No deja de tener su guasa que el Día Mundial sin Coche haya coincidido con el inicio de una huelga de autobuses en Barcelona, este pasado jueves. Lo del Día Mundial sin Coche viene de la Semana Europea de la Movilidad que ha sido ésta, precisamente. Es «Movilidad», a secas, que lo de «Sostenible» lo añaden algunos sin acudir a las fuentes. Ambas iniciativas partieron de la Comisión Europea y se hicieron oficiales en 2000. Todo había comenzado con la Crisis del Petróleo de 1973. Descubrimos nuestra fuerte dependencia del petróleo en el transporte y nos asustamos, más o menos como ahora cuando hablamos del gas y del petróleo rusos. Fue entonces cuando algunas ciudades europeas probaron un día sin coches, a ver qué tal.

Lo tradicional es celebrar esta Semana Europea de la Movilidad con propaganda institucional, que no sirve para nada, pero cuesta unas perras. En este vicio caen tanto la Generalitat de Catalunya como el Ayuntamiento de Barcelona. Durante una semana, hacen juegos malabares para publicar un artículo de opinión del «conseller» o regidor de turno en algún periódico que consideren «importante». Seguramente, lo habrá escrito algún «negro», ya aburrido por escribir lo de siempre, cambiando alguna frase por otra que esté de moda. Lo sé porque no hice otra cosa durante veinte años.

También cerraban una o varias calles un día, el fin de semana, para poder pasear unas horas en bicicleta. Poco más. Luego todo seguía igual.

Pero lo mismo que la Semana Europea de la Movilidad, con el otoño suelen llegar las huelgas en el transporte público en Barcelona. Consulten en las hemerotecas, si no me creen. Esta huelga, la que irónicamente, quizás a posta, se inició el Día Mundial sin Coches, se venía larvando hacía mucho tiempo. Como también es tradición, las autoridades municipales y los directivos de TMB (Transports Metropolitans de Barcelona) no han sabido evitarla a tiempo.

Los cinco sindicatos del comité de empresa, UGT, CC OO, CGT, Actub y SIT, todos a una (caso excepcional), protestan por cuestiones económicas. Una se veía venir y la veremos repetida en muchas reivindicaciones obreras de aquí en adelante: la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Con una inflación del 10 %, es evidente que los asalariados seremos cada día más pobres si seguimos cobrando lo mismo. Pero la otra cuestión económica es de traca. Cuentan que TMB debe a su propia plantilla alrededor de 25 millones de euros porque cometió un error contable en la actualización de las nóminas entre 2003 y 2021. Una demanda más que se suma al lío. Que son 18 años arrastrando un… ¿Error? ¿Qué error? ¡No se nada de ningún error! Vivimos en un país de chiste.

Supongo que este año habrá habido campaña institucional, pero ni me he enterado. No sé si cortarán calles para pasear unas horas en bicicleta, con tantas obras previas a las elecciones, tantas calles patas arriba y las fiestas de la Mercè. En cuanto a las entrevistas por la radio y los artículos en los periódicos, imagino que sí se habrán hecho, pero me pregunto cuánta gente habrá prestado atención a la cháchara de costumbre.

¡Qué lástima! Porque el asunto de la movilidad, y más en una metrópoli como la barcelonesa, es prioritario, por muchas razones. Existen razones ambientales, claro está. El transporte de cosas y personas es uno de los principales responsables de la polución atmosférica de la ciudad y de la emisión de gases de efecto invernadero. Pero también existen razones económicas y sociales. Muchas personas no pueden acceder desde su residencia a su lugar de trabajo o estudios en transporte público, o éste es simplemente deficiente. Tampoco lo tienen fácil para comprarse un automóvil ecológico y guay, ahora mismo. ¿Por qué viven lejos de su puesto de trabajo? Porque no pueden permitirse el coste de una vivienda cerca del mismo. Como de costumbre, a menos renta, más inconvenientes.

La red de transporte público de la zona de influencia metropolitana de Barcelona está incompleta y carece de medios suficientes en hora punta. En el ámbito privado o empresarial, ¿cómo está la transición hacia el vehículo eléctrico? ¿Hay suficientes puntos de recarga? Luego está el futuro, un futuro que se nos viene encima a pasos de gigante. Por ejemplo, el automóvil plenamente autónomo está a menos de diez años vista. Quizá convenga pensar en el hidrógeno, en los biocombustibles… Pero ¿alguien se preocupa de todo eso?