Ada Colau no descarta un tercer mandato. Manuel Valls parece, como ya comentamos en esta misma columna hace unos meses, mira más a Paris que a Barcelona. Vamos, que no con un mandato ha tenido más que suficiente en el ayuntamiento. Elsa Artadi tiene un pie en el consistorio y el otro en el Parlament esperando ser llamada a más altas instancias. Ciudadanos necesita un candidato con urgencia para no ser todavía más irrelevante, a pesar de la constancia de su grupo municipal. El PP solo necesita, por si fuera poco, reinventarse porque su líder va por libre y el partido ha desaparecido de la escena política. Esquerra Republicana sigue apostando por Ernest Maragall, aunque no son pocos los dirigentes que quieren consolidar un número dos para el relevo del líder en un plazo que no es demasiado largo porque la edad no perdona. Y Jaume Collboni empieza a marcar ciertas distancias con Colau en la gestión municipal. Sin estridencias, pero marcando un perfil propio alejado de las veleidades de los Comunes.

En este escenario, la ciudad afronta una segunda pandemia que genera varias crisis al unísono que pueden colapsar la economía y la salud de la ciudad. La crisis sanitaria está amenazando la red hospitalaria que resiste, mal que le pese a la alcaldesa, por la alianza con un sistema privado y público-privado que evita el colapso de los hospitales barceloneses. La crisis económica ha ampliado la brecha social por la pérdida, o precarización, del empleo; ha puesto en jaque al sector servicios, el gran puntal de la ciudad y hace vislumbrar negros presagios en el ámbito industrial con la caída de Nissan.

Varios proyectos pueden salvar al sector de la automoción y ponernos en primera línea de proyectos industriales con valor añadido tecnológico y sostenibilidad en la industria de la automoción, tan denostada por las políticas del consistorio que están dibujando una ciudad imposible en materia de movilidad. No se puede cantar victoria, pero vamos por el buen camino. Al menos hay proyectos, ninguno liderado por el consistorio, curiosamente. No son los únicos. Otros grupos como Agbar están trabajando en un ambicioso proyecto metropolitano. Tampoco aquí el consistorio está por la labor.

El sector servicios está tocado de muerte. El Ayuntamiento tiene que arbitrar medidas que vayan más allá de las aprobadas al final de la primera ola. No hay suficiente para que bares y restaurantes no queden noqueados en esta segunda. El gobierno municipal debe actuar ya, con decisión. Es decir, con ayudas directas a los afectados como la supresión de impuestos o subvenciones directas. Esto va a durar y mucho. Lo acordado hasta ahora ya no cumple con lo previsto. Hay que ser arriesgado e inyectar el dinero en vena para que el paciente reaccione.

Es el momento en el que las fuerzas presentes en el consistorio cierren filas y se concentren en lo mollar, no perdiéndose en debates que pueden ser pospuestos, aunque no aparcados. Conviene un cierre de filas político, al tiempo que Colau debe buscar complicidades con la sociedad civil. Una buena parte de ella le ha dado la espalda. Los empresarios han mostrado su descontento y el mundo empresarial es un clamor contra la alcaldesa por su gestión. Hoteleros, restauradores, constructores, ocio nocturno, turismo, industria, gremios de comercio y el conjunto de las organizaciones empresariales se han plantado. En un momento en el que la colaboración público-privada se plantea como la más pragmática para encontrar soluciones de futuro, obliga a restaurar la cultura del consenso y no la de la confrontación.

Colau ha dado la espalda a Foment del Treball y a PIMEC. Sánchez Llibre en este diario ha dejado la puerta abierta para reestablecer el diálogo, lo que contrasta con la actitud de menosprecio que mostró la alcaldesa en la entrevista en RTVE. El presidente de Foment ha abierto la puerta para volver a sentarse a hablar, para escucharse y para buscar puntos de encuentro. Haría bien la alcaldesa es conjugar en primera persona el verbo escuchar. Es hora del consenso para reforzar un proyecto que está viviendo un tsunami. Consenso político, social y económico para configurar una estrategia común. Como mejor bálsamo para curar las heridas que este bicho nos dejará. No es hora de las pequeñas miserias. La alcaldesa debería ponerse en este empeño, dejando de lado las máximas irredentas que la caracterizan y, por una vez, hacer de alcaldesa. Y si no asume este liderazgo, alguien lo tendrá que asumir. Alguien dentro del consistorio y, quizás es un suponer, del equipo de gobierno.