No hay nada como empezar el año nuevo liando la troca y amenazando a tus semejantes. Fíjense en Kim Jong Un, el Brillante Camarada de Corea del Norte -su padre era el Querido Líder y su abuelo el Gran Líder-, que acaba de anunciarnos que tiene una bomba nueva tan destructiva que nos vamos a cagar. Bueno, no lo ha dicho con esas palabras, pero ustedes ya me entienden. El hombre empieza el año rugiendo, amenazando a todo el mundo y tratando de meterle miedo a Donald Trump, que ya tarda en salir con que él está a punto de tener una bomba mucho más bestia. Hay gente que no aprende nada nunca.

En Barcelona también hay gente que ha iniciado el 2020 de la peor manera posible, haciéndose detener por la policía y pasando la noche a la sombra. Dice el conseller Buch que la noche fue tranquila, para luego añadir que los delitos se incrementaron un 142% sobre el desastre del año anterior. Hay de todo: beodos al volante, sujetos a los que la San Silvestre se les antoja la noche ideal para moler a palos a la parienta, robos y mangutancias a punta pala y hasta una monumental tangana entre marroquíes y ecuatorianos que ha dejado abundantes heridos. Ante este desastre generalizado, solo caben las soluciones individuales.

Yo me pasé media vida entrando en el Año Nuevo con una resaca de capitán general y un humor de perros. No era, evidentemente, la mejor manera de despedirse del año viejo. Desde que me aparté del morapio, despierto cada primero de enero sobrio como una colegiala y provisto de un moderado optimismo. Luego salgo a dar una vuelta por las calles vacías de Barcelona, esquivando vomitonas y viendo a gente que va haciendo eses hacia sus domicilios o que sigue borracha y buscando un bar abierto, cosa francamente difícil el uno de enero. Nunca hago planes para el año que comienza, pero, gracias a comentarios que he ido leyendo en Facebook, detecto cierta tendencia a considerar la década que empieza el equivalente de los felices años veinte del siglo pasado. Quienes mantienen esa teoría prevén una década de cachondeo non stop como el de cuando Scott Fitzgerald y las flappers.

Envidio su entusiasmo. Dios me libre de empezar el año ejerciendo de cenizo, pero…¿Ya nos hemos olvidado de cómo acabaron the roaring twenties? ¿Nadie se acuerda del vistoso crack del 29, con todos los arruinados de Nueva York arrojándose por las ventanas de sus apartamentos en Park Avenue? ¿No tenemos presente que en los años 30 el fascismo y el nazismo liaron una bronca descomunal de la que el mundo no salió hasta mediados de los 40? ¿A qué viene esta alegría tontiloca ante un anhelado remake de los años 20 del siglo XX?

Pienso en los cenutrios y delincuentes que han pasado la noche en el calabozo, que parecen ser los únicos que no esperan nada de la nueva década prodigiosa, más allá de seguir siendo los seres lamentables que son. Imagino sus deseos para el año que comienza: robar sin que los trinquen, llevarse por delante a la parienta de una vez por todas, matar a moros si eres sudamericano y matar a sudacas si vienes del Magreb…Me sabe mal reconocerlo, pero me temo que esos indeseables son los barceloneses más lúcidos del momento presente. Y en cuanto a Kim Jong Un, ¡ojalá reviente con su propia bomba! ¿O es que yo no tengo derecho a empezar el año deseándole lo peor a alguien?