El auge de las aplicaciones ha propiciado la aparición de servicios que operan al margen de la ley. Uno de los sectores más guerrillero es el de los taxistas, que se han visto amenazados por aplicaciones como Uber y Cabify. Después de una larga lucha, en diciembre consiguieron ganarle al pulso a Uber con la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que dictamina que la app tendrá que acatar la ley. Ahora, centran sus esfuerzos en derribar a su competencia directa, sobre todo en Barcelona: Cabify.
En este sentido, más de 800 taxistas impulsaron una “tormenta twittera” a modo de visibilizar los “fallos” de Cabify. En seis meses han contabilizado más de 1.400 quejas de usuarios que han compartido en la red social. De hecho, una de las quejas más extendida es que Cabify no dispone de un número directo de atención al cliente y es difícil acceder a ellos.
En Metrópoli Abierta hemos querido comprobar con nuestros propios ojos qué es lo que hacen bien y hacen mal tanto los taxistas como los de Cabify. Por eso, dos redactoras han realizado un mismo recorrido subidas en un taxi convencional y en un coche de Cabify. Salen del centro, de la avenida Diagonal, y se dirigen a una calle del distrito de Horta. El recorrido es de 10 kilómetros.
Después de realizar el trayecto responden a las preguntas. ¿Cuál es más seguro? ¿Cuál sale más barato? ¿Cuál tarda más? ¿Qué opción es más práctica? Adelante, sal de dudas.
TRAYECTO CON TAXI
Tiempo estimado de la ruta (según Google Maps): 25 minutos
Tiempo real de la ruta: 26 minutos
Precio: 13,35 €
Posibilidad de pago: Tarjeta y efectivo
GPS: Sí
El taxi arranca a las 12:09 horas. El recibimiento es amable y cordial. Le especifico la dirección y, como es complicada, utiliza el móvil para cerciorarse del camino que debe seguir. Gracias a Google Maps y a su altavoz, el taxista identifica la ruta. El conductor coloca el móvil sobre los widgets propios del salpicadero. No usa ningún objeto de soporte especial para el dispositivo móvil pero le es útil y ha elegido la ruta más directa.
Baja unas calles y se dirige hasta Sagrada Familia, sube hasta la ronda de Guinardó y entra en la avenida de l'Estatut de Catalunya hasta el paseo Valldaura. Utiliza el carril TAXI sólo cuando pretende adelantar, un gesto que favorece al bolsillo del viajero, pero que, en ocasiones, obstruye el tráfico del resto de vehículos.
La ruta invita a una conversación distendida pero el taxista tampoco sobrepasa la confianza con el cliente que puede disfrutar de un interior con aroma cítrico, felpas limpias y una temperatura adecuada.
Se trata de un taxista autónomo que trabaja once horas diarias frente al volante. Los taxistas asalariados pueden ganar entre 1.200 € y 1.600 €. En cambio, los autónomos pueden llegar a ganar el doble en bruto. Luego tienen que pagar seguro del coche, la licencia, la gasolina y el impuesto trimestral, segun ha podido saber Metrópoli Abierta.
Ya en Horta, el taxista toma la bajada de la calle de Eduard Toda y cerca de la Unió Esportiva d'Horta llega a su destino. Se despide de forma correcta y cercana. “¡Que tengas un buen día!”, me dice. El coste final del viaje es de 13,35 € con la posibilidad de pagar en efectivo y en tarjeta.
De nuevo, arranca y sigue su trabajo al volante.
TRAYECTO CON CABIFY
Tiempo estimado de la ruta (según Google Maps): 25 minutos
Tiempo real de la ruta: 31 minutos
Precio: 12,19€
Posibilidad de pago: Solo tarjeta
GPS: Sí
Me descargo la aplicación gratuita. Procedo a registrarme, pero la app se bloquea en tres ocasiones y tengo que repetir los pasos, desde el principio, una y otra vez. Empezamos bien. Me entran ganas de desistir y coger un taxi convencional. Pero bueno... vuelvo a probar: me pide un correo electrónico, un número de contacto, una contraseña, y –lo más importante– el número de cuenta bancaria. Cabify es una empresa que no acepta transacciones con dinero físico. Su forma de pago es siempre electrónica y el pasajero puede despreocuparse en este sentido. Aunque... ¡cuidado! Porque se han dado casos de usuarios a los que les cobraron facturas –muy caras– que no se correspondían con su trayecto realizado.
