Tocada y, casi, hundida. Ada Colau se encuentra en una situación crítica, a falta de 10 meses para las elecciones municipales de 2019, por culpa de su mala gestión. Este viernes, el pleno de Barcelona ha reprobado las cuentas del gobierno municipal después de que Gerardo Pisarello, el primer teniente de alcalde, no encontrara argumentos sólidos para justificar los recortes de 107,5 millones de euros que habrá en dos años, según denunció el PSC, antiguo socio de gobierno de los 'comuns'.
Barcelona, hoy, está mucho peor que hace tres años. Al malestar de importantes sectores de la ciudad se suma la frustración de muchos vecinos y entidades, desencantados con un gobierno que prometió transparencia y es el más opaco de las últimas décadas. Las tensiones se han multiplicado y la ciudad amable de los últimos años es noticia ahora por sus brotes de turismofobia, y la inseguridad política y económica de los últimos meses.
A Colau no le bastará con gesticular para maquillar sus fracasos en políticas sociales y económicas. Tampoco le alcanzará con cortar algunas cabezas para salvar la suya. Nunca la tesorería del Ayuntamiento había estado tan mal. No se han construido los pisos sociales prometidos y los recortes evidencian el fracaso de un modelo caducado. Los fiascos en la unión del tranvía por la Diagonal, en la creación de una funeraria pública y en la multiconsulta constatan la incapacidad de los 'comuns' para trasformar Barcelona. La pérdida de la EMA fue otro duro golpe para la ciudad.
Pisarello, el primer teniente de alcalde, simboliza la caída del gobierno municipal. Persona de talante altivo que un día 'planta' al jefe del Mobile y otro desprecia a la oposición, vivió su particular jornada negra al tener que justificar las inversiones del Ayuntamiento. La oposición, tan volatizada, se le tiró a la yugular por su falta de previsión y transparencia.
El error de Colau al no tener en cuenta una caída de los ingresos, ya sea por los cambios de criterio en la recaudación del impuesto de plusvalía o por la deuda de la Generalitat, puede ser el principio del fin de los 'comuns' en el gobierno municipal. Ella, y solo ella, la llamada reina de la ambigüedad, ha unido por un día a independentistas y unionistas, a la derecha y la izquierda más moderada.
Colau tomó el mando de Barcelona con unas cuentas saneadas y las dejará con muchas luces rojas. Con ella en la alcaldía, los ciudadanos acabarán pagando más impuestos y muchas reformas quedarán aplazadas. Justo lo contrario de lo que prometieron hace tres años. En Barcelona, ahora sí, ha llegado la hora del cambio. De un cambio real y efectivo.