El próximo jueves 17 de octubre, el Monasterio de Pedralbes descubrirá sus tesoros ocultos a los visitantes más curiosos. Es una de las tantas actividades que se organizan en este oasis gótico, lejos de recibir las aglomeraciones propias de otros espacios históricos de la ciudad. Y ello, pese a contar con una de las paradas de la ruta azul del Bus Turistic. En 2016 recibió a 71.161 visitantes, un 40% más respecto a 2013 -año en el que empezaron a registrarlas- y de ellas, el 65% son extranjeros, pero la voluntad es la de acercar cada vez más este remanso de paz alejado del centro.
Su historia se remonta a 1327, año en el que fue fundado por la reina Elisenda de Montcada. Pero no fue hasta siete siglos después, en 1983, cuando abrió sus puertas por primera vez a las visitas ajenas al culto. El Monasterio de Pedralbes es uno de los grandes exponentes del gótico catalán y, a partir de ese año, quiso mostrárselo al mundo. Desde entonces, la organización de este tranquilo enclave cultural diseña un calendario con visitas que permita descubrir sus 700 años de historia a través de la música, la arquitectura o la gastronomía durante todo el año.
TESOROS OCULTOS, VISITAS GUIADAS
Gemma Bonet es la coordinadora de ese mismo calendario repleto de actividades. Se encarga de organizar todas las visitas que se llevan a cabo tanto entre semana -los meses de verano- como los domingos. El objetivo es acercar las peculiaridades y la historia de un monasterio en el que las mujeres tuvieron mucho que ver. “Hay diferentes tipos de visitas y la idea es que el público pueda venir muchas veces aquí no solo para hacer una visita y no volver más”, explica Bonet.
Así, el mes de agosto, los que quieran acercarse al Monasterio de Pedralbes podrán descubrir su cara más oculta y reservada. Este jueves, se realizarán visitas de difícil acceso, espacios de clausura y oficinas. De esta forma, se podrán ver las celdas de día que utilizaban las monjas para poder reposar, leer o rezar de forma individual y particular. Era su espacio, su recogimiento particular, al que solo podían acceder unas afortundas fruto de su situación económica antes de entrar al monasterio.
“Eran espacios de cada monja que evidentemente, no todas lo podían tener. Sobre todo eran de las monjas curistas, que tenían una posición más alto dentro del monasterio”, puntualiza Bonet.
Pequeñas salas a la vista en los cuales, algunos “todavía se conservan elementos renacentistas que son muy interesantes de arquitectura y decoración”. Objetos que se conservan como una Madre de Dios gótica del siglo XIV o un belén cuyo San José y la Vírgen María datan del siglo XIV, justo cuando aparecieron los primeros en la historia. El recorrido también incluye la zona del purgatorio y la biblioteca Florença, entre otros.
EL CLAUSTRO GÓTICO MÁS GRANDE
Otra de las actividades que se puede realizar aprovechando el buen tiempo es recorrer su amplio y luminoso claustro de tres plantas que custodia el jardín, el más grande del mundo y el resto de espacios abiertos al público, acompañados de un guía o bien, de un audífono. Asimismo, de la mano de uno de los restauradores de la capilla de Sant Miquel, se puede participar en un taller de pintura al fresco para concer la técnica y ponerla en práctia con un taller de manualidades o bien, acudir a un recital de música y poesía donde las mujeres vuelven a tener un papel fundamental.
Durante el resto del año, las actividades se van adaptando y varían según la época. De forma permanente, el primer y tercer domingo de mes se realizan visitas generales a los espacios públicos acompañados de un experto, y de cara a la primavera, se enfatizan las actividades con el herbario del monasterio como centro de atención.
A través de él, se muestran las técnicas dietéticas de la Edad Media para preservar la salud y se participa en talleres de cocina en los que se pone en práctica los remedios de la época.
Y para que las visitas sean lo más inclusivas posibles, el monasterio organiza visitas dinamizadas pensadas para familias con niños. Una actividad en la que pequeños y grandes aprenderán cómo se vivía en un monasterio durante la Edad Media y cómo este funcionaba como una pequeña ciudad autosuficiente pero conectada con el mundo exterior.