARAGALL Y EL MALESTAR DEL PSC

Pero el candidato de ERC, Ernest Maragall, ya frenó las ilusiones de los comunes, mostrándose escéptico ante la posibilidad de un pacto de su partido con los comunes. Y, por parte del PSC, la respuesta es aún más contundente: será muy improbable que los socialistas entren en un gobierno con Colau después de la abrupta ruptura del pasado otoño, cuando el líder del PSC, Jaume Collboni, fue desalojado por las bravas de su tenencia de alcaldía.

Desde el partido de los socialistas se cree que “si Colau suma con los independentistas, pactará con ellos. Eso está hecho. Pero con nosotros que no cuente. ¡Si nos han echado del gobierno municipal hace poco!”. Auguran, no obstante, que hablar de pactos en torno al PSC para la próxima legislatura “es pura especulación. Nosotros salimos a intentar ganar y a estar lo menos condicionados posible”.

LA PRESIÓN DE ERC

Colau, sin embargo, ve con recelo la presión que le viene por la izquierda independentista, con Ernest Maragall acercándose peligrosamente a su umbral y por eso se apresuró a lanzar un cebo para tender puentes tras las elecciones. De hecho, desde las filas republicanas se afirma contundentemente que “somos el rival más directo que tiene en estos momentos Ada Colau”. Y, como viejo zorro de la política que es, Maragall no ha cerrado las puertas a un entendimiento con los comunes, porque sospecha que un pacto con el PDeCAT no le daría ni de lejos una mayoría suficiente para gobernar la ciudad.

Desde las filas republicanas también enfatizan que no sólo hay concejales de BeC que se alinean públicamente con el independentismo y apoyan sin fisuras la estrategia soberanista, sino que hay ciertos componentes dentro de la plataforma que aupó a Colau que provienen de los sectores tradicionales independentistas. Un ejemplo de ello es Procés Constituent, que aunque no está oficialmente formando parte de BeC sí que tiene en el Ayuntamiento de Barcelona a personas que ha estado en sus filas. Es el tercer teniente de alcalde, Jaume Asens, que fue de su núcleo promotor y formó parte de la Coordinadora hasta el 2014, cuando se integró en la plataforma Guanyem, el partido de Ada Colau. El primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, también bebe de las fuentes del independentismo.

Jaume Asens, tercer teniente de alcalde de Barcelona



ALARMA EN EL PDeCAT

Pero la sola posibilidad de que se pueda llegar a un Tripartito de izquierdas ha hecho saltar las alarmas en el independentismo más irredento y, especialmente, en las filas de Junts per Catalunya (JxCat). El fugado Carles Puigdemont, que no ha abandonado la idea de conseguir cuantas más listas unitarias mejor, sabe que sus candidaturas, sin el componente de ERC, pueden naufragar.

Aunque desde algunos círculos de JxCat se confía en que el efecto Puigdemont puede reportarles algunas alegrías, lo cierto es que no hay mucho optimismo en la derecha soberanista, habida cuenta de que el propio Puigdemont se encuentra con una fuerte oposición de cargos municipales del PDeCAT, que prefieren una estrategia moderada mucho más cercana a la tradicional política nacionalista de Convergència que a los desatinos de un dirigente radical que maneja los hilos desde Bélgica.

LA LISTA UNITARIA EN BARCELONA

El expresidente fugado, sin embargo, considera no sólo un error el fracaso de una lista unitaria en Barcelona (la meta del independentismo es conquistar la capital catalana para gobernar a ambos lados de la plaza de Sant Jaume y hacer más presión sobre el Gobierno central): el otro peligro es la ruptura del frente separatista, que podría debilitar al soberanismo en toda Cataluña y, especialmente, en el Parlament, donde se necesita hasta el último escaño para poder mantener una exigua mayoría.

Además, el ensayo de un frente de izquierdas en el Ayuntamiento de Barcelona sentaría las bases para un frente similar en la política autonómica, lo que pondría definitivamente en la picota al procés y al mismísimo Carles Puigdemont, condenado así a vagar por una senda sin meta por los siglos de los siglos. Y así, por una vez, y sin que sirva de precedente, el expresident ha logrado coincidir en sus críticas a Colau con sus rivales de ERC y sus enemigos del PSC.

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