La proliferación que la alcaldesa de Barcelona Ada Colau ha mostrado en las redes sociales y en los espacios públicos en los últimos tiempos es un claro síntoma de que, aunque no le guste, se va a tener que batir el cobre en la arena electoral durante muchos días.
Ya lleva un tiempo la alcaldesa prodigando su presencia en redes sociales y medios de comunicación. Que si una entrevista por aquí, que si unos cuantos tuits, que si un nuevo canal de Youtube, que si un oportuno viaje en Metro el 8-M, con foto en las redes incluida.
La gesticulación de Ada Colau en los últimos tiempos no es baladí y es su último cartucho para intentar que los ciudadanos se olviden de la pésima gestión que su equipo de gobierno ha llevado a cabo en los cuatro años en los que ha estado al frente de la ciudad.
Ante la imposibilidad de mostrar los grandes logros de su mandato, a menos que vuelva a recurrir a la apropiación de los proyectos de los demás, que tanto le han reprochado los partidos de la oposición, o a la manipulación de los datos, es muy probable que la campaña electoral de la alcaldesa (esa que para ella supone "lo peor de las elecciones, todos los partidos están en modo campaña que quiere decir hablando en los medios. Es la peor parte no solo de la política, casi diría del género humano") se centre en destacar su carisma y en tapar sus enormes problemas de gestión.
GRAVES ERRORES DE GESTIÓN
Pero la realidad es incuestionable. Ada Colau apenas ha logrado sacar adelante ninguno de los grandes proyectos de ciudad con los que se ganó la confianza de los ciudadanos y que le permitieron ganar la alcaldía.
Los fracasos en sus políticas son sonados. Siendo una activista que viene de la lucha por la vivienda, su fracaso en este asunto ha sido estrepitoso. Prometió 4.000 viviendas sociales y ha hecho 800; los desahucios se han disparado en su mandato y se ha limitado a echar la culpa a los demás; los alquileres se han situado por las nubes y, pese a su intensa propaganda, hoy hay más habitaciones en pisos para compartir que antes. Además, la política de seguridad ciudadana ha brillado por su ausencia, Barcelona es ahora mismo la ciudad más insegura de España y el número de delitos aumenta a un ritmo descontrolado.
A todo esto podemos unir narcopisos, hurtos, manteros, botellón, suciedad, crisis de cementerios, unión del tranvía, multiconsulta, dentista municipal, carriles bici, superillas, huelgas de transporte, recortes, Pla de Barris, etc. Todo un sinfín de asuntos mal resueltos, o que simplemente se han quedado en lo cajones, que han marcado una alcaldía nefasta para la ciudad.
REPROBACIONES
Todos estos problemas han servido para unir a la oposición cuantas veces ha sido necesario y reprobar la gestión de la alcaldesa y su gobierno en varias ocasiones, algo inédito en el consistorio.
Y es que la escasa ( o nula) capacidad de diálogo de los comuns a lo largo de la legislatura ha sido duramente criticada por la oposición. De hecho, esa falta de capacidad de diálogo les ha impedido aprobar ni un solo presupuesto en todos los años de mandato, por lo que siempre han tenido que vivir de las prórrogas presupuestarias, algo también inédito en el Ayuntamiento.
VARAPALO DE LA JEC
Por su todo ello fuera poco, la Junta Electoral Central le ha dado un severo varapalo a la alcaldesa y, de paso, a su maquinaria propagandista.
Colau y su equipo habían preparado una impresionante campaña de marketing, a costa del dinero de todos los ciudadanos, para las semanas previas a las elecciones municipales. El ejercicio de propaganda incluía una página web en la que desglosaban los éxitos de su mandato (fueran suyos o no) y una campaña de carteles ya preparados destinada a convencer a los barceloneses de las bondades de su mandato.
Pero la convocatoria de las elecciones generales ha dado al traste con su propagandístico proyecto. Pese a saber, muy probablemente, que toda esa propaganda estaba prohibida por ley, los comuns pusieron en marcha la web y se dispusieron a sacar de sus cajas todos los panfletos que elogiaban su mandato.
Sin embargo, la orden de la JEC ha frenado en seco esta campaña. Ni web, ni panfletos propagandísticos. La primera ya ha sido clausurada tras diez días en activo y 40.000 euros de coste, mientras que carteles y propagandas varias se han quedado en las cajas a la espera de que la trituradora dé buena cuenta de ellos.
ACELERÓN FINAL
Por todo ello, ahora la alcaldesa quiere dar un acelerón final que le permita recuperar el terreno perdido. Participación en debates, superactividad en todas las redes sociales, multiplicación de presencia en actos, presencia en los medios, visitas a sus 'graneros de votos', y reparto de sonrisas a diestro y siniestro. Y durante diez semanas se olvidará de aquello de que la campaña electoral es "la peor parte no solo de la política, casi diría del género humano".