En caso de formular una pregunta concreta a los vecinos de Sant Andreu sobre la necesidad de tomar medidas y ser activos en el respeto al medio ambiente y la lucha contra el cambio climático la respuesta sería afirmativa.
Si también se les preguntase sobre si quieren que la gestión sea buena, participada e informada, la respuesta también sería rotundamente sí. Al fin y al cabo, esto es lo que se espera de una buena administración y de unos buenos políticos.
Sinceramente, con el conflicto generado en Sant Andreu por el nuevo sistema de recogida de residuos, creo que estamos ante un caso similar al que se produjo dos barrios más allá el mandato pasado: la superilla del Poblenou. Con los mismos actores en el gobierno municipal: los comunes de la alcaldesa Ada Colau. Hay ideas, propuestas, que pueden ser necesarias e interesantes pero que mal aplicadas, como es el caso, solo pueden generar malestar y desafección.
Los comunes están volviendo a llenar plazas y calles. Antes, aprovechándose del malestar del los vecinos sin proponer soluciones reales. Ahora, fruto de su mala gestión y su caso omiso, sin dar la cara, a las peticiones de los vecinos. Pero siempre enfrentando a vecinos y colectivos entre sí.
Para mala suerte de la concejala del distrito de Sant Andreu se ha recuperado la presencialidad en los consejos de barrio. Esta semana, aunque escondiéndose detrás de un técnico (debería haber sido el concejal Eloi Badia como responsable del tema quien asistiera) como si de un escudo se tratase, Lucía Martín tuvo que escuchar a los vecinos. Vaya, que detrás de la pancarta se cree muy fuerte, pero delante de ella...
Lo cierto es que en el pueblo de Sant Andreu se ha generado un buen problema. Un desconcierto que requiere de mucha pedagogía, sobre todo para los que mandan ahora, para evitar aquello del despotismo ilustrado, “todo por el Pueblo, pero sin el Pueblo”.
Debemos dar cumplimiento a los objetivos de Europa en lo que se refiere a reciclaje y recogida de residuos pero no debemos trasladar toda la responsabilidad a los vecinos. Primero, con el recargo sobre la tasa de residuos del agua, que entiendo yo que tendría que ser para mejorar mecanismos de recogida y de gestión. Después, imponiendo nuevos mecanismos de recogida y selección bajo la futura amenaza de sanciones. Y menos sin tejer complicidades.
Cada ciudad es un mundo, e incluso cada barrio de una misma ciudad. Lo que funciona en un sitio no tiene por qué funcionar en otro. Las características de las viviendas, la trama urbana, el espacio público, las especificidades socioeconómicas de cada población varían. Y lo que está claro es que los vecinos no son cobayas y que compatibilizar, aunque sea con rebajas, bienestar personal y necesidades medioambientales es posible.
En todo caso un consejo: aquí nadie es perfecto, la humildad en política es un gran valor, la proximidad en política municipal la clave y aprender de los errores es ser inteligente. Personalmente, como concejal cometí errores y los tuve que enmendar, y no teníamos delante una oposición tan condescendiente. Por lo tanto, aparquen soberbia, recorten distancia y quítense la pereza de encima. Los vecinos y la ciudad se merecen mucho más.