En la fotografía aparecen veintitantas personas, alrededor de la señora Rahola. «Hemos quedado para una paella», dice, «y lo volveremos a hacer», como cada año. Todos bien apretaditos, sin mascarilla, incumpliendo todas las normas que el Departament de Salut nos recuerda constantemente. Tiene delito el asunto cuando en la fotografía aparece un miembro del actual gobierno de la Generalitat, el vicepresidente, Jordi Puigneró, justo el mismo día que sus compañeros de gobierno nos pedían que redujéramos nuestra «vida social». Creerá que eso a él no le afecta. Si cree en las peregrinas ideas del Institut Nova Història, váyanse a saber qué pensará de la epidemia. ¡Igual es de la cuerda de Miguel Bosé y los vendedores de lejía!

También aparecen el señor Puigdemont y los señores Comín y Puig, que ostentan cargos públicos o viven del cuento en Bélgica. Se comenta mucho la presencia de don Albano Dante Fachín, quien antaño denunciaba los tejemanejes y corruptelas del gobierno de don Artur Mas, el del yate, y hoy se baña de madrugada en la piscina de Cadaqués de la señora Rahola, junto con un diputado de Bildu, que también aparece en la fotografía. ¡Cuántos esfuerzos le ha costado ser aceptado, por fin, en el círculo convergente!

¿Y Gemma Recoder? Es la directora del Canet Rock, enseguida apodado «Canet Brot» después de haber reunido a 21.000 espectadores. Como era mujer del «Círculo de la Paella», las autoridades no pusieron inconvenientes a tentar a la suerte. ¡Nada como tener amigos!

Aquellos que tanto vociferaban contra los errores de los demás, reales o imaginarios, han dado sobradas muestras de tener la boca muy pequeñita cuando los errores son propios. La quinta ola ha resultado peor que la cuarta. La primera semana de julio murieron 14 catalanes de covid; la semana del 18 al 24 de julio, 131. Cuando esto escribo, hay unos 550 pacientes críticos de covid en los hospitales. El sistema sanitario está saturado hace ya días y la asistencia primaria hace meses que no da más de sí. Falta personal, faltan medios, la organización navega al pairo. El personal que tenemos está agotado y amenazan con dejarlo sin vacaciones. Todo esto en medio de la QUINTA ola, y empleo las mayúsculas porque la primera vez te pillan por sorpresa, pero cuando ya llevamos cinco…

Sí, nos enfrentamos a una variante más contagiosa del covid, pero también a la falta de gestión, planificación y previsión del Departament de Salut. A modo de ejemplo, nadie ha movido un dedo para reforzar la atención primaria, que antes de la pandemia ya estaba bajo mínimos. Es una vergüenza que ha situado a Cataluña a la cabeza de las regiones de Europa más castigadas por la epidemia este último mes.

Suerte del público. Mientras el Govern se preocupa de las paellas o del arroz con cosas de la Rahola, que aquí hay debate, mientras Sant Andreu del Arenal sufre la «herramienta pedagógica» de las bolsas de basura abandonadas por el servicio municipal de recogida de basuras (sic), etcétera, los ciudadanos corren a vacunarse. Podemos vanagloriarnos de la tasa de vacunación en España, una de las mejores. Porque el público hace su parte y el personal de la sanidad pública, también.

Pero, ay, una parte del público insiste en estropearnos la función. Una compañera de oficina no ha querido vacunarse. La vacuna «es muy peligrosa», dice. Pura paranoia conspirativa, nivel «microchís». «Nos tienen a todos engañados», susurra. Intentar razonar con ella es como hablarle a una pared. Cuando le dijimos que podía enfermar, nos dijo: «Yo ya tomo mis cositas». Sus cositas son lejía, echarle aceites esenciales al ambientador y someterse a una imposición de manos de su terapeuta (sic). No puedo dejar aquí por escrito lo que les haría yo a esos sinvergüenzas que venden falsas terapias y que con tanta alegría engordan sus bolsillos y matan a la gente.

Lectores míos, cuídense. No hagan el burro como la Rahola y sus amigos ¡y vacúnense!