“Visca Catalunya lliure!” Tal cual. Así plasmó el escritor granadino lo que sentía por Catalunya durante su primera visita a Barcelona en 1925 (invitado por Salvador Dalí). Fue en el libro de visitas de El Canari de la Garriga, un restaurante situado frente al Hotel Ritz (ahora Palace) y desgraciadamente ya desaparecido. Otro de los firmantes era el político y periodista Jaume Miravitlles, uno de los integrantes de la frustrada invasión independentista de Catalunya conocida como los Fets de Prats de Molló, que tendrían lugar un año después de la cena en el Garriga. Un año antes de este encuentro con Lorca, Miravitlles ya había sido detenido por repartir octavillas de Estat Català (el partido fundado por Francesc Macià).

Pero, sigamos con Lorca. Durante su estancia en la ciudad, le escribe una carta al escritor —y paisano— Melchor Fernández Almagro. Miren con qué reflexión acaba: “Además, yo, que soy catalanista furibundo, simpaticé mucho con aquella gente tan construida y tan harta de Castilla”. Obviamente, los paralelismo con la situación actual no son fáciles de establecer. Claro que si añadimos otra anécdota, probablemente recordemos los abucheos del pasado mes de agosto durante la visita del actual monarca español con motivo de los actos de repulsa por los atentados de Las Ramblas. Me refiero a la que se produjo en 1927, dos años después del primer viaje de Lorca a Barcelona.

Lugar: plaza de Sant Jaume. Día: el Corpus (que aquel año cayó en 16 de junio). Pues bien, el tío de Dalí vivía en tan céntrico entorno y a la pareja de artistas no se le ocurrió otra cosa que lanzar billetes de una peseta sobre la multitud que se agolpaba para ver al rey Alfonso XIII. Como se pueden imaginar, el espectáculo dejó al Borbón en un segundo plano; sobre todo, por los empujones y codazos de quienes intentaban hacerse con alguno de los billetes que caían del cielo.

Y no está de más recordar la desagradable experiencia protagonizada por el genial Antoni Gaudí. Fue también durante la dictadura de Primo de Rivera. El arquitecto era detenido a pocos metros de la plaza Sant Jaume. Acudió a la misa que organizaba la Lliga Espiritual de la Mare de Deú de Montserrat en la iglesia de Sant Just i Pastor. Un acto enmarcado dentro de las conmemoraciones de la Diada de 1924, prohibidas todas ellas por las autoridades. Un policía apostado en la puerta impide al arquitecto el acceso al templo. Y, tras obligarle a hablar en castellano y éste no transigir, lo detiene y envía a comisaría. El interrogatorio fue de lo más surrealista (además de humillante). Y no sólo recibió Gaudí. También el testigo (gracias al cual conocemos los hechos): un tal Sr. Valls.

—¿Cómo se llama Usted?

—Antoni Gaudí

—¿Qué edad tiene Usted?

—71 anys

—¿Qué profesión?

—Arquitecte

—Pues su profesión le obliga a Usted a hablar en castellano

—La professió d’arquitecte m’obliga a pagar contribució i ja la pago, però no a deixar de parlar la meva llengua

Otro de los policías presentes en el interrogatorio no pudo aguantar más, tras escuchar cómo el detenido pronunciaba en catalán el nombre de su padre: Francesc.

—¡Si Usted no fuese viejo le rompería la cara; sinvergüenza, cochino!

En cualquier caso, y paralelismos al margen, nunca está de más recordar unos comportamientos alejados de las más elementales normas de convivencia. Ahí quedan, pues. Por cierto, ¿alguien sabe dónde están hoy en día los Lorca? Seguiremos esperando...