Consigo –por fin– registrarme y marcar el trayecto, aunque al principio la app no encontraba la dirección. El precio estimado para este trayecto de 10km es de 12,24 € pero me cobrarán 5 céntimos menos. Puedo elegir entre un coche convencional o uno que incorpore una sillita para bebés. Elijo la primera por motivos obvios. Clic, clic, me avisa una alerta. El conductor debe llegar en tres minutos. Al final se retrasa. Tengo que identificar un coche negro, Hyundai. Cuando llega, el conductor me hace señas para que suba con discreción porque no puede ocupar la zona reservada para taxis.
Cojo el coche a las 12:06 horas y llego a las 12:37 horas, justo seis minutos más tarde de lo que marcaba Google Maps. Los asientos son de cuero, cómodos, y el conductor me recibe cordialmente. Me pregunta si quiero ir por un camino en concreto y que, en caso contrario, pondrá la dirección en Google Maps del móvil de la empresa que está colocado en el salpicadero.
Hace cinco meses y medio que trabaja para Cabify. Me explica que les hacen controles periódicos fijándose en lo que facturan, las horas que están conectados, que el coche esté limpio, que no tengan incidentes y que lleven una ropa arreglada. Todos los coches de Cabify son negros, de marca Skoda, Kia, Hyundai y, de vez en cuando, BMW. Él trabaja a jornada completa cobrando 1.250€ al mes. Se trata de un sueldo fijo, aunque realmente, hace de media una facturación de 3.500 €, cuya diferencia se quedan Cabify y la gestora.
Por otro lado, corrobora que Cabify lo maneja todo por teléfono y que no tiene atención al cliente. A él lo contactaron a través de una Empresa de Trabajo Temporal (ETT) y su contrato es por obra y servicio. Para entrar tienen que pasar un examen de conocimiento básico de calles. Le pregunto por el tema de las botellas de agua, que no he visto en el asiento trasero. Varias personas me habían contado que en Cabify te dan una botellita de agua. Se lo digo al conductor. “Tome usted una botellita”, me dice sacando una del reposabrazos. Tenía botellitas, pero se lo tuve que recordar. Asimismo, el coche cuenta con servicio de WiFi y aire condicionado.
Finalmente, el conductor reconoce que ha habido casos de personas a las que les han cobrado a veces cinco euros porque han pedido un coche a través de la app sin querer. En el momento que pasan cinco minutos proceden a hacer el cobro. Le explico que a mí me costó encontrar la dirección y admite que es algo que pasa a menudo. Se despide con cortesía y me desea un buen día.
EN DEFINITIVA, ¿CUÁL ES MEJOR?
Tras probar los dos servicios, sacamos algunas conclusiones. El taxi convencional es más rápido y seguro. Hay varios circulando en la ciudad y tienes la posibilidad de cogerlo en cualquier lugar y momento sin necesidad de esperar. Cabify, sin embargo, es una aplicación que no acaba de ir bien. En primer lugar, funciona lentamente, luego se queda bloqueada y no reconoce las direcciones. Para cogerlo tienes que esperar y localizar dónde para el coche.
Por otro lado, en cuestión de precio, ambos servicios se asemejan bastante. Es cierto que hace un tiempo Cabify era más económico que un taxi convencional pero con la subida de precios efectuada en diciembre por parte de la app, el coste de ambos se suele parecer. La única diferencia es que Cabify trabaja con un precio cerrado y el taxista, que funciona con taxímetro, se ve atado a la situación del tráfico que haya en ese momento.
Finalmente, es cierto que Cabify ofrece botellines de agua y WiFi gratuito, pero a cambio uno debe cederles su número de cuenta bancaria, corriendo el riesgo de que emitan facturas no correspondidas. En el taxi, sin embargo, es posible pagar en efectivo, aunque también existe la opción de hacerlo con tarjeta en el mismo coche que, además, ofrece la posibilidad de dar al cliente una copia del recibo. Tú, ¿qué? ¿Con cuál te moverías por la ciudad?