En las últimos días hemos visto en Barcelona cómo el debate municipal ponía el foco en la contratación a dedo de un suculento contrato de 500.000 euros a Mediapro. Mediante una subvención directa de 250.000 euros, Colau pretendía regalar el dinero de los barceloneses a su amigo Roures.
Sobra decir que en estos momentos de enorme incertidumbre económica y social, el gasto público debe destinarse a partidas que realmente sean necesarias para la ciudad y no para la autopromoción de la alcaldesa como pretendía el gobierno municipal con el concierto de los balcones.
Lamentablemente, la rapidez en la gestión de la concesión de dicha subvención dista mucho de la lentitud con la que se han llevado a cabo las gestiones para ayudar a un sector clave en la ciudad como es la restauración. Durante semanas, hemos visto cómo Colau y Collboni daban largas a los restauradores pero finalmente la presión del gremio y de algunos partidos políticos, como es el caso de Ciudadanos (Cs), les ha hecho recapacitar. Más vale tarde que nunca.
Sin embargo, esta decisión es una excepción en medio de la cruzada institucional existente contra las terrazas de bares y restaurantes de la ciudad. Desde el inicio de su mandato, Colau ha encontrado en la restauración un enemigo imaginario al que quiere eliminar. Como en tantas otras cosas, la alcaldesa se equivoca.
Las terrazas forman parte de la identidad de esta urbe mediterránea, son un elemento más en la vida diaria de los barceloneses y de sus turistas. Además del impacto social y de ocio de las terrazas, tampoco podemos dejar de lado el gran impacto económico y laboral que le repercute ya no solo a la ciudad, sino también al conjunto de municipios del Área Metropolitana de Barcelona. En términos de ciudad, el sector supone una de las principales fuentes de ingresos. Para los ciudadanos, estos espacios abiertos son también un elemento de seguridad.
Las terrazas y veladores dan vida a Barcelona. Sin ellas, la ciudad es más gris y está más desangelada. Forman parte de nuestras historias cotidianas, de nuestro anecdotario; son el lugar perfecto para emprender, negociar, leer un libro, conversar o, simplemente, hacer una parada, tomar algo y observar a nuestro alrededor.
Desde que soy concejal de nuestro ayuntamiento, guardo grandes recuerdos asociados a la lucha de los restauradores por defender sus terrazas y que ya forman parte de la historia de la ciudad. Junto a mi compañero Koldo Blanco conseguimos, en la anterior legislatura, que junto a Joaquim Forn (JXCAT) y Javier Mulleras (PP), pudiéramos cambiar la ordenanza municipal que habían aprobado ambos partidos con anterioridad. Aquella ordenanza tenía la intención de permitir conciliar las propias terrazas con la movilidad de personas y el descanso de los vecinos pero en la práctica resultó ser contraproducente debido a la interpretación que hizo de la normativa Ada Colau. Esta circunstancia provocó un hostigamiento a la restauración que trajo consigo la reducción de numerosas mesas en casi todos los establecimientos.
La animadversión de Colau hacia el sector le acarreó, ya en octubre de 2016, una primera manifestación que reunió a muchos restauradores, especialmente de Ciutat Vella, para luchar por sus negocios y por su futuro. Entonces tuvo un papel fundamental Oti, una mujer de coraje que luchó incansablemente para que aquella protestas fueran un éxito… y vaya si lo fueron.
Desgraciadamente, ahora vivimos otro momento histórico. Un presente desgarrador porque no podemos olvidar que esta maldita pandemia ya se ha cobrado la vida de más de 27.000 personas en nuestro país y dejará enormes secuelas en nuestra sociedad. Entre esos efectos, cabe resaltar, la enorme incertidumbre que padecen las personas que viven del sector de la restauración en la ciudad y cuya situación en estos momentos es sumamente compleja. Personalmente, no hay día en que no sufra pensando en la angustia que experimentan miles de barceloneses que llevan semanas sin ningún ingreso, con multitud de gastos por cubrir y un futuro preocupante.
Desde el ayuntamiento tenemos que seguir arrimando el hombro por ellos. Ya hemos conseguido, junto al trabajo y al coraje del Gremi de Restauració, que el gobierno de Colau y Collboni recule en su pretensión de ahogar a miles de familias con su infame tasa aprobada para 2020 y que en algunos casos suponía un incremento del 500%. Hemos logrado que se rebaje en un 75% el incremento de la tasa y que se permita ampliar el espacio para paliar la ruina que puede suponer tener establecimientos sin ingresos durante tantas semanas y con exigentes limitaciones de aforo, una vez reprendan su actividad.
Es un momento clave para el futuro de miles de familias en la ciudad. No es el momento de especular con políticas simplistas y de cara a la galería basadas en la autopromoción de quien se cree que para tocar el cielo solo hace falta subirse a un balcón. Bajen a la tierra, pisen las calles y comprobarán que siempre es mejor invertir 500.000 euros para ayudar a los comerciantes que invertir ese dinero en un proyecto propagandístico otorgado a dedo a un empresario con presuntos vínculos en paraísos fiscales. Querida Ada: menos balcones y más terrazas.