Si no lo he entendido mal, gracias a las brillantes ideas de Eloi Badia, nuestro querido ayuntamiento lleva cobrándonos dos o tres veces el impuesto de recogida de basuras desde julio del 2020. De ahí que el TSJC (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña) se haya cargado la TRR (Tasa de Recogida de Residuos) que se había inventado el emprendedor Badia, todo parece que, para incrementar la recaudación del consistorio, que con este impuesto se embolsaba la bonita cantidad de 60 millones de euros o, lo que es lo mismo, el 2´5% de todo lo sustraído a los barceloneses por su propio bien. Aunque he leído atentamente las informaciones al respecto, confieso que he tenido que repasarlas un par de veces porque me liaba. Lo único que me ha quedado claro es que el ínclito Badia iba adjudicando la recogida de basuras a diferentes departamentos y distintos tributos hasta conseguir que el contribuyente pagara varias veces por el mismo servicio, iniciativa que a efectos recaudatorios se me antoja brillante, pero desde un punto de vista ético no sé si se aguanta.

Aunque, claro, ¿qué sé yo comparado con los grandes cerebros de los comunes, partido en el que abundan las personas dotadas de ciencia infusa? Probablemente, Badia me cobraba tres veces la recogida de basuras por mi propio bien, pero soy tan mezquino que me niego a reconocerlo y albergo sospechas de lucro indebido. Si me hago un lío entre la Tasa de Recogida de Residuos, la Tasa Metropolitana de Tratamiento de Residuos y alguna tasa más que se me haya escapado, es porque soy un zoquete que no entiende las sutilezas y complejidades de la gestión municipal. Por eso me agarro a la tesis cazurra de que el ayuntamiento lleva timándome desde hace casi dos años y hasta se me pasa por la cabeza la peregrina idea de que me devuelvan el dinero, un extremo que no es del agrado del señor Badia, quien ha adoptado una actitud a lo Laura Borràs y asegura que no piensa retirar su peculiar sistema de engordar al ayuntamiento con las basuras de los barceloneses.

Por otra parte, tampoco es que me sorprenda demasiado asistir a una nueva trapisonda del señor Badia, que lleva metiendo la pata sin parar desde que su amiga Ada lo colocó en el ayuntamiento para encargarse nada menos que de la Transición Ecológica. Aún nos acordamos de sus broncas con Agbar (una de las bestias negras de Ada, pues la considera una enemiga de la humanidad que aspira, en el fondo, a dejar sin agua a los barceloneses, o a cobrársela a un precio desquiciado), su funeraria municipal, sus malas relaciones con toda clase de asociaciones de vecinos y su obsesión, tan propia de los comunes, por imponer su criterio en cualquier circunstancia porque está convencido de que la historia lo absolverá, como a Fidel Castro.

La decisión del TSJC llega en un momento inoportuno para Ada Colau, que ha vivido unos días de esplendor con lo del Orgullo y nos ha podido recordar, una vez más, que es bisexual porque allá por el pleistoceno tuvo una relación sentimental con una chica italiana (lo cual no quita para que ahora sea una madre de familia de lo más cis y la única feminista que sigue todas las instrucciones que le da su maridito, al que siempre imagino detrás de una cortina bajo la que le asoman las sandalias, que los zapatos son para los cochinos burgueses). Según sus propias encuestas, Ada repetirá mandato tras las próximas elecciones municipales (según las ajenas, la cosa no está tan clara, pero ya se sabe cómo las gasta el capital). Y en ese ambiente de euforia electoral y alegría LGBTIJKLM, se le rebota el TSJC por un quítame allá esas basuras…

Badia se agarra a sus tasas por partida triple y no quiere ni oír hablar de devolver su dinero al contribuyente. Veremos quién gana. Wait and see.