Hoy era su gran fiesta televisada en tiempos de duelo. Colau se montó una performance en balcones y azoteas con un cartel de músicos y cantantes de primera fila. Conchabada con la productora de un colega trotskista, iban a pulirse un dineral público en su capricho. Pero la alcaldesa tuvo otra mala semana. Se descubrió su pastel y la sociedad civil musical la abandonó sola y descangallada. Los representantes políticos del Ayuntamiento la pillaron, la dejaron hecha unos zorros éticos y quedó sumida en otro mar de sus llantinas. Su lema era que toda Barcelona saldría de ésta, pero la que salió trasquilada es ella. Además, este asunto no ha hecho más que comenzar, ya que surge de bajo sus moquetas la telaraña de favores mutuos que ha tramado con el ultra-capitalista mediático que tiene en la Costa Brava un yate tan grande que parece el acorazado Potemkin.

 Una mala racha la tiene cualquiera, pero la de Colau o es un mal de ojo, o una conspiración cósmica contra ella. Primero fue la derecha satánica que criticó su nuevo cochazo. Después, sus camaradas del Cupijerío anticapitalista empezaron a intrigar y aliarse con asociaciones de vecinos y plataformas variopintas para montar una campaña contra su autoridad y organizarle una movida a costa del hambre en la ciudad. Simpatizaba con ellos cuando glorificaba la Semana Trágica y la Rosa de Fuego. Luego le quemaron parte de Barcelona. Después, les facilitó cortar la Meridiana sine die. Ahora, así de mal se lo pagan. Suele pasar cuando se malcría cuervos antisistema que aprovechan desgracias colectivas para practicar idénticas tretas populistas que sus homólogos neonazis en Grecia y mafiosos en Italia.

Al complot contra Doña Perfecta Ada, se han sumado la Guardia Urbana represiva, la Protección Civil precavida y Agentes Cívicos ofendidos. Porque intentó montarse una brigada secreta de funcionarios adictos a ella cuya misión era espiar en las calles y atemorizar a quienes incumplan alguna de las muchas y dispares normas de la desescalada. El resultado fueron broncas y peleas, ya que no tienen autoridad legal ni para preguntar la hora a un paseante. Iban a ser otra fiel cuadrilla que reforzaría a sus comisarias políticas empoderadas en sus tinglados feminoides.

Y más aún. Mientras que su programa infantil en Beteve fracasó, la esposa del sátrapa de Waterloo, que también le tiene inquina, vuelve a la pantalla de otra cadena con cuatro entrevistas anglófonas a seis mil euros mensuales. Tras tantas circunstancias desfavorables para Colau, la Barcelona hastiada de ella se ha librado hoy de su festejo particular y le ha dado a entender que deje de maltratar a la música y a la cultura. Aunque sea a costa de que Iglesias, Asens y Pisarello le busquen una canonjía de las bien pagadas allá por Madrid. Es lo que se hace con los asesinos de canciones que molestan en las terrazas y en el metro: se les da unas monedas a cambio de que callen y se vayan con su música a otra parte.