Las empresas municipales de Ada Colau y compañía han suspendido en ética y el Ayuntamiento esconde sus notas negativas. ¿Cómo es posible que cuando no supo acabar la carrera la futura alcaldesa obtuviese una matrícula de honor en Ética? ¿No aprendió que una falta de ética no justifica otra falta de ética? ¿Hizo trampas entonces, las hace ahora o las ha hecho siempre? Grotesca progresista a la moda ideológica vintage, los propios técnicos municipales la han pillado copiando el viejo manual de cómo manipular y trampear con las subvenciones, y violando reiteradamente el mismísimo código ético del consistorio. Desaparecidos estos informes de las webs de las empresas municipales implicadas y en la del área de Transparencia, se comprueba, de nuevo, que conceptos como transparencia y ética no constan en el diccionario particular de la alcaldesa, salvo para predicarla y exigirla a los demás.

El Comité de Ética ha elaborado un informe de casi 400 páginas que son una infamia para el Ayuntamiento de las comunas y sus colaboracionistas. Las empresas municipales del agua, de cementerios y Mercabarna no han respetado nada ni a nadie. Con el ocultamiento de los datos desfavorables, el olor a podrido ya apesta a hedor y las sombras de sospechas son cada vez más alargadas. Parte de las maniobras turbias se extiende a la entidad Enginyers Sense Fronteres, de donde surgieron el aciago concejal Eloi Badia y otros personajes de aquel opaco Observatorio subvencionado que se infiltró y sigue en el poder. También se han detectado casi un millón de euros gastados en estudios técnicos que fueron a dar a esa supuesta onegé, aunque el Tribunal de Cuentas y la Fiscalía archivaron las denuncias. No obstante, advirtieron contra el carácter personalista y discrecional que implican las concesiones directas y recomendaron que las subvenciones se hagan mediante concursos abiertos. Hasta tal punto no ha sido así, que los mecanismos antifraude del Ayuntamiento desmienten y dejan al descubierto a la alcaldesa.

Este cúmulo de irregularidades indica que la benevolencia, la filantropía y el sentimentalismo de Colau forman parte de su disfraz populista para llegar al poder y prostituir la democracia. Por eso no es raro desconfiar de su sensibilidad ética si se recuerda cuando se promocionaba como abeja antisistema. Hundiéndose en el deterioro y el empobrecimiento, no es que Barcelona sea ingobernable, sino que la gobierna la persona menos preparada y que menos lo merece. Rodeada de una recua de vacuas, ridículas e incompetentes y de un elenco de papanatas, la alcaldesa sigue perdiendo su ya escasa autoridad moral y su ajado carisma. Anacrónica y obsoleta, únicamente le faltaba mentir hasta cuando de transparencia y ética se trata. Y no es que el poder corrompa, sino que hace aflorar la corrupción antes latente de las/os nuevas/os corruptas/os que, como ella, prometían una nueva política sin corrupción. Por lo que respecta a Colau, sólo la autocrítica y la humildad podrían salvarla de su propia farsa, pero no es el caso. Porque la verdad es un modo de sentir, de pensar y de vivir, y tampoco es el caso.