Durante el primer semestre del presente año, publiqué en este medio, y en otros dos, sendos artículos en los que defendía con firmeza el Zoológico de Barcelona como equipamiento cultural, frente a la campaña en su contra basada en el populismo y la ignorancia. No suelo prodigarme y, más aun, no me gusta repetirme, de forma que he permanecido silencioso durante meses, a la espera de acontecimientos. Precisamente en pocos días he tenido conocimiento de dos hechos (uno preocupante; el otro estimulante) que me han inducido a escribir estas líneas.
Empezaré por el trago amargo y así el lector acabará el texto con mejor sabor de boca. Resulta que en nuestro Zoo ha muerto un delfín, concretamente una hembra, que era la decana de la instalación. Al parecer ha sido como consecuencia de una infección vírica, que podría haber sido causada, o favorecida, por la más que deficiente situación del delfinario, según una nota publicada por el comité de empresa. Por lo que sé, con el cuento de que se va a prescindir de los ejemplares de cetáceos odontocetos, no se ha invertido en las instalaciones un euro en años. Según los medios oficiales, se está buscando un “santuario” (sic) para reubicar a los animales. Al paso que vamos, lo más probable es que dicha reubicación tenga lugar en la morgue. Por supuesto que una instalación esté en proceso de desaparecer no justifica que se la deje deteriorar sin más, y esto es precisamente lo que denuncian los trabajadores del centro.
En realidad, la situación es más compleja. La gestión del equipo de la Sra. Colau por lo que hace a los equipamientos en ciencias naturales (orgullo de nuestra ciudad por más de un siglo) parece haber sido llevada a cabo por Othar, el caballo de Atila, como he denunciado anteriormente. Y, por no alargarme, me reservo la opinión que me merece lo hecho por dicho equipo en otros ámbitos. Es cierto que, en lo que respecta a los equipamientos citados, se partía de una situación no demasiado buena, de una importante dejadez en los años precedentes, pero en los más de cuatro transcurridos de administración podemita se ha aplicado a rajatabla la máxima “laissez faire; laissez passer”. Para que se diga que En Comú Podem y asociados son de ideología intervencionista. Creo que no fui el único en quién generó una cierta esperanza la entrada del PSC en el cartapacio municipal, pero en lo que respecta al tema que me ocupa, hasta el momento, no ha habido rectificación.
Bien, pues reprimamos nuestro llanto y vayamos a la buena noticia.
Desde el principio del imbroglio, las más de las asociaciones que agrupan parques zoológicos han puesto el acento sobre la nula preparación científica de los sujetos que impulsaban la campaña contra las instalaciones de exhibición de animales. Los argumentos habrían sido, y lo han sido, puramente sentimentales, con clichés animalistas, que quizá fueran correctos para la factoría Disney, pero poco más. Por eso es muy de alabar la iniciativa de la Facultad de Veterinaria de la UAB de celebrar unas jornadas sobre el uso y manejo de los zoos en el momento presente (véase El Periódico de Catalunya del 4/11/19). La verdad es que no me enteré de su celebración, pues habría asistido gustoso. Por primera vez en mucho tiempo se dio a la comunidad científica competente en el tema (¿se les pide opinión sobre la gestión hospitalaria a los curanderos?), silenciada hasta ese momento por lo que el autor del artículo llama, con una certera ironía, “contubernio vaganohomeopático”. Y para que no hubiera quejas sobre el contraste de pareceres, se trajo a un actor de moda, Joaquin Phoenix, vegano militante. Alguien se preguntará qué hacía tal señor en una reunión científica. Pues mire, en última instancia, intrusismo profesional, como nuestros animalistas de plantilla.
Ante un numeroso público se debatió en profundidad y se dijo mucho y muy diferente a las jeremiadas disneistas que han predominado en los últimos tiempos, ya sea en medios escritos o visuales. A propósito de esos últimos, recuerdo una edición de “Informe Semanal”, de hacia finales de primavera, en el que se le dio toda la cancha a cierta señora que no se caracteriza ni por su rigor, ni por sus conocimientos en materia zoológica pero, eso sí, debió hacer llorar a las abuelitas, describiendo las supuestas crueldades a que son sometidos los animales “cautivos”.
Entrar en detalle de lo hablado me ocuparía mucho espacio, así que recomiendo vivamente a cualquier barcelonés preocupado porque sus descendientes tengan acceso a la cultura que representa el Zoo, que lea el artículo citado a modo de síntesis. Espero que la Facultad de Veterinaria divulgue lo discutido (si no lo ha hecho ya). Y todos juntos exijamos a nuestros representantes políticos que se abra un debate ciudadano sobre a la cuestión, y no nos endilguen unas decisiones tomadas en un pleno apresurado, de final de legislatura, en el que se aprobaron dos resoluciones totalmente contradictorias. Para que luego nos interroguemos sobre la esquizofrenia política del señor Torra. Hacer una cosa y a la vez la contraria, debe ser marca de país.