REFUGEES WELLCOME. El gran cartel, en la cima de la Casa de Correos, sede del Ayuntamiento de Madrid, es lo primero que pueden observar los visitantes que se acercan al centro de la capital. Se trata de un excepcional eslogan, sin desmerecer la causa, ni la vocación del consistorio de Manuela Carmena. La realidad, sin embargo, es que no es necesario, porque la sociedad española, en general, se encuentra entre las más solidarias del mundo, según todos los indicadores de donaciones benéficas. En cambio, ni Madrid, ni Barcelona, ni España, en su conjunto, están entre las preferencias de los refugiados para quedarse.

Hace unas semanas, tuve la oportunidad de colaborar en una campaña de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, a propósito del lanzamiento del Testamento Solidario, una herramienta desarrollada por la mayoría de las principales ONGs. El Comité Español de la organización lo preside la ex ministra socialista Matilde Fernández, que fue muy clara al darme el siguiente dato: a España se le adjudicó un cupo de 15.000 refugiados en el último acuerdo en el marco de la Unión Europea, a raíz de la crisis originada por la guerra en Siria, pero únicamente tiene registrados alrededor de 1.300. Ni siquiera el 10%. La razón es que prefieren marcharse a países con mayores beneficios sociales, como Alemania o los nórdicos. Después de la valla de Melilla o del litoral, somos una tierra de paso.

La ex ministra añadió, en cambio, que las recaudaciones del Comité Español entre la población de nuestro país convierten a la delegación de ACNUR en una de las que más aporta a la central, en Ginebra. El pasado año, 80 millones de euros. En cambio, las disputas políticas, como la última a propósito de la acogida al Aquarius, en las que parecía que existía una carrera entre dirigentes políticos, desde Pedro Sánchez a Ada Colau, por demostrar quién era más solidario, dan a entender que la sociedad española necesita gestos aleccionadores de sus dirigentes, cuando esos gestos se producen todos los días en la calles de Barcelona, Madrid y otras poblaciones, gracias al trabajo de miles de voluntarios y la solidaridad de los españoles.

Del mismo modo, es también necesario poner en contexto las situaciones y no competir a propósito de una cuestión tan sensible, ni entre políticos, ni entre países. El problema de los refugiados en Italia, que rechazó el Aquarius, es incomparable en volumen al de España, con un número insignificante. Turquía y Líbano son los países con más refugiados, según ACNUR, lejos del corazón de Europa que se rasga las vestiduras y cree tener el oráculo de la moral. Por lo tanto, menos carteles, más sensibilidad y más orgullo por lo que somos.