Hemos llegado al ecuador de la campaña y Barcelona brilla por su ausencia en el debate político. Porque ya les digo, de entrada, que el rap de la alcaldesa no vale como debate sobre Barcelona. Tampoco la estúpida polémica desatada por Junts per Catalunya sobre la retirada de carteles de su formación de las calles de la ciudad. Falso, los carteles están en lugares indebidos y los trabajadores municipales los retiran. Qué se puede esperar de Junts si su líder en Barcelona no conoce los colores de las diferentes líneas de metro. Elsa Artadi no es la mejor consejera para indicar dónde deben colgarse los carteles.

La semana ha sido, como diría, normal. Anodina. Los vecinos de la calle Bailén están a la greña porque el tráfico por la calle se ha reducido un carril. Consecuencia de la medida, pollo general. Eso sí, todos los mastodónticos bloques de hormigón que se han convertido en las nuevas setas urbanas tienen una gran utilidad. Como lo leen. Los bares cierran a las 9.30 -esta semana más tarde-. Si quieres tomar un café tienes que hacerlo fuera de un establecimiento que no tiene mesas activas por las restricciones. O sea, o lo tomas de pie, o disfrutas de un cómodo asiento en los bloques de hormigón. Tendríamos que felicitar a la señora alcaldesa, no por el rap, sino por facilitar a los sufridos barceloneses lugares de descanso cafetero repartidos por doquier.

El Tribunal Supremo ha dado un revolcón al plan hotelero de Colau, el PEUAT. El alto tribunal inadmite a trámite el recurso del Ayuntamiento reclamando la nulidad íntegra de la sentencia del TSJC. El plan limita la apertura de nuevos establecimientos para poner trabas al turismo masivo. Como decía Crónica Global en la información esto es motivo de debate político, pero el problema es que los tribunales lo han tumbado por falta de rigor administrativo. El no va a más de la mala gestión. Veremos que nos dice el TSJC ante el último recurso del consistorio, este mes o el próximo.

Como ven, nada nuevo bajo el sol. Eso sí, qué nivelazo tenemos en el Ayuntamiento. A esto súmenle la pandemia. Por cierto, al menos esta semana parece que será foco de buenas noticias. La presión hospitalaria se ha reducido sensiblemente y la tasa de contagios por 100.000 habitantes está cayendo. Algunas fuentes sanitarias estiman que nos situaremos en torno a 250, algo poco previsible hace unas semanas. Si estos datos eran conocidos por el Govern se entiende poco que intentaran aplazar las elecciones tres meses. Si los conocían, en lugar de alarmar hubieran debido trabajar en la creación de las medidas de seguridad necesarias para que el proceso se haga sin sobresaltos. A las 10 de la mañana, sabremos si tendremos unas elecciones normales o no.

La alcaldesa seguirá esta semana como la pasada, centrada en la campaña. Colau se ha lanzado en cuerpo y alma. Un mal resultado electoral de los comunes puede abrir una crisis en el partido. Algunas encuestas ponen a los morados en el umbral de formar grupo parlamentario, o sea auguran una caída de dos o tres diputados. Otras les dan aire, e incluso apuestan por un crecimiento de hasta cuatro diputados. Todo está en el aire, y Colau se centra en Barcelona, porque solo en la circunscripción de Barcelona tienen posibilidades de obtener representación. Las otras tres demarcaciones son terreno yermo. O sea, que les auguro una semana anodina en política municipal. El domingo a votar y a esperar el nuevo galimatías en el Parlament y sus daños colaterales en el Ayuntamiento de Barcelona.