Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, conoce a la perfección las interioridades del Ayuntamiento. Está convencido de que si la máquina funciona con precisión, su debilidad política, con solo diez concejales, puede quedar compensada. Ha confiado en un grupo de gerentes que deben constituir ese pilar para que la ciudad preste todos los servicios con la máxima eficacia. Es lo que él mismo señala: “Barcelona debe ser una ciudad ordenada”, (en catalán 'endreçada', que es el vocablo que le gusta más a Collboni, porque entiende que tiene un significado más claro). Esa “eficacia” de la ciudad le puede permitir esperar hasta el otoño, a mediados de octubre, para lograr un socio estable, y comprobar en qué situación quedan los comunes, Junts per Catalunya y ERC tras las elecciones generales del 23 de julio.
Collboni aprendió esa idea, la del orden interno y la distribución exacta de tareas, a partir de la responsabilidad sindical. Con José María Álvarez como secretario general de la UGT en Catalunya, Collboni entró en el sindicato (1996-2005), y acabó formando parte de la dirección nacional. Se encargó de formar el gabinete técnico, una labor interna esencial. Y para el Ayuntamiento de Barcelona ha ligado su suerte a Albert Dalmau, como responsable de una gran gerencia municipal. Dalmau conoce el sector privado y el público, algo fundamental para Collboni. Fue Project Manager de Barcelona Global, entre 2013 y 2016. Y ya desde 2016 se ligó a la figura del hoy alcalde de Barcelona como jefe de gabinete. En los años siguientes fue jefe de gabinete del presidente del grupo municipal socialista.
Pero, ¿cómo ha llegado Collboni a la alcaldía de Barcelona y qué pasos ha comenzado a ejercer, marcado por esa votación en el último instante de comunes y PP, que desbancó a Xavier Trias?
La influencia del independentismo, precisamente, ha sido clave en la trayectoria de Collboni. El “chico” del Guinardó, (1969) como él mismo se ha definido, fue líder estudiantil en la Universidad, como miembro de la AJEC (Associació de Joves Estudiants de Catalunya (1992-1995), una asociación vinculada al PSC. El adversario, sin embargo, era el hegemónico BEI (Bloc d’Estudiants Independentistes), fundado en la UAB, con dirigentes que acabarían en ERC o en Convergència o en grupúsculos radicales del independentismo. Ese choque también lo vivió Collboni en la UGT, aunque más matizado. Y es que Josep Maria Álvarez abrió el sindicato a los partidos nacionalistas, y el líder juvenil de ERC, Camil Ros, acabaría siendo secretario general, en sustitución, precisamente, de Álvarez. También entrarían dirigentes como Neus Munté, de Convergència, hoy concejal en Barcelona, con muy buena relación con Collboni y que podría hacerse con las riendas del grupo municipal de Junts per Catalunya cuando Xavier Trias decida irse a casa.
Una generación con objetivos comunes
Collboni pasaría a trabajar bajo las órdenes de Miquel Iceta, y fue coordinador del grupo parlamentario bajo los gobiernos tripartitos de Pasqual Maragall y de José Montilla. Formó parte de la ejecutiva del PSC, dirigió la campaña de Montilla en 2010 –fue derrotado por Artur Mas—y en 2011 fue nombrado secretario de comunicación y portavoz del PSC, sustituyendo al propio Iceta. Esa época está marcada por una serie de dirigentes jóvenes del PSC, hoy justo por encima de los 50 años, que representaban la modernidad. Se les pasó a llamar la generación BlackBerry, porque ese era el teléfono móvil de moda, muy lejos en prestaciones al actual iPhone. Junto a Collboni aparecen en la fotografía del aquel periodo Rocío Martínez-Sempere, Laia Bonet, Meritxell Batet (hoy presidenta del Congreso), Núria Parlon o Francesc Vallès (secretario de estado de comunicación en la Moncloa). Y las discusiones no se hacen esperar. Todos coquetean con un catalanismo que se inclina por el llamado derecho a decidir, que provoca serias broncas internas en el PSC.
