Lo han conseguido. Tras meses mareando la perdiz y tras cálculo electoral tras cálculo electoral el independentismo ha decidido ponerse de acuerdo para hacer lo de siempre. Nada.
Tras años manteniendo una coalición a contra corazón que se ha revelado inútil hasta para conseguir lo único en lo que están de acuerdo, separatistas de todos los colores han decidido renovar. Con cambio de cromos, con cambio de caras, pero sin cambio de rumbo.
El discurso de Pere Aragonés fue más de lo mismo con un intento de revestir de una pátina de izquierdas un futuro gobierno que deja a la derecha conservadora de toda la vida la gestión de carteras clave para cualquier persona de izquierdas. Economía, Salud y Asuntos Sociales acaban en manos de los postconvergentes mientras Aragonés presume de gobierno de izquierdas. Es un atentado al sentido común. No hay más que un “intercambio de cromos” entre quienes ya gobernaban con una fórmula fracasada y que nada tiene que ver con una fórmula de izquierdas.
Pero al separatismo todo le sirve. Porque no es ni de izquierdas ni de derechas. Es nacionalista. Lo demás no le importa. Al final, de nuevo, lo único importante es aquello de “culminar la independencia”. Una independencia imposible que trata de seguir moviendo a sus bases con discursos tan bien sonantes como imposibles. Y bien sonantes únicamente para una parte de la sociedad. Como bien evidenció Salvador Illa, el separatismo tiene un proyecto de parte que solo interpela a una parte de la sociedad.
Esta idea caduca y dañina de supeditar toda la acción de gobierno a una república imaginaria debería empezar a ser una idea del pasado. Hemos sufrido demasiado este último año como para permitirnos de nuevo debates estériles que no llevan a nada más que a la frustración. Nuestros políticos deben poner las instituciones al servicio de la ciudadanía. Hacer cualquier otra cosa, ponerlos al servicio de una causa concreta y de parte es una irresponsabilidad insoportable. Y más en la situación que vivimos.
El procés ha terminado. Es momento de asumirlo. Es un asunto clave para todos. Barcelona necesita que el gobierno de la Generalitat lo asuma de una vez para poder avanzar. No se puede estar hablando de “materializar la república catalana y culminar la independencia” con la que está cayendo. En primer lugar porque eso es seguir mintiendo a la sociedad, y en segundo lugar porque esa obsesión implica perder oportunidades y recursos que se podrían destinar a cosas que verdaderamente preocupan a la ciudadanía. La política va de mejorar la vida de las personas, y eso, desgraciadamente se ha perdido de vista hace ya demasiado tiempo.
Toca pasar página. De todos modos, soy consciente de que no podemos esperar que el futuro gobierno de nuestra comunidad autónoma lo haga. Así que en lugar de pedir que pasen página quizá podríamos pedirle que cumplan con otras cosas aparentemente más sencillas.
Ya que hablan tanto de país podríamos pedirles que piensen en su capital. Que ya sabemos que preferirían que no fuera Barcelona, pero por lo pronto y por más que los sucesivos gobiernos de la Generalitat sigan tratando a los barceloneses como ciudadanos de segunda, Barcelona sigue siendo la capital. Y ya va siendo hora de que se le trate como lo que es.
Estaría bien que el Gobierno de la Generalitat empiece a devolver todo lo que debe a la ciudad de Barcelona. Estaría bien que cumpliese con los compromisos pendientes de creación de equipamientos, o que se dedique a invertir en vivienda pública en la ciudad y no deje esa tarea prácticamente en exclusiva a la ciudad y al Gobierno de España. Porque es importante que la gente lo sepa. Mientras la Generalitat tiene dos promociones de vivienda pública en Barcelona, se ha conseguido un acuerdo con el Gobierno de España que permitirá la construcción de 3.614 viviendas y a día de hoy, en la ciudad contamos con 2.329 viviendas en obras o a punto de iniciarse en 34 promociones durante este mandato. ¿Quiénes se preocupan pues de los problemas de la gente de Barcelona?
Que dejen de hablarnos tanto de independencia y empiecen a revertir los recortes que ha sufrido la ciudad. Que dejen de contarnos cuentos y empiecen a dejar de ser un problema para nuestra ciudad. El gobierno de la ciudad de Barcelona durante estos dos años ha demostrado que es capaz de hablar y colaborar con todo el mundo. Con la Generalitat siempre ha sido francamente complicado. A ver si, entre república y república se ponen de una vez con las cosas que preocupan a los ciudadanos. Cosas que van mucho más allá de declaraciones incendiarias y proclamas grandilocuentes.