Llega la Navidad y lo que más preocupa a las autoridades es revitalizar el comercio como forma de reactivar la economía. Un mensaje escasamente evangéico, aunque tenia cierto sentido: sin ingresos la vida es más bien difícil. Por cierto, con ingresos de miseria, como los que tienen muchos trabajadores por cuenta ajena, también se vive bastante mal y se consume poco. Está bien que los empresarios se preocupen por el futuro de su negocio cuando piden ayudas al Estado, es decir, cuando defienden sus beneficios, pero no estaría de más que éstos se repartieran más equitativamente. Sobre todo ahora que es navidad y la gente se llena la boca con proclamas de amor. Todo el mundo quiere a todo el mundo, menos las oposiciones a los gobiernos y los gobiernos a las oposiciones. Ahí la navidad no afecta ni a los más católicos.
El espíritu navideño va a ser este año más espiritual que nunca y, consiguientemente, menos material. Igual tiene que ver con el hecho de que se haya recomendado a la gente que no se bese.
El caso es que apenas encenderse las luces navideñas se ha disparado (como cada año) el amor por la indisciplina viaria, de forma que circular por Barcelona se convierte en estas fechas en un calvario. Apenas pasaría nada si la indisciplina se produjera en las zonas reservadas para el el vehículo privado, pero no es así. Éste invade sistemáticamente todo el espacio que encuentra temporalmente vacío, empezando por los carriles reservados al transporte público (en la calle Balmes hay tramos en los que ha tenido que ser protegido con mojones metálicos) y siguiendo por el destinado a los ciclistas quienes, a su vez, ocupan el de los peatones. El resultado no es la anarquía sino el semicaos.
Y eso que ha bajado el tráfico en la ciudad, aunque menos de lo que cabría esperar. Un reciente estudio del RACC sobre la movilidad en Barcelona (hecho en octubre) señala que el uso del coche se ha recuperado en Barcelona y el Área Metropolitana por encima del 80%. Paralelamente, ha descendido el número de usuarios habituales del transporte público. En todos los casos. El porcentaje de ciudadanos que empleaba el metro antes de la pandemia representaba el 42% de la movilidad urbana; ahora es sólo el 27%. La situación se repite entre los usuarios del autobús, que antes sumaban el 32% y ahora el 24%. La suma de los viajeros de Renfe y FGC en la ciudad pasa del 9% al 5%, pero si se consideran los movimientos en el conjunto del área metropolitana, el porcentaje era del 15%, antes de la epidemia, y ahora es sólo del 11%. Se comprende: a la que falla un tren o un bus, el siguiente va más lleno y hay mucha gente que utiliza la mascarilla como corbatín. Además de los que no la llevan, que también abundan.
¿Cómo se mueve ahora esta gente? En transporte privado. Quienes usaban el coche dentro de la ciudad antes del virus sumaban el 24%; ahora son el 47%; si se toman en consideración los viajes de entrada y salida a Barcelona, el incremento también se da: del 27% de antes se ha pasado al 52%. En ambos casos casi se ha duplicado. En cambio, apenas sube el porcentaje de usuarios de la bicicleta (del 12% al 14%); de la moto, (del 17% al 18%) ni del patinete (se mantiene en el 3%). Si alguien ha ido sumando porcentajes verá que no suman 100, porque algunos usuarios utilizan varios modos en el mismo día.
Lo relevante es que este mes de diciembre moverse por Barcelona va a ser un suplicio debido, sobre todo, a la multiplicación de vehículos porque al aumento del uso del coche privado, por el miedo a utilizar el transporte público, se une el incremento más que notable del reparto a domicilio debidó a la pandemia, y aumentado por el hecho de las fiestas.
De modo que serán días de amor, pero también de agresividad al volante e incluso de ira. La paz que se desea en la tierra a los hombres de buena voluntad (ya van quedando menos) no se extenderá estos días a quienes tienen prisa por salir de casa, por llegar a cualquier parte, por aparcar a la puerta del destino, por salir del atasco infinito. Sería bueno, sin embargo, que cada vez que tengan que pasar un ratito parados en el vehículo piensen seriamente que, de la misma manera que el coche de delante no les permite pasar, ellos están impidiendo el paso al que tienen detrás.
También es posible que la navidad toque con su manto a los mandos que tienen que ordenar el tráfico y éstos se vuelvan de golpe eficientes. Eso sí que sería un milagro navideño.