Esa lección la aprende Collboni, que decide desmarcarse de cualquier aproximación al independentismo. El hoy alcalde de Barcelona se refugió, entonces, en el grupo municipal del Ayuntamiento de Barcelona después de ganar unas primarias, frente a compañeros como Laia Bonet o Martínez-Sempere. En aquel proceso hubo un escándalo sobre un supuesto voto ‘condicionado’ de la comunidad de pakistaníes a favor de Collboni.
El hecho es que Collboni se presentó como alcaldable en 2015 y solo obtuvo cuatro concejales. Con Ada Colau de alcaldesa, sin embargo, logró formar parte del gobierno municipal, como teniente de alcalde, aunque los comunes echaron a los socialistas tras la aplicación del 155 a raíz de los hechos independentistas de octubre de 2017. Justo en esos años se produce una situación clave para el futuro. Collboni había nombrado como su jefe de gabinete a Salvador Illa, el actual primer secretario del PSC. Fue entre 2014 y 2016. Y Collboni nombró a Illa como gerente de Empresa, Cultura e Innovación del Ayuntamiento, bajo la concejalía que él mismo ocupaba, como segundo teniente de alcalde.
Desdén sobre el independentismo
Esa relación entre Collboni e Illa explica que hayan remado de forma conjunta en los últimos años, y que Collboni apueste con tanta claridad por los gerentes, como piezas básicas en un ayuntamiento. Junto a Albert Dalmau, como gran jefe de todos los gerentes, Collboni ha creado siete grandes gerencias que se responsabilizarán de la marcha de la ciudad. Se trata de Agustí Abelaira, (Recursos y Transformación Digital); Joan Cambronero (Urbanismo y Vivienda); Xavier Patón (Movilidad, Infraestructuras y Servicios Urbanos); Marta Clari (Derechos Sociales, Salud y Comunidad); Sara Jaurrieta (Cultura, Educación y Deportes); Maite Casado (Seguridad, Prevención y Convivencia) y Laia Claverol (Economía y Promoción Económica). Una histórica del Ayuntamiento, el caso de Gemma Arau, se mantiene como gerente de Coordinación Territorial y Proximidad.
La otra gran pata de Collboni es el ámbito gerencial en los distritos, con nombres como el de Fèlix Ortega, en el difícil distrito de Ciutat Vella, o Jordi Valls (el pilar en el área económica, como teniente de alcalde), en el Eixample.
Socios en octubre
El denominador común de Collboni con todos ellos es la confianza, y el diagnóstico compartido, “sobre la ciudad y sobre el conjunto de Catalunya”, como apuntan las fuentes consultadas. El catalanismo fue el punto de partida, el convencimiento de renovar generacionalmente las cúpulas de dirección en todos los ámbitos. Sin embargo, el “desengaño” ha sido enorme, porque los años del proceso independentista –se entiende-- han sido muy perjudiciales para Barcelona. En las conversaciones privadas, el desdén hacia el independentismo es manifiesto, tanto respecto a Junts per Catalunya como respecto a ERC. Y lo que ese conjunto de dirigentes pretende ahora es “poner orden y gestionar”, con una obsesión por el día a día, más que por grandes proyectos ideológicos.
Collboni confía en esos gerentes, que une a su apuesta por cuatro tenientes de alcalde: Laia Bonet (compañera y adversaria, en su día, en las primarias del PSC); Maria Eugènia Gay (Collboni siente devoción por ella); Albert Batlle y Jordi Valls. Y entre los gerentes, Albert Dalmau, Fèlix Ortega (responsable en el pasado mandato de Barcelona Activa), y Sara Jaurrieta -economista, compañera de fatigas del hoy alcalde, que se caracteriza por su capacidad de gestión), serán las columnas del proyecto de Jaume Collboni.
Ahora bien, las fuentes consultadas admiten que la necesidad de un socio estable no se ha evaporado. Pero eso llegará a partir de octubre, cuando se deban negociar los primeros presupuestos. Por ahora, “a poner orden”.