Evidentemente, no pasa nada. Las denuncias por fraude y malversación contra la alcaldesa por subvenciones directas a su entorno, a sus entidades afines, incluido el observatorio DESC, donde trabajó Ada Colau. Desde el consistorio se han afanado en acusar al “tardofranquismo” judicial de este “nuevo ataque” a la munícipe, y han justificado el aumento de las subvenciones para reforzar el tejido asociativo. Eso como idea no está mal, sí lo está regar a los tuyos con ayudas directas y sin concurso, por la vía de la excepcionalidad. No voy a entrar si hay responsabilidad penal, eso les toca a otros, pero lo que sí hay es una responsabilidad ética y política, y una duda sobre la honestidad de la alcaldesa y su núcleo duro.
Las entidades denunciadas y el consistorio denuncian que son víctimas del lawfare, la persecución judicial por motivos políticos, una excusa habitual. Nada nuevo. Ada Colau y los comunes llegaron a la política para hacer nueva política. Más transparente, menos clientelar. Han tardado poco en caer en los viejos vicios y, todavía menos, en utilizar el argumento de “nos atacan porque somos los buenos”. Hoy varias entidades vecinales, dieciséis, presentarán en el consistorio una petición oficial de cese del concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica, Eloi Badia. Cada una pide el cese por un motivo diferente, y todas coinciden en denunciar “formas sesgadas, sectarias y de dudosa calidad participativa”, además de “nefasta gestión”, por el incumplimiento de sus compromisos. Espero no escuchar del señor Badia, que por cierto sigue mudo con el caso de acoso sexual con sentencia condenatoria en Parcs i Jardins, no diga que las entidades, entre las que figura la Federación de Barrios de Gracia, un distrito que él preside, sean representantes del capital, de las empresas, que son utilizadas por las fuerzas “contrarrevolucionarias”, para atacar a los “legítimos representantes” de los barceloneses.
Badia está en el ojo del huracán desde hace mucho tiempo. Sus fiascos de gestión en cementerios, energía, agua, y así un largo etcétera no le hacen merecedor de seguir en el cargo. Además, la entidad que fundó y que está en primera línea de todas sus perfomances, Enginyers sense Fronteres, también es, ¡qué casualidad!, una de las adjudicatarias beneficiarias de las subvenciones discrecionales, una de las denunciadas que según el concejal Jordi Martí sirven para hacer daño porque nunca se ha probado nada.
El concejal Badia acumula muchos, demasiados, desaguisados. Que las entidades cívicas pidan su dimisión es la gota que derrama el agua del vaso. No es sostenible que Badia siga en el consistorio. Algunas de las entidades que piden su dimisión son del barrio de Vallcarca que, además, anuncian su intención de denunciarlo por “delito medioambiental”, al nada menos que regidor de Emergencia Climática. El motivo la construcción de vivienda social en el único parque del barrio. Badia, además, no atiende a razones y no da respuesta a las alternativas de los vecinos. ¡Todo un ejemplo en eso de escuchar! No es lo suyo, ante la crítica Badia se blinda en su posición. Caixa o faixa. No hay término medio.
Colau está cada día más sola. Sus socios de gobierno, los socialistas, empiezan a sentirse incómodos con una alcaldesa que toma iniciativas unilaterales al margen del PSC como la carta enviada al ministro de Fomento, José Luís Ábalos, sobre la limitación del alquiler. No consultó a Jaume Collboni y en el PSC la acción de Colau no ha sentado nada bien. La oposición está que trina. Casi tanto como los barceloneses. Solo recordar, que en los últimos comicios quedó en cuarta posición. Colau aún está a tiempo de tomar decisiones porque quedan dos años de mandato. Si no lo hace, no estará al frente de la manifestación como en 2015, sino que la manifestación le habrá pasado por encima. Debería empezar a soltar lastre, con nombre y apellidos. Se llama Eloi Badia.