El Gimnàs Social Sant Pau, un espacio reconvertido en centro existencialista durante la pandemia para apoyar a personas en situación de riesgo, está en el epicentro de una operación inmobiliaria, que implica al Ayuntamiento de Barcelona y a la propiedad. El Ayuntamiento participa como agente activo intentando comprarlo. La propiedad —personificada en la familia Ensesa, también propietaria de La Gavina de S’Agaró—, como parte interesada en tirar adelante un proyecto, que tiene sobre la mesa desde hace casi cuatro años y para el que había pedido al consistorio diligencia en solventar la reubicación de las actividades que se realizan en el inmueble.
La familia que vio desfilar por sus instalaciones de la Costa Brava caras como Ava Gardner, Frank Sinatra, Elisabeth Taylor, Sean Connery o Dirk Bogarde, se encuentra ahora en una situación no tan glamourosa: ha de negociar a cara de perro el ejercicio de sus derechos de construcción frente a un Ayuntamiento que no ve con buenos ojos las construcciones inmobiliarias privadas. Y que, además, le quiere comprar el inmueble. Según ha podido conocer Metrópoli Abierta, el ente municipal ofreció a los propietarios del edificio donde se ubica el gimnasio hasta nueve millones de euros, pero los propietarios, que comenzaron pidiendo seis millones hace unos años, van ahora por los 14 millones. El problema es que el Ayuntamiento tiene tasado el solar en nueve millones y no puede ofrecer legalmente ni un euro más.
UN PROYECTO DE 42 VIVIENDAS
En caso de que los planes de la familia Ensesa sigan adelante, en ese lugar se construirán 42 viviendas que irán a engrosar la oferta de pisos en el libremercado barcelonés. En la actualidad hay 1.736 metros cuadrados, según el catastro, en sólo dos plantas, cuya construcción data de 1890. Pero los representantes de entidades sociales que apoyan el Gimnasio (en realidad, le apoyan 57 entidades) enviaron ya una carta a la Síndica de Barcelona, Maria Assumpció Vilà, al alto comisionado de las Naciones Unidas y a ocho departamentos municipales anunciándoles que están dispuestos a recurrir por la vía penal si se concede la licencia para derribar la construcción que hay y levantar los pisos.
En la misiva, explican que la licencia “puede ser lícita”, pero exigen que antes se ha de dar una “solución habitacional” a los 1.076 usuarios que frecuentan las instalaciones. Además, se debería preservar la piscina interior, que es la más antigua de las piscinas cubiertas de Barcelona y los baños públicos que alberga, que son los únicos baños públicos que quedan en la ciudad desde la década de 1940. Paralelamente, piden que se preserve la condición del edificio como fábrica histórica o, de lo contrario, Barcelona perderá un patrimonio histórico industrial irreemplazable: en estos momentos, hay 33 edificios en la ciudad en las mismas condiciones y 26 de ellos ya están protegidos. Esperan que el gimnasio Sant Pau sea el próximo en la lista.
CUANDO UN GIMNASIO ES TU VIVIENDA
“Durante la pandemia, hemos dado 53.000 duchas y otros tantos cambios de ropa. Y hemos repartido 43.000 comidas. Ese trabajo se ha de valorar y preservar. Se le da de dar una solución al más de un millar de personas que nos tienen como su casa”, explica a Metrópoli Abierta Ernest Morera, director del Gimnàs. Explica la curiosa situación del gimnasio, donde dos señores pueden estar desnudos en la ducha. “Son iguales. No se conocen. Y, a lo mejor, uno de ellos acabará durmiendo esa noche en un cajero, mientras que el otro visitará el cajero esa noche para sacar 100 euros con los que invitar a su pareja”. Estampa para reflexionar.
El Gimnasio se ha convertido en un referente para muchos sin techo, para muchas personas a las que la crisis abrió una brecha en sus vidas y las abocó a un desarraigo social peligroso. Morera, igual que las entidades que sustentan el gimnasio, echan mano de la definición que la ONU hace del término vivienda para pedir soluciones para los suyos, la legión de personas en vías de la desesperación. “Una vivienda, para quien está en la calle, tiene un significado muy amplio. Es un espacio de referencia, independientemente de si vas allí a dormir o no. Puede ser el lugar donde te duchas, donde te vistes, donde comes, donde estás con los tuyos, aunque luego tengas que dormir al raso. Por eso pedimos que lo primero que ha de hacer el Ayuntamiento antes de desalojarnos y de dar los permisos de construcción de viviendas es buscar una solución habitacional para las personas que dependen del Gimnasio”, razona Ernest Morera.
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Hace un tiempo, un pool de entidades lideradas por Habitat 3 y en el que estaban tres grandes fundaciones, plantearon una operación de compra del gimnasio para seguir dando servicio social a un barrio con déficit de servicios, donde hay mucha humanidad pero pocos sitios donde practicarla. No era una compra especulativa, sino una forma de blindar el espacio. Pero poco después irrumpió el consistorio en el escenario de la negociación, con la intención de comprarlo, y las entidades se retiraron discretamente.
El Ayuntamiento está en un brete. Puede arriesgarse a una denuncia de la propiedad si no da luz verde a sus planes. Y se arriesga a otra denuncia si lo hace. De hecho, los propietarios anunciaron su intención de derribar la casa fábrica actual y construir viviendas en el 2017 y dieron un plazo de tres años para que el Ayuntamiento buscase una solución habitacional a la gente que lo tiene como su hogar. Se habló entonces de un “traslado ordenado y con tiempo de la actividad del gimnasio hacia otras fincas del distrito”. Tres años perdidos, porque alguien se durmió en los laureles y no se buscó nada. No hubo traslado ordenado ni solución aportada. El 25 de mayo de 2018, el pleno del Ayuntamiento aprobó su compra. Pero ha ido pasando el tiempo y jamás se concretó nada, mientras iban cambiando las condiciones y el precio.
Los últimos dos meses, gastados en un tira y afloja sin sentido con la propiedad, han sido también dos meses perdidos. No hay solución encima de la mesa. “Reconozco que somos un caso extraño -aduce Ernest Morera-. Somos muy transversales. El Gimnasio lleva 80 años aportando una tarea social muy potente. Es el único espacio donde conviven los socios que pagan su cuota con las personas vulnerables que acuden a nosotros como hogar de acogida. No podemos perder esta faena”.