Junts per Catalunya dice que es una formación republicana, pero sus documentos se parecen mucho a las cartas a los Reyes Magos. La semana pasada hizo pública una serie de “44 propuestas” para la renovación de Barcelona tras el confinamiento. Un panfleto. Pero permite ver qué tipo de ciudad proponen: una que se vea endeudada hasta las cejas. No les importa. Durante la época en que fue alcalde Xavier Trias la función del consistorio barcelonés fue la de financiar los caprichos de la casa de enfrente. Y, por supuesto, nunca reclamar nada al Gobierno de la Generalitat. La historia se repite. Entre las 44 proposiciones hay un montón que hacen referencia a demandas a realizar al “Gobierno del Estado” y ninguna al Gobierno catalán. La única vez que se cita a un organismo de éste es cuando se habla de la colaboración del municipio con otras administraciones en materia de cultura: Diputación, Ministerio y Consejería de Cultura. No citarla en este caso hubiera resultado casi descortés.

Cabe la posibilidad de que el grupo que preside Elsa Artadi no confíe demasiado en el Gobierno que sostienen que preside Joaquim Torra. O bien que considere que la Generalitat no debe hacer nada por la díscola Barcelona. La tercera posibilidad es que Artadi defienda que a los barceloneses, ni agua.

Una de las primeras frases de la nota del grupo municipal que publicita las 44 propuestas dice: “Es el momento de rescatar a pymes, autónomos y emprendedores, de rescatar puestos de trabajo”. ¡Ah! “Puestos de trabajo” sí, pero a los trabajadores no hace falta. Una omisión que es toda una declaración de intenciones y, sobre todo, de intereses. Eso sí, la nota no olvida el populista recurso al peloteo: “Mantenemos la confianza en la gran ciudad que tenemos”.

Las soluciones de JxCAT parecen redactadas por los economistas de Ciudadanos: menos impuestos y más subvenciones. Así, para el IBI se aumentará “el baremo de las líneas de subvenciones de ayuda al pago” de este impuesto y se solicitará un cambio legislativo para reducirlo. Los impuestos de este ejercicio se podrán pagar en los próximos dos años, sin recargo alguno. La tasa de recogida de residuos se aplazará hasta 2021, igual que la tasa turística y, además, el consistorio debe comprometerse a no aumentar los impuestos en los próximos tres años. A ver si hay suerte y queda paralizado.

Entre las peticiones al Gobierno central, más de lo mismo: la reducción del impuesto de sociedades a las industrias culturales y la exención del IVA en los alquileres de locales, la conversión del IVA cultural del 21% al 10% y bonificaciones de diversos impuestos locales como el IBI (otra vez), actividades económicas y vehículos, además de un aumento de la contratación pública.

Entre las propuestas se incluyen varias campañas publicitarias, que es una forma encubierta de algunas administraciones para subvencionar a medios afines, y diversas sugerencias de redactar planes para esto y aquello, además de la de congelar las grandes obras. Tal vez como la de la línea 9 del metro, a cargo del Gobierno catalán, que trata desesperadamente de repartir los costes entre el resto de administraciones. En cambio, a Artadi le debe de parecer que las necesidades reales de la gente van por otro lado, de modo que una petición de ayudas a la infancia la ha tramitado Neus Munté en un documento aparte. También podría ser que no se hablasen. Por cierto, Munté no cita que las tarjetas comedor dependen de la Generalitat y son remitidas a los ayuntamientos, incluido el de Barcelona, con notable retraso. Tampoco importa: sólo son para familias pobres, que se conforman con poco y, en general, no llevan lazo amarillo.

Lo más sorprendente (es sólo una forma de hablar, no hay en realidad sorpresa) es que estas medidas o sus equivalentes no figuran entre las que defiende el grupo parlamentario del 3% en el Parlamento catalán, cuyos presupuestos contemplan una potente subida de impuestos. También resulta llamativo que no haya ni una sola línea dedicada a explicar cómo se compagina el descenso impositivo municipal con el incremento de las subvenciones y otros gastos como el coste de las campañas publicitarias y el de la ampliación de plantilla.

Hubo un tiempo, con Maragall en la oposición, en el que el PSC adoptó las formas inglesas: si un diputado proponía destinar dinero a alguna actividad, tenía que decir de dónde sacaba el dinero contando con los presupuestos reales: o se reducía una inversión o se sugería una nueva tasa. Eso, a JxCAT ni se le ocurre. Lo suyo es la demagogia a espuertas. Para ellos el dinero es infinito y si no crece en los árboles se debe a que Cataluña no es independiente. Claro que igual no es eso y, simplemente, han pensado en financiar estas partidas devolviendo el 3%. ¿A que no?