Para que dos se entiendan, tiene que haber un interlocutor a uno y a otro lado. Roger Pallarols, director del Gremi de Restauració, priorizó el acuerdo aunque tiene sus pegas al redactado final. Es una actitud que le honra, porque el decreto del Ayuntamiento es un balón de oxígeno en toda regla para un sector que ha estado dos meses cerrado, tiene varios meses con mucha incertidumbre en el horizonte porque se tardará tiempo en volver al mes de marzo de 2020 y el verano se cierne con muy malos augurios. Pero la buena voluntad de Pallarols de poco serviría si en el otro lado no estuviera Jaume Collboni. El líder socialista ha sido el muñidor de un acuerdo que se veía con reticencias desde los comuns. Janet Sanz, quizás ha sido su principal apoyo, aunque sólo sea para evadir su responsabilidad tras sus penosas declaraciones sobre el futuro del sector de la automoción.
Pallarolls y Collboni, sin lugar a dudas han estado a la altura porque ambos han puesto las luces largas en lugar de centrarse, y obcecarse, en el regate corto. Las ayudas previstas por el ayuntamiento a los restauradores deben ser un espejo dónde deberían mirarse muchas poblaciones del entorno de Barcelona, porque del futuro de este sector dependen miles de familias. Desde los trabajadores hasta los pequeños empresarios que esperan como agua de mayo, nunca mejor dicho, que lleguemos a la fase 1 y empecemos la desescalada. Son medidas sensatas que abordan la fiscalidad y el espacio de las terrazas, otrora tema de conflicto y desencuentro.
Luego, cuando la pandemia sea historia, se tendrá que abordar de nuevo el espacio en la vía pública, la movilidad y la conciliación con los vecinos. El tema no será fácil. Ya vendrá, ya se abordará, ahora lo que toca es centrarse en lo importante.
No en todos los sitios luce el sol igual. Vilanova i la Geltrú es un ejemplo. El equipo de gobierno es una coalición entre ERC, Junts per Catalunya y la CUP, que dejó fuera de la alcaldía al PSC, el partido más votado. Este, supuesto, gobierno progresista ha reducido la tasa de terrazas al sector de la restauración en un 35% al igual que la tasa de basuras. Sin embargo, esta última ha subido este año un 49%, por lo que el ayuntamiento ha vendido una rebaja que no es tal. Los comerciantes y restauradores pagarán lo mismo que el año pasado, sino algo más, y el ayuntamiento se garantiza los mismos ingresos. Esto debe ser la famosa solidaridad. Y claro, las comparaciones son odiosas.
El gremio de la capital del Garraf mira con envidia la rebaja de Barcelona que se sitúa en el 70%. ¡Viva la diferencia! Y es que la principal diferencia es que los comerciantes no tienen interlocutor en el otro lado. Sólo encuentran silencio en el ayuntamiento. Un silencio, o menosprecio, que se brindan entre socios de gobierno. Mientras el grupo municipal de Junts per Catalunya pedía el 100% de bonificación de las tasas, el ayuntamiento otorgó el 35%. O no les escuchan, o simplemente no pintan un colín. En los tiempos que corren es un grave error no escuchar, y más error si el que no escucha son los representantes de la administración más cercana al ciudadano.