Siempre he dicho que me creeré lo de las Olimpiadas de Invierno en Barcelona el día que vea los saltos de esquí en la falda del Tibidabo. Mientras tanto, mi escepticismo se mantiene invencible y los últimos acontecimientos parecen estar dándome la razón. La estrategia que están siguiendo todas las administraciones públicas implicadas en el éxito de esta empresa impide considerar que ésta vaya a llegar a buen puerto, ni por error.

Pero siempre hay quien saca tajada. Han publicado los periódicos que nuestro flamante consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, y quien fuera consejero de Presidencia y portavoz del Govern en la época del «Govern dels Millors», Francesc Homs, se llevaron algunos contratos a dedo relacionados con esos posibles juegos olímpicos. El señor Elena se llevó, dicen, 39.000 euros por tres estudios sobre la «estructura organizativa» y el «impacto medioambiental» de los juegos, puro trámite para engordar el bolsillo. Me gustaría poder leer tales estudios, para ver si valen el dinero que pagaron por ellos.

Luego, por si las moscas, tan pronto asumió su cargo como consejero de Interior, el señor Elena hizo «limpieza» en el cuerpo de los «mossos». Como ya sabrán, luego juró y perjuró que eso no tenía nada que ver con las investigaciones en curso sobre los procesistas que se han beneficiado de tantos «favores». «Antes me muero que tapar un caso de corrupción», afirmó. Morir no se ha muerto, pero queda claro que nada como tener amigos bien colocados para ganar una pasta fácil. Amigos como Gerard Figueras, Iván Tibau o Xevi Ardite, relacionados todos ellos con la gestión pública del deporte en la Generalitat y las investigaciones del señor juez y la Guardia Civil sobre eso de la corrupción, las comisiones y esas cosas tan bonitas y tan olímpicas todas.

Lo mejor de todo este asunto, o lo peor, según se mire, es la estúpida insistencia del presidente Aragonés en fastidiar al presidente aragonés. Que aquí quienes mandan son los catalanes y los aragoneses, a la cola, que qué se han creído, que los juegos son de Barcelona y dadnos las gracias, que os dejamos mirar. Naturalmente, y con toda la razón del mundo, el presidente aragonés se ha enfadado con el presidente Aragonés. Lo de tender puentes, darse la mano y labrar una amistad para hacer cosas buenas para todos no parece estar en el programa ejecutivo del Govern y así no tendremos ni juegos ni nada. Para disimular, el presidente Aragonés ha dicho que «consultará al territorio», que es, en lenguaje político, preguntar a la gente de pueblo si les parece bien.

El Ayuntamiento de Barcelona tampoco parece estar por la labor. En absoluto. La señora Colau resulta que no puede «consultar al territorio» porque Barcelona no es el territorio, sino la parte del país que no es territorio, la ciudad. Eso explicaría su tan poco entusiasmo por la idea olímpica. A modo de excusa, la de siempre. Porque el medio ambiente tanto sirve para excusar un roto como un descosido y es sabido que los saltos de esquí en el Tibidabo empujarían a los jabalíes hasta la Rambla de Santa Mónica.

Uno se lleva la impresión de que todos trabajan para que la candidatura olímpica no pueda ganar, porque entonces tendrían que ponerse todos a gobernar, a hacer cosas. Salta a la vista que no están acostumbrados a ello.

Mientras tanto, pasamos de puntillas sobre temas mucho más serios. A modo de ejemplo, Cataluña es la Comunidad Autónoma española con el porcentaje más alto de población en riesgo de exclusión social, más de un 29 %, seis puntos por encima de la media española. En números absolutos, son más de dos millones de catalanes. Sólo en Barcelona, los servicios sociales del Ayuntamiento han prestado ayudas económicas a unas 100.000 personas en 2021 para que puedan comer o pagar el alquiler. Se encuentran saturados y desbordados. El etcétera es largo, pero nos divertimos con las olimpiadas y las brujas.