Siempre he tenido aprecio por la historia naval, que en buena parte es una historia militar. Las novelas de Patrick O'Brien son un delicioso recorrido, en clave de ficción, por la vida de la Royal Navy. También es recomendable la biografía de Fernando de Magallanes realizada por Stefan Zweig, intelectual que escribió contra el pensamiento único en el auge del nazismo. Zweig relata la hazaña del navegante portugués, culminada por el español Juan Sebastian Elcano, alguien que, como muchos otros oficiales a bordo, no creía en la vuelta al mundo ideada por el primero. Estuvo entre los que intentaron amotinarse. Elcano, en cambio, fue el héroe final, convertido en un icono de la historia española, debido a la muerte de Magallanes en la travesía. No siempre todo es lo que parece, tampoco en el caso del almirante Pascual Cervera y Topete, al que Ada Colau llamó "facha" al sustituir su calle, en la Barceloneta, por la del humorista Pepe Rubianes.
Lo que más lamento de los políticos actuales no tiene que ver con sus tendencias, sean de izquierdas o de derechas, siempre que sean elegidos democráticamente. Lo que me produce vergüenza ajena es su mediocridad intelectual. El carisma, indiscutible en Colau para los suyos, no basta para quien tiene que representarnos.
Arturo Pérez-Reverte es una especie de O'Brien español, periodista y escritor que se ha preocupado de recuperar la historia de los ejércitos españoles, una labor que estaba maldita. En uno de sus artículos, ha relatado con precisión una de las misiones de Cervera en la guerra de Cuba, en concreto la batalla naval de Santiago de Cuba, en la que el almirante tuvo como prioridad salvar el mayor número de vidas entre sus hombres frente a unas órdenes que, desde Madrid, los llevaban al suicidio. Perdió la batalla, algo que ya sabía, pero minimizó las bajas. Al regresar, fue sometido a un consejo de guerra, del que le salvó la correspondecia con el mando que guardó a buen recaudo. En ésta decía que se trataba de un error. Acertó.
Cervera y Topete fue ministro de Marina en el gobierno liberal de Sagasta y defendió el orden constitucional de la I República. Murió en 1909, mucho antes de que el fascismo y el nazismo tomarán Italia, Alemania y España, y asolaran Europa hasta llevarla a uno de los mayores desastres de la humanidad. Al escuchar el discurso de Colau, cargado de odio, me sentí del mismo modo que los descendientes del almirante: nunca tuve conciencia de ser un facha. Cervera y Topete era un hombre de mar, una patria común para los navegantes, como lo es para muchos el Mediterráneo de Serrat. La prefiero a la patria que idea Colau. Aunque la llame República, niega el sentido de la propia palabra, porque desconoce su significado. Seguiré entre los fachas.