España e Italia hemos pasado desgraciadamente por situaciones muy similares en los últimos meses. Con varias semanas de diferencia, ambos países hemos sufrido los estragos de un virus desconocido hasta el momento. Al vivirlo con varias semanas de diferencia, España pudo tomar nota de la situación vivida en el país vecino, pero sin embargo, pareció no querer tomar en serio lo que estaba sucediendo.
Algunos podrían decir que Italia no tomó nota de lo que sucedía en China, y probablemente tengan razón, pero lo que nadie puede negar a los italianos es que a día de hoy han aprendido la lección y se han puesto las pilas.
Este fin de semana decidí escaparme a Venecia, y justo al llegar al aeropuerto nos hicieron pasar por un lugar en el que nos realizaron un test gratuito para detectar el Covid-19. En media hora eran capaces de dictaminar si estábamos infectados o no, y en caso de estarlo se nos impedía la entrada al país. La verdad es que uno se siente francamente seguro en un país en el que al entrar sabes que todos los ciudadanos con los que entras, sean del país que sean, han pasado una prueba que garantiza que no acuden contagiados. Sin duda eso da una sensación de seguridad que agradecen tanto los ciudadanos italianos como los visitantes que acuden a disfrutar unos días de sus encantadores rincones. Toda precaución es poca para un momento en el que extremar las precauciones debería ser una obligación.
La vuelta a España sin embargo, fue todo un despropósito. Al llegar a la cola del avión nos advirtieron de que era necesario rellenar un formulario que generaría un código QR. El formulario no hacía otra cosa que preguntarte si habías estado en contacto con algún contagiado y te pedía los datos de contacto por si las moscas. La aplicación resultó ser un desastre. El momento de hacer la cola fue de lo más angustiante. Más de 30 personas tenían problemas con la aplicación y estuvieron apunto de quedarse en tierra. Finalmente desde la compañía decidieron dejar que todo el mundo entrase en el avión y se les facilitaron al llegar a Barcelona unos papeles en los que se les requería la información anteriormente mencionada.
Al llegar a Barcelona se nos medía la temperatura y se nos solicitaba el papel en el que todos afirmábamos no haber tenido contacto con contagiados y anotábamos la dirección a la que nos dirigíamos. Imagino que esto es algo que tiene sentido en el momento en que tu objetivo es detectar a los posibles contagios derivados de un brote en un avión, pero no entiendo como un país como Italia es capaz de hacer tests gratuitos a todos lo que llegan y España no lo es. Al final es como siempre una cuestión de estrategia y voluntad. Cualquier visitante que llegue a España gasta suficiente dinero en el país como para que podamos permitirnos analizar si viene o no contagiado.
La situación es lo suficientemente grave como para que nuestros gobiernos se tomen en serio el turismo que llega a nuestra ciudad. No parece demasiado seguro que los turistas que llegan a nuestra ciudad puedan acceder a ella sin pasar ningún tipo de revisión. A ninguno de los que íbamos en el vuelo a Venecia nos pareció mal que nos hicieran el test. Todo lo contrario. Tras esperar media hora entramos al país sabiendo que no estábamos contagiados y que no podíamos contagiar a nadie.
Al final todo se reduce a utilizar el sentido común. En una situación de emergencia como la que vivimos es imperativo proteger a los ciudadanos, y es fundamental conseguir que el turismo tenga la confianza suficiente como para volver a viajar. Sobretodo en lugares con una dependencia estratégica del turismo tan importante como Barcelona.
Durante años algunos han caricaturizado a nuestros vecinos italianos, pero tras la gestión de la pandemia muchos nos damos cuenta de que ellos han aprendido de lo sucedido mientras que otros hemos decidido no pedir ni siquiera explicaciones por la situación vivida.
Parece que mientras unos no aprendemos de los errores a base de intentar esconderlos otros hacen los deberes y se ponen al día. Es siempre más cómodo negarse a asumir la realidad que ponerse manos a la obra para asumirla y solventarla. No vendría mal que, en medio de los debates estériles en los que algunos se han instalado desde hace años, encontraran un momentito para analizar lo que están haciendo nuestros vecinos para darse cuenta de que hay decenas de cosas que podríamos hacer para mejorar la situación actual. Nos jugamos el presente y el futuro de nuestro país. Y eso no es cualquier cosa.