Desde 2015, el partido de Pablo Iglesias no ha dejado de perder apoyo electoral. Tras su incorporación al Gobierno del brazo del PSOE, Unidas Podemos ha participado en dos elecciones autonómicas en las que ha sufrido una caída muy acusada. En Galicia perdió 200.000 votos el año pasado en relación a los obtenidos en 2016, por lo que se ha quedado como fuerza extraparlamentaria. En Euskadi, la pérdida superó ligeramente los 85.000 votos, lo que supuso dejarse cinco escaños y mantener solo seis.
El 14F será la tercera oportunidad para comprobar el precio electoral de su presencia en el Consejo de Ministros. Las encuestas podrían ser mucho peores. De hecho, el CIS dice que podría mejorar incluso en cuatro diputados, lo que supondría pasar de ocho a 12, con una ganancia del 50%. El CEO es más contenido y no descarta que pierda dos de los ocho que ahora tiene; o sea, que se deje un 25%. Si hemos de hacer caso a los sondeos, la horquilla es amplísima, lo que explicaría el nerviosismo que dejan entrever los mensajes incongruentes de los dirigentes de la formación.
Jéssica Albiach, la cabeza de lista por Barcelona, recibió a Salvador Illa, el eje imprevisto de la campaña electoral, relacionándolo con Vox como presunto aliado, el insulto más grave que se puede proferir en estas tierras, casi tanto como que a uno lo relacionen con Ciudadanos. Y lo hacía ya antes de que la ultraderecha se abstuviera –dicen que por un error-- en la votación del decreto ley de gestión de los fondos europeos.
Sin corregirle abiertamente, Ada Colau, la líder de la franquicia catalana de Podemos, ha sido la primera en proponer abiertamente un Govern de coalición al exministro de Sanidad, un pacto que también incluiría a ERC. Albiach, que está atenta, ya ha corregido el tiro y se ha olvidado de Vox; ahora defiende la misma fórmula que la alcaldesa bajo el paraguas de un “pacto de izquierdas”, no un “Gobierno Frankenstein” en referencia a la casa común que quiere montar Pere Aragonès en la Generalitat.
Pero el que está de los nervios es Pablo Iglesias, que no sabe cómo relacionarse con Cataluña y con los nacionalistas y siempre acaba metiendo la pata porque también ignora cómo establecer una oferta electoral distinta a la de sus socios de Consejo de Ministros sin caer en la descalificación y la provocación. Tiene tanto miedo a perder la confluencia catalana que acaba de sumarse a la campaña contra el exministro, a quien considera el "candidato de los poderes mediáticos".
Es evidente que el vicepresidente se considera víctima de esos poderes mediáticos, un mundo que debe conocer muy bien porque se ha dedicado a la comunicación política durante años. De hecho, aún lo hace. El día 17 de enero entrevistó a Daniel Vázquez Sallés –al que llama Sánchez (¡qué obsesión!) en la presentación del vídeo-- en el canal Youtube de Podemos; y lo hizo para hablar de su padre, Manuel Vázquez Montalbán, un hombre muy vinculado a la izquierda neocomunista de Cataluña, al PSUC. O sea, para capitalizar la figura del periodista y escritor desaparecido y asimilarlo a la posición que hoy ocupa Podemos en vísperas de las elecciones catalanas.
Iglesias debería pedir consejo a Ada Colau, que ha aprendido a tratar con los medios y ha conseguido que solo le critiquen unos pocos, esos que ella considera machistas y ultras. Aunque lo intuyo, no me atrevería a decir cómo lo ha conseguido. Pero debería echar una mano a su jefe-socio, a ver si se centra y hace una campaña en sintonía con su filial catalana, que no da una a derechas.