Después de unos cuántos años en marcha, concretamente 14, el gobierno municipal de la alcaldesa Ada Colau decidió, en 2020, poner punto y final a un programa de éxito, el Camí escolar, espai amic.

Este programa era heredero del proyecto Camí escolar iniciado en 1999 en el distrito del Eixample, donde lo vi nacer siendo consejero municipal en la oposición. A partir del 2006 acontecería el Camí escolar, espai amic, al que pude contribuir como regidor del distrito de Sant Andreu y de Comercio. Ahora lo he vivido como padre y es ahora cuando sufro su ausencia.

El objetivo del proyecto Camí escolar era favorecer a que los chicos y las chicas ganaran autonomía personal, responsabilidad y calidad de vida, en su trayecto hacia la escuela o paseando por el barrio. La diferencia con el programa Camí escolar, espai amic era el hecho de incorporar la perspectiva de niños y niñas en la gestión del espacio público. En cualquier caso se trataba de conseguir un entorno seguro y amable.

Según el Ayuntamiento, los objetivos anteriores y la experiencia del programa se incorporaron al Plan de Movilidad Urbana con un “nuevo” proyecto: Protegim les Escoles. Hay que reconocer que la protección de los accesos a los centros escolares es una realidad que se ha extendido al conjunto de la ciudad los últimos años. Con ritmos diferentes, según la titularidad del centro.

Dicho esto, se puede afirmar con rotundidad que el objetivo común del Plan de Movilidad Urbana y del proyecto “protejamos las escuelas”, según el Ayuntamiento, de construir una ciudad y unos barrios más amables, más saludables, más seguros, más inclusivos y más accesibles para todo el mundo y, especialmente para los niños, es falso. Solo hay que hacer el recorrido de casa a la escuela o de la escuela a casa; o pasearse por el barrio en el que se vive.

Hablo del Eixample. El urbanismo táctico ha generado por un lado un problema de supresión de zonas de carga y descarga con los efectos colaterales que supone. ¿Las personas que trabajan dónde tienen que dejar su vehículo? Pues mal aparcados, generando molestias. Y no hablo de un lugar para aparcar para los residentes o los pasavolantes.

Por otro lado, el “tacticismo” ha generado un problema de accesibilidad creando unos espacios supuestamente para los peatones con varios niveles. Por no hablar de los puntos ciegos de giro para los coches que generan los contenedores de basura que se han alineado en los viales.

Hablando de basura, hay más fuera de los contenedores que dentro. Sus entornos están sucios y ya saben aquello de que “la basura llama a basura”. Esto sumado a los vecinos que confunden el día de la recogida del trasto viejo con el desguace y escombros de obras de pisos, y a tener que esquivar mierda de perro y orines de animales de dos y cuatro patas, lo hace un coctel poco atractivo. Sin olvidar las personas sin hogar que han hecho suyo un chaflán o un portal y que es un fenómeno en expansión. Problemas a los que el Ayuntamiento tendría que hacer frente con políticas sociales efectivas.

Finalmente y por no alargarme la movilidad: la movilidad a pie, que es la inmensa mayoría de los desplazamientos que se realizan en la ciudad. Nunca agradeceré bastante aquellas clases de educación viaria en la escuela que nos daba el policía municipal de La Garriga: “Mirar a derecha e izquierda antes de cruzar”. El tema es que, ahora, solo salir del portal lo tienes que hacer porque no sabes por dónde te vendrá el peligro: el motorista que se sube a la acera con la moto en marcha, que a veces hace todo un tramo de la calle para ahorrarse dar la vuelta a la manzana, la bicicleta o el patinete, a toda prisa como si no hubiera un mañana, ignorando los kilómetros de carril bici que hay en la ciudad y la normativa vigente. ¡Esto también forma parte de la seguridad!

Un tema, el de la seguridad, que no trataré por riesgo de ser tildado de demagogo y populista con el argumento de que es una cuestión de percepciones. Pienso que todo lo que he descrito son evidencias.

Se necesita más civismo y más convivencia (respetar al otro), pero son conceptos en los que el gobierno municipal, especialmente los comunes, no tienen interés. Mientras tanto salir de casa con niños o dejar que salgan solos ha acontecido un deporte de riesgo. Tendremos que reclamar y trabajar para conseguir aquella ciudad amable, saludable, segura, inclusiva y accesible que la mayoría realmente deseamos.