Que el Ayuntamiento de Barcelona quiera ser más efectivo en la lucha contra la pandemia es loable. Que lo quiera hacer a costa del contribuyente para su mayor gloria es lamentable, penoso y, sobre todo, sectario. La pasada semana nos enteramos de que el consistorio había contratado una empresa para realizar un rastreo preventivo y detectar coronavirus en las aguas residuales. La incógnita que el Ayuntamiento no ha contestado es el porqué se contrata una empresa si ya tenemos una que se dedica a esta cuestión.
Tanto Aigües de Barcelona, concesionaria en la capital, como la sociedad mixta de la AMB, que suministra agua a los municipios del área metropolitana, realizan este cometido desde el mes de junio. Eloi Badia, sin embargo, decidió no ejercer sus responsabilidades porque en ambas empresas el Ayuntamiento tiene mucho que decir, aunque sólo sea para defender que los ciudadanos pagan la tasa de residuos a través -qué coincidencia- del recibo del agua. Porque los municipios tienen la potestad de marcar la hoja de ruta de la concesión, y más si son empresa como en el caso de la sociedad mixta.
Badia, por tanto, hace dejación de sus propias responsabilidades. Primero, porque las pruebas ya se realizan y la nueva concesión es simple y llanamente una duplicidad del servicio. Segundo, porque la nueva empresa concesionaria ha sido sancionada por formar parte de un cártel que se repartía el suministro de radares meteorológicos de la AEMET, algo que no cuadra en demasía con las actuaciones y declaraciones de los comunes sobre este tipo de empresas. Y tercero, porque los ciudadanos ya pagan la tasa de residuos, un 16% de la factura total de agua, y no tienen que asumir un coste añadido porque el servicio ya se realiza, y no consta que el consistorio haya criticado la efectividad del trabajo realizado en los dos últimos meses.
La actuación del equipo de gobierno solo se entiende por el sectarismo que invade todas las actuaciones de Eloi Badia. Más que un político, un gestor, Badia se asemeja más a un cruzado que autoimbuido de razón, de toda la razón, lucha sin cuartel contra la compañía de aguas. Badia no solo no cree en la colaboración público-privada, sino que la combate. Y esta obsesión le lleva a cometer errores de gestión como este. Duplicar el gasto, desentenderse de sus responsabilidades de gestión. El concejal ha vuelto a quedar en evidencia. Por enésima vez. Esperemos que se digne a darnos alguna explicación sobre esta última decisión. De todas formas, esperaré sentado porque no es lo habitual en el señor Badia. Lo de dar explicaciones más allá del argumentario “cruzado”, brilla por su ausencia.