ERC, comuns, PSC, Manuel Valls y, en menor medida, Junts per Catalunya ya han comenzado su partida de póker para decidir la gobernabilidad de Barcelona. Ernest Maragall, el más votado en las elecciones del 26 de mayo, parecía tener mejor mano, pero los faroles de sus rivales pueden costarle la alcaldía.

Maragall tiene 10 concejales. Necesita 21 para ser investido y solo ha recibido el apoyo de Junts per Catalunya. Ambas formaciones sumarían 15 representantes, insuficientes en primera instancia. Barcelona ha quedado muy lejos de la mayoría independentista. En 2015, CiU, ERC y la CUP sumaron 18 concejales. Tres más que en 2019.

Colau, con unos 5.000 votos menos que Maragall, también logró 10 concejales (uno menos que en 2015). Jaume Collboni ya ha dicho que le presta los 8 del PSC (aunque en la campaña electoral lo negó rotundamente) y los tres restantes pueden salir de la candidatura de Valls. El exprimer ministro francés está muy cerca de romper con Ciudadanos.

LA ESTRATEGIA DE COLAU

Valls se ha puesto a disposición de Colau. Considera que un gobierno independentista liderado por Maragall sería mucho peor que uno populista para Barcelona. En Ciudadanos no están por la labor, pero la posible ruptura beneficia a Colau. Valls, Corbacho y Parera están dispuestas a investir a la actual alcaldesa.

Colau, mientras, gesticula. Insiste en que priorizará un pacto de izquierdas y, poco a poco, entrará en conflicto con ERC para justificar su investidura. Después, gobernará en solitario con el PSC. Los comuns ya han iniciado la operación alcaldía. No pueden perder, insisten, porque el partido puede desmoronarse y no digamos las subvenciones a entidades amigas.

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