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El Ayuntamiento de Barcelona ha reintroducido la lechuza común en la montaña de Montjuïc

El Ayuntamiento de Barcelona ha reintroducido la lechuza común en la montaña de Montjuïc Europa Press

Opinión

Las lechuzas de Barcelona son pájaros de mal agüero

"Con Ada Colau y su gafe rondando otra vez por Barcelona, “bien haremos en temer” a las lechuzas y a Colau"

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Gracias a la colega Sofía Díaz, nos enteramos de que el Ayuntamiento, la Generalitat, Patrimonio Cultural, la Agencia de Salud Pública de Barcelona y una fundación privada vuelven a introducir lechuzas en la montaña de Montjuïc.

Consideran estas entidades que es una especie protegida y en riesgo de desaparecer. Y celebran que “Barcelona vuelve a escuchar el aleteo de la lechuza común en la montaña de Montjuïc”. Grave insensatez. Enorme ignorancia.

Sin consultar la historia, la literatura ni la sabiduría popular, han soltado cinco polluelos en el siniestro castillo de Montjuïc. Dicen que el bastión y los jardines son ideales porque “hay abundancia de presas nocturnas, sobre todo roedores” (ratas).

Pero la información municipal, como siempre, amaga todo lo que no le interesa, aunque sea evidente y todo el mundo lo sepa. Y es que, desde tiempos inmemoriales, en Barcelona y en muchísimas culturas, la lechuza es una infausta ave de mal agüero.

En esta nueva cruzada del buenismo y el animalismo, no se informa de que ya San Isidoro (Sevilla, 560-636) consideraba que la lechuza “es un ave lúgubre”, “perezosa” “portadora de calamidades y su presencia en una ciudad presagia desolación”.

Para más detalles sobre el ave compañera de brujas malas se puede consultar la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En un largo y completísimo tratado académico de Manuel Ángel Charro Gorgojo titulado Lechuzas y búhos ¿aves de mal agüero?

En él se explica que desde la Grecia clásica el ulular de la lechuza es de “llanto y el gemido”.  “Animal impuro que no puede comerse” en la Biblia y “asociado al Príncipe de las Tinieblas”. Aunque el Bestiario de Oxford estime que representa a Cristo.

En los jeroglíficos egipcios, la lechuza simboliza “la muerte, la noche, el frío y la pasividad”. En la Cantabria actual es “nuncio de la muerte” y “pájaro de los muertos”. Y en China cuentan que no saben volar hasta que han sacado los ojos a sus progenitores.

Disfraz que fue de Júpiter, su canto cercano presagia la aniquilación de la casa y de la familia que la habita. Su efigie estaba esculpida en los cuchillos para sacrificios humanos que usaban los hechiceros de las tribus precolombinas.

También en Roma se marcaba su silueta con un hierro al rojo vivo en el cráneo rapado de los esclavos. Clavadas vivas en las puertas de las casas alejaban los malos augurios. Debidamente degolladas, se las enterraba profundamente con rocas encima.

Goya y Quevedo las maldicen. Los refranes contra ellas son infinitos. Menandro, dramaturgo griego, advirtió: “Si oímos el canto de la lechuza, bien haremos en temer algo". Pero el Ayuntamiento y la Generalitat lo esconden y tientan a la mala suerte.

Porque la execrable ave portadora de calamidades y desolación ulula sobre una ciudad degradada, insegura, víctima de vandalismos, navajazos, tiroteos, violaciones, bandas, mafias, okupas, kaleborrokos, terroristas, filoterroristas…

Y con Ada Colau y su gafe rondando otra vez por Barcelona, “bien haremos en temer” a las lechuzas y a Colau.