Cada vez está más claro que Ada Colau es la mujer ideal para liderar Unidas Podemos o los retales que queden. Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, ha promulgado en su programa de las próximas primarias cómo deben ser y vestir las señoras y señoritas del partido. En su disciplinaria cartilla sobre “comunicación feminista”, ordena y manda “huir de la sexualización de la mujer”. Evitar “mujeres delgadas o primorosamente arregladas”. E incluir a mujeres con “diversidad de cuerpos, formas de sentir o costumbres”. Como resulta obvio que Colau reúne todos estos requisitos, se va convirtiendo en la candidata mejor preparada para suceder a su adorado jefe Pablo Iglesias. E idónea para aguar totalmente el gazpacho de grupúsculos nacidos hace diez años antes de que dure otra década.

Como no es delgada, no va primorosamente arreglada, es muy diversa en su aterradora forma de sentir el baile y en sus costumbres sexuales, según le gusta presumir, la alcaldesa de Barcelona está en plena forma para escapar a Madrid. Como se masca en el ambiente que se acaban sus días al frente de una ciudad que ya no gusta ni a parte de su propia sección femenina, deberá desprenderse de su muy estimada concejala Janet Sanz. Porque tiene pocas carnes y viste como corresponde a la pareja de un arquitecto asesor de las comunas que se embolsa 68.027 euros anuales, por lo menos. Según el estilismo, imagen y moda de las cada vez más desunidas damas de Podemos, tiene que sustituirla por su otra concejala Lucía Martín. Porque se ajusta más al canon y a la tendencia que marca Madrid, ya que gasta rictus de malhumor y enfado crónicos, y ha sido vista sudando en bicicleta, y en dirección contraria, por el barrio que ha transformado en un vertedero de basuras puerta a puerta.

Visibilizar los cuerpos femeninos que se alejan de los cánones de belleza tradicionales es una puñalada trapera a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, señora esbelta que viste con el buen gusto que se espera de una ministra, aunque sea comunista. Ocurrió que era la candidata favorita del machote Pablo, y eso nunca lo perdonan las comadres celosas y menos agraciadas a ojos de su donjuanesco líder. Además, la ministra mamá de sus hijos también es de figura fina y en ocasiones luce escotes elegantes. Así, la purga, marginación y discriminación de candidatas que no parezcan monjas alféreces estreñidas sitúa a Colau en una posición rampante, que es su única especialidad. Además, el libro morado del glamur, según Belarra, trata de cuestiones de lenguaje, aunque no tiene título alguno que le acredite un mínimo conocimiento filológico. Dicta, en su “Protocolo de comunicación feminista”, que no hay que decir, escribir ni repetir ciudadanas y ciudadanos, sino “personas del Estado español”. Ni tampoco trabajadores y trabajadoras, sino “personas trabajadoras”. Este asunto también favorece a Colau, que ahora finge llevarse bien con el president Aragonès, quien, para congraciarse con las comuneras de la facción hembrista (no feminista), afirmó que las mujeres son “personas que menstrúan”. Hombres, ya se sabe.