Cuando uno es de Barcelona y viaja al extranjero sabe perfectamente que a la típica pregunta de “¿de dónde eres?” puede responder “de Barcelona”, sabiendo que, con independencia de en que rincón del mundo se encuentre, el interlocutor conocerá la ciudad sin problema. Pero algo ha cambiado en los motivos por los que Barcelona es conocida en estos últimos años.

Hace un tiempo, cuando uno decía que era de Barcelona, la respuesta era siempre la misma con algunas variantes. “Fui una vez y me encantó”, “el Barça es el mejor club del mundo” o “qué ganas tengo de visitar tu ciudad”.

Barcelona fascinaba al mundo. La marca Barcelona, probablemente desde las Olimpiadas del 92, es una marca reconocida en el mundo entero. Y hasta no hace mucho ha sido una marca de prestigio, que asombraba a todo aquel que tenía la suerte de conocerla de cerca. Desgraciadamente, a día de hoy, hay quienes han decidido empañar la marca de Barcelona haciéndole un daño terrible y que nos costará mucho tiempo y mucho esfuerzo reflotar.

Permitidme poner algunos ejemplos. Hace un par de semanas, al llegar a Brasil hicimos uno de esos tours que te pasean por la ciudad contándote las diferentes anécdotas e historias del lugar. Al llegar la primera pregunta fue la de siempre. Y a la respuesta de “venimos de Barcelona” el guía soltó: “Ah, catalanes entonces, no sois españoles”. A uno cuando oye eso le hierve la sangre. Y no solo por el hecho de que el separatismo haya conseguido colar su mensaje hasta en un recóndito lugar de Brasil, sino porque han conseguido que la imagen de la ciudad sea precisamente la de una ciudad beligerante por motivos que nada tienen que ver con las antiguas luchas de la ciudad por modernizarse o hacerse un hueco en la Europa moderna. El comentario ya no es relacionado con la belleza de nuestra ciudad, es un comentario relacionado con el dichoso separatismo.

Han conseguido que Barcelona se asocie a conflicto. De hecho, han sido varias las veces que nos han preguntado, en estos 15 días, sobre el “conflicto político catalán”. Evidentemente, uno destina un rato a hacer la pedagogía que puede sobre la situación, pero la verdad es que empieza a ser molesto que, de forma constante, te hablen de tu ciudad como si lo único que pasase dentro de ella fuera una especie de guerra abierta con el resto de España. Aunque pensándolo bien, desgraciadamente tienen algo de razón. Durante demasiados años el separatismo lo ha copado todo. El debate público en el país y fuera de él. Han conseguido lo que se proponían con aquello de internacionalizar el conflicto. Afortunadamente, sin ningún resultado político por el momento, pero con un evidente desgaste para nuestra ciudad y para su marca.

Es interesante también observar la reacción de los españoles que te encuentras durante el viaje. Todos sin excepción te preguntan sobre la situación en Cataluña. Y todos lo hacen con mucho tacto hasta que identifican que no eres uno de aquellos que quiere desmembrar su país. Una vez detectan tu posición al respecto y se abren, los comentarios son de perplejidad. No consiguen entender el motivo por el que hemos llegado al punto en el que nos encontramos. Y te lo cuentan con cierto amargor. Sobre todo aquellos que han pasado temporadas en nuestra ciudad o que tienen familia cercana en Cataluña.

Recuerdo como un joven madrileño que trabajaba en el sector de la banca de inversión me comentaba que, justo antes de que Barcelona perdiese la oportunidad de albergar la Agencia Europea del Medicamento, contaban con una gran partida de inversores que estaban deseando llegar a la ciudad. De hecho, daban por hecho que el ecosistema catalán era perfecto para conseguir dicha agencia y apostaron muy fuerte por el desarrollo que eso podía suponer. Desgraciadamente esa oportunidad se perdió, y nunca sabremos hasta que punto la inestabilidad política generada por el separatismo tuvo parte de culpa.

Afortunadamente, todavía son muchos quienes te dicen que han hecho un viaje a Europa y que su ciudad favorita ha sido Barcelona. Esa mezcla irresistible de mar y montaña, su arquitectura, su luz, sus calles… ese cóctel sigue haciendo a la ciudad irresistible para quien decide adentrarse en ella. Pero no podemos obviar que el delirio separatista nos está haciendo mucho daño y que es urgente pasar página para volver a ser la ciudad que fuimos y que debemos seguir siendo.