Hace unos meses, escuchar a periodistas y ministros hablar del Gobierno español daba un poco de risa. Bueno, me la daba a mí, pero ahora les cuento por qué. Pedro por aquí, Pablo por allá, Pedro esto y Pablo lo otro y enseguida, sin poder evitarlo, pensaba en Betty, Wilma y los Picapiedra. De ahí la risa. 

Como ustedes sabrán, o deberían saber, Pedro y Pablo, los originales, se movían entre dinosaurios. Cuando yo manifiesto mis reservas acerca de ese tuteo impostado y de esas confianzas hipócritas, sé que más de uno de ustedes, lectores míos, adivinará en mí la sombra de un dinosaurio. ¡No me extraña! Padezco sobrepeso y mi silueta podría confundirse con la de un brontosaurio en sus mejores días. Yo lo único que les digo es que me desconcierta un poco que en una rueda de prensa el ministro, la consejera o el concejal de turno señale a uno los periodistas que le piden la vez y exclame: "Dime, Juan —o Pepe, o Manolo, o Margarita, tanto da—, ¿qué quieres preguntarme?".

Es que a mí, como buen dinosaurio, no se me ocurriría llamarle Juan, Pepe, Manolo o Margarita, sino señor García o López o Pérez o lo que fuera, y de usted. Ahí, en público, uno representa a una institución y se dirige a un ciudadano periodista. Vamos, digo yo.

¡Las formas, las formas!, brama el dinosaurio.

La RAE nos dice que tutear es un verbo transitivo y significa (cito) "Dirigirse a alguien empleando el pronombre de segunda persona para el trato de confianza o familiaridad". Sobre lo apropiado o inapropiado de tutear, la lingüística y la cultura tendrán mucho que decir.

A Dios se le tutea. También tuteamos a la patria, porque a tontos no nos gana nadie, pero mucho mejor tuteo es el que expresa amor y proximidad a un ser querido, el mejor tuteo de todos. Ahora bien, cuando queremos maldecir a alguien empleamos el tú, no el usted. Me cago en tus muertos, no en los de usted. 

Ojo: el tuteo es muestra de vanidad y soberbia cuando señala poder y autoridad. Los amos tutean a sus esclavos, las señoras a sus criadas y en las ruedas de prensa el jefe de gabinete de turno tutea a los periodistas. En empresas que quieren venderse como modernas, el jefe tutea a sus empleados, que pasan a ser «colaboradores». Eso no tiene nada de moderno. Lo moderno sería tratarlos bien.

Un hecho notable: la mayoría de regímenes democráticos procura evitar el tuteo, al menos formalmente, para dirigirse a sus ciudadanos. Así que el régimen deja de ser democrático, se impone el tuteo. En los tiempos del Terror, en Francia, se tuteaba al ciudadano Robespierre. El fascismo y el comunismo tutean al camarada o compañero y emplean el nombre de pila. Pero, insisto, en democracia un ciudadano cualquiera merece un usted y un señor don en el trato formal, precisamente por ser ciudadano. Ese respeto es fundamental, básico, y sin él esto se nos va a tomar viento.

Por eso debería preocuparnos que quien ostente un cargo público se pase ese respeto por el forro. Ya nos hemos acostumbrado al poco respeto que muestra el procesismo, parte de la derecha y parte de la izquierda por aquellos que no piensan como ellos, pero no deberíamos darlo por bueno. Nunca. Todo lo contrario: hay que señalarlo, siempre.

Un ejemplo casero. Aquí, en Barcelona, el señor Badia ostenta la concejalía de Emergencia climática y Transición Ecológica. Me han contado, he leído y he visto que el señor Badia es especialista en mala educación. Pregunten a las víctimas del experimento de la recogida de basuras Puerta a puerta en Sant Andreu de Palomar, si no me creen a mí. Dejando a un lado la oportunidad, la chapuza y la improvisación en este asunto, que podría discutirse, el comportamiento del señor Badia ha sido, vamos a decirlo muy suave, inapropiado. La última ha sido dejar plantados a los vecinos en una prometida reunión, pero en ocasiones anteriores ya les había faltado al respeto de muy diversas formas, con mohínes de soberbia y ninguneo. Era innecesario y ¿qué ha conseguido? Un barrio en pie de guerra. Es posible que uno tenga que comerse la basura en la calle, pero lo que no tolera es el desprecio público. Eso es de primero de política, y de buena educación.

Las formas, señor Badia. Las formas.