El populismo conquistó Barcelona bajo el estandarte de la vivienda. Era una obviedad que esta problemática era una de las principales preocupaciones de los barceloneses. Sin embargo, la gestión en esta materia ha sido tan nefasta que se convertirá en su verdugo. Los datos de esta pasada semana respecto a la natalidad y a la despoblación de la ciudad tienen un nexo causal directo con la falta de vivienda. Ya no es que no haya vivienda, que también, sino que la que queda es inasumible. Me resulta curioso que un dato tan demoledor que pone en jaque a la propia ciudad salga a la luz en pleno agosto queriendo hacer pasar de puntillas un desastre tan revelador.
¿Alguien piensa que tenemos alguna posibilidad de supervivencia sin realizar un cambio global en las políticas de gestión que se han llevado hasta ahora en la ciudad?
Habrá que decir alto y claro que siguen poniéndole guillotinas a nuestra economía: quieren limitar los cruceros en lugar de regular y gestionar su sostenibilidad, han derrumbado el sector de la construcción con esta locura de la norma del 30% de afectación, limitan las licencias de actividad en pleno centro, atacan a la restauración de forma constante, deforman la ciudad con una movilidad delirante que pone en jaque mate a miles de comercios y paradistas, y, en general, implantan un buenismo que atrae a una delincuencia que ha destrozado el turismo de calidad y ha sumido a los barceloneses en el miedo más absoluto. Jamás se vio un nivel de pobreza semejante con unos desequilibrios sociales como los vistos en la actualidad.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, habrá que decir que Barcelona tiene unas 60.000 personas en desempleo. Podríamos llenar el estadio olímpico con la zona del césped incluido (demencial).
Y luego nos preguntamos el porqué de que nuestros jóvenes emigren al extranjero o el porqué del hecho de que más de 5.000 empresas hayan abandonado la ciudad. Así nos va, perdiendo población y lo más grave, con unos niveles de natalidad que nos abocan a un inexorable desastre. De todo esto los barceloneses somos plenamente conscientes y sólo esperamos que pasen estos nueve meses para poder aderezar el rumbo.
Tengo claro que nada se puede hablar con el populismo, pero tampoco con aquellos que les den apoyo.
Sin duda, tenemos que volver a hablar de economía y recuperar nuestra cultura empresarial sin complejos. Este sí debe ser un debate principal. Cuando hablamos de encender los motores de Barcelona hablamos de darle todo el impulso a nuestro tejido productivo y a la iniciativa privada. Nuestro ADN barcelonés lleva impresa la marca de iniciativa e innovación. Cuántos emprendedores están a la espera de iniciar sus proyectos, pero con este panorama o emigran a otras regiones europeas o desisten de promover sus sueños. Tenemos que crear un nuevo hábitat empresarial dirigido a pymes y autónomos que devuelva nuestra ciudad a la senda de las grandes potencias municipales. Es prioritario construir vivienda masiva para que nuestros jóvenes no emigren y aplicar un nuevo plan de seguridad basado en la eficacia, pero también en la contundencia que nos devuelva a la normal convivencia de día y de noche. Sin seguridad nada se puede construir. Fortalecer nuestra economía es una absoluta prioridad, y más si queremos que nuestros jubilados puedan llevar una vida con dignidad. No existe un colectivo más maltratado que nuestros pensionistas y eso también debe terminar con medidas que mejoren su renta disponible. Cuántas cosas tendrán que cambiar para poner nuestro modelo social y económico a pleno rendimiento. Los únicos responsables de nuestra realidad somos los propios barceloneses, por lo que el cambio solo puede venir desde abajo.
Seguimos firmes hacia el proyecto de la Gran Barcelona.