En Barcelona no cabe un equidistante más. Lo de condenar solo lo que hacen “los otros” es una constante que hemos normalizado hasta el punto de no escandalizarnos. Si resulta que un grupo prookupa ataca el Ayuntamiento de Barcelona resulta que se trata “de unos pocos”. Si cuatro descerebrados nostálgicos del fascismo salen a la calle resulta que lo que se vive es una manifestación fascista.

Este sábado por la noche, un grupo de okupas han destrozado la fachada del Ayuntamiento de Barcelona y la alcaldesa se ha pronunciado como era de esperar, con la tibieza propia de quien no quiere molestar a un colectivo hacia el que parece siempre haber proferido simpatía.

Tras ver las imágenes de un grupo de radicales rompiendo los cristales con barras de hierro y realizando el típico lanzamiento de adoquín puesto de moda por los CDR contra la policía, la reacción de la alcaldesa ha sido tuitear que “hoy una minoría ha roto los cristales del Ayuntamiento y ha atacado un parque infantil. Seguiremos rechazando toda forma de violencia, trabajando para frenar todos los desahucios de familias vulnerables y haciendo parques para niños. Delante de la crisis más que nunca defendemos una Barcelona de cuidados”. Porque claro, realizar una afirmación en la que se condene toda forma de violencia y se hable de una minoría es una afirmación mucho más cómoda que una en la que se aborde el problema real al que nos enfrentamos. En Barcelona no cabe la violencia ni la okupación. Pero eso no puede decirlo quien parece legitimarla.

Pasa lo mismo con los partidarios de la independencia, que son incapaces de observar una sola instrucción judicial con objetividad porque “se trata de los nuestros, y si son nuestros son buenos, seguro”. Da igual que haya indicios de corrupción. Como son de los nuestros no pueden ser corruptos. Da igual que estén condenados por corrupción. Pujol no pudo hacer eso, y si lo hizo da igual, porque atacar a Pujol es atacar a Cataluña. Da igual que Convergencia haya demostrado ser un nido de corrupción. Son los nuestros, y eso es lo importante.

Es sorprendente que a estas alturas algunos sean incapaces de entender que las generalizaciones son siempre inexactas.

Hemos vuelto a vivir estas generalizaciones al hablar de quienes han salido a la calle mostrándose en contra de las medidas de la Generalitat. Se les ha calificado a todos de delincuentes, y eso es sencillamente falso.

En las revueltas del otro día encontramos a gente de derecha, de izquierda y de todo signo. Gente descontenta que se ha dado cuenta de lo desconectados que están los gobernantes de su ciudad y de su comunidad autónoma de las realidades que ellos viven. Gente que está harta de ver como se cierran sus negocios, como pierden el trabajo y como la respuesta de la administración es algo más que insuficiente. Esta gente tiene todo el derecho del mundo a expresar su malestar y su enfado. A canalizar su indignación.

El problema es que aparezcan siempre en cualquier concentración los típicos antisistema que no se dedican a nada más que a destrozar las reivindicaciones legítimas de los demás usando la violencia. En esta caso dejando incluso su sello. Si el movimiento okupa destroza los cristales del Ayuntamiento y pinta en los mismos “okupa tú también” se condena. No cabe otra opción. Si bandas de delincuentes se dedican a destrozar comercios se condena. Pero basta ya de generalizaciones y basta ya de cobardes que no son capaces de llamar a las cosas por su nombre simplemente porque no les conviene o porque les supone un esfuerzo tener que explicar qué hay detrás de lo que se está viviendo.

La violencia siempre es injustificable, pero en este caso tiene nombres y apellidos y se le puede condenar sin dar palos de ciego. De todos modos la violencia no puede borrar el trasfondo de unas reivindicaciones que todos podemos entender. Bien porque tenemos cerca gente afectada por la situación actual, bien porque nos afecta directamente o bien porque tenemos la empatía suficiente como para ponernos en la piel de quienes están perdiéndolo todo y no son capaces de ver futuro ninguno.

En Barcelona necesitamos soluciones para los más necesitados y para quienes empiezan a estarlo por culpa de la situación actual. Autónomos, asalariados, desempleados. Frente a ellos toca dar la cara. No vale aquello de ir a grandes fiestas mientras los restauradores están cerrando. No vale dar largas a quienes sufren. Es imprescindible que se establezcan ayudas directas que permitan que los sectores fundamentales de nuestra ciudad no quiebren. De lo contrario, lo del sábado será una broma comparado con lo que vendrá. Y ahí las opciones populistas tendrán su oportunidad de triunfar, y tras ello vendrá el verdadero arrepentimiento y rechinar de dientes. La solución la tienen en sus manos nuestros políticos, pero...o deciden ser valientes o después nos arrepentiremos.