Los partidos viven ciclos. No son ajenos a las personas que los dirigen ni al entorno que les circunda. Y ese es el motivo por el que, evidentemente, los resultados cambian elección tras elección. Cada día de forma más contundente y a mayor velocidad. Dibujando una tendencia que no es siempre extrapolable al conjunto del país pero que nos da pistas de lo que está sucediendo en el fuero interno de muchas personas.
Es cierto que las características propias de Castilla y León, de Andalucía o de Cataluña son muy diferentes. Pero las soluciones a los problemas electorales son comunes y las alertas similares. El crecimiento de la extrema derecha es preocupante y responde sin duda al descontento de parte de la población con lo vivido en los últimos años. Poco importa que el detonante sea el procés, la pandemia o el haber perdido el trabajo. El rasgo común es que, cuando las cosas no funcionan del todo bien, se da aire a los extremismos. Y de eso, en Cataluña, sabemos un rato.
La solución a esto es relativamente sencilla. Todo el mundo apunta a hacer bien las cosas para que estas opciones no tengan espacio. Pero lo importante ahora es centrarse en cuál debe ser la reacción ante una presencia ya instalada elección tras elección. En mi opinión, perseverancia, constancia y tenacidad. Pero, sobre todo, trabajo duro para recuperar el espacio perdido. Porque cada elección en la que el resultado de la extrema derecha crece quiere decir que dejas mucho trabajo para hacer hasta las siguientes elecciones. Cuando retrocedes en términos electorales toca volver a acercarte a la gente más que nunca. Tocar calle, tocar problemas reales y, sobre todo, ser útil y no perder la ambición.
Ese es el único camino. De hecho, el motivo por el que el PSC no deja de subir elección tras elección en Barcelona es exactamente ese. No podemos olvidar los resultados que cosechó Jaume Collboni la primera vez que se presentó como candidato a la alcaldía y la situación en que le colocan todas las encuestas a día de hoy.
Con un ciclo electoral en contra obtuvo un resultado modesto. Impensable para un partido que lo había sido todo en Barcelona. Pero el contexto era el que era y las tendencias las carga el diablo. Sin embargo, frente a esa situación tan complicada como amarga, Jaume y su equipo hicieron lo que se tenía que hacer. Arremangarse. Y con esa actitud consiguió un duplicar su resultado cuatro años después. Nadie debería subestimar a quienes son capaces de mantener la lucha y la constancia para, en otro ciclo todavía complicado, conseguir un resultado que devolvió al PSC al gobierno de la ciudad.
Hace dos semanas acompañé al primer teniente de alcaldía, Jaume Collboni, mientras conversaba con vecinos del barrio de El Carmel. Conversó con ellos y aguantó algún que otro rapapolvo de algún vecino enfadado. Eso es la política. Estar, conversar, escuchar y tratar de dar soluciones. Y también escuchar lo que no te gusta.
El eslogan del que viven la mayoría no es suficiente. No basta con lanzar grandes proclamas como hacen tantos otros. La gente quiere que se le escuche y se le dé respuesta. Leía hace poco en Twitter que una política del consistorio afirmaba que acabaría con la inseguridad cuando llegara al gobierno de la ciudad. ¿Qué credibilidad tiene semejante bravuconada? Qué fácil es gruñir desde la oposición, y que poco creíble para la mayoría (los comentarios en el tweet de turno lo suelen dejar clarísimo).
No basta con decir “acabaré con la inseguridad”. La gente no es tonta. La gente sabe cuando uno está haciendo algo o cuando simplemente está vociferando palabras que se lleva el viento. Cuando las cosas no van bien toca, sencillamente, destinarle muchas más horas al ejercicio del cargo público. Toca tener la fuerza y el empuje suficiente para volver a ganar el terreno perdido por la desconfianza de aquellos que necesitan motivos para volver a confiar.
Y para hacer eso es necesario escuchar mucho. Y cuando lo haces, te das cuenta, de que las demandas en todas partes a día de hoy son muy similares. El pasado jueves en la enésima presentación de mi último libro ¿Cómo sobrevivir al mundo que viene? - Editorial Deusto, en Sanlúcar de Barrameda, tuve la ocasión de conversar con una señora que que me dijo algo que también oí en la charla entre Collboni y los vecinos de El Carmel. Me decía: “Fernando, si todos vemos tan claro que hay una mejora que debe hacerse y que la reclaman los vecinos, ¿cómo es posible que los políticos no se pongan de acuerdo para hacerla? ¿Son incapaces de escuchar o sencillamente no les importa lo que pensamos?”.
Esta pregunta, expresada de distinta forma, la he escuchado ya en muchas ocasiones. Y en el fondo, choca frontalmente con el modo en que algunos hacen política. El sectarismo empieza a no tener cabida porque es inútil. Sin embargo, son muchos quienes siguen actuando guiados únicamente por intereses electorales. O peor aún, por apriorismos que imposibilitan que las cosas que deberían salir, salgan.
El diálogo y la búsqueda de consenso son el camino. No hay ningún otro. Las elecciones andaluzas dejan un mensaje claro. Cuando abandonas tu espacio otro lo ocupa. Y muchas veces es el populismo quien lo hace.
En el caso andaluz es relevante tener en cuenta el descalabro de Ciudadanos. Sus votos sencillamente han vuelto al lugar del que provenían. En Andalucía, los votos han vuelto al Partido Popular, que fue su principal caladero. En Cataluña y Barcelona, esos votos vuelven al PSC. El partido del que se fueron. Ese es otro de los elementos que hacen que el panorama sea diferente en Cataluña y en Andalucía.
En cualquier caso, la lectura general es la misma. Cuando las cosas salen mal, toca tener la capacidad de adaptación suficiente y sobre todo la capacidad de seguir trabajando con más intensidad. No importa si hablamos de Andalucía, de Murcia o de Extremadura. La gente pide sentido común, acuerdo, pacto y vocación de servicio. En Barcelona, el PSC lo tuvo y lo tiene claro. Por eso está presente barrio a barrio. Por eso va a ser tan difícil que no se cumpla lo que apuntan las tendencias. Queda mucho para las elecciones, pero ese trabajo es el que te permite ganar elecciones. Las tendencias lo apuntan. Las urnas, probablemente, lo certifiquen.