El Eixample de Barcelona fue fruto de un intenso proceso de reflexión sobre la forma urbana que se produjo durante el transcurso del siglo XIX, nacido con la urgencia de aportar soluciones a una crisis urbana social y de salubridad. A Idelfons Cerdà le debemos la cuadrícula por la que es conocida nuestra ciudad. Con la idea de generar unas manzanas de iguales dimensiones, dio lugar al distrito más poblado y transitado de Barcelona. Sin embargo, hoy algunos cuestionan si el Plan Cerdà, una idea innovadora que consiguió anticipar los retos de la ciudad del futuro, responde realmente a las necesidades actuales.
Podría hacer una lista de los aspectos urbanísticos en los que Barcelona tiene mucho que mejorar --no son precisamente pocos--, pero me centraré en uno de los problemas que se han puesto de relieve a raíz de la pandemia: el espacio público y en concreto, el espacio verde. Desafortunadamente, nuestra ciudad no destaca precisamente por una gran sensibilidad por la naturaleza; cualquiera que pasee por el Eixample comprobará el predominio del asfalto y agradecerá el poder encontrar un árbol cada ocho metros.
Para corregir esta deficiencia, Ada Colau propone trazar una Superilla en el Eixample; proyecto que ya ha suscitado críticas airadas, especialmente por parte de los propietarios de los locales de Consell de Cent. La idea del Ayuntamiento es crear 21 ejes verdes y 21 nuevas plazas para naturalizar la ciudad, ampliar la presencia del verde y dar preferencia al peatón.
Sin duda, esta transformación implicará una mejora en la sección de la calle a escala de distrito: plataforma única y preferencia para el peatón, un suelo más permeable, nuevos espacios de juego y más árboles y parterres. Esto generará nuevos ejes de paseo y va a repercutir positivamente en las ventas de los negocios, tal y como demuestra la literatura especializada (Laborde Marcet, 2021; Yoshimura, 2021). El reto para el Ayuntamiento será ofrecer un buen mantenimiento a estos nuevos ejes verdes. Para disponer de un espacio público sucio y mal conservado, ya nos quedamos como estamos.
El proyecto es un buen primer paso, pero no puede hacernos perder de vista el debate de fondo: ¿qué modelo de urbanismo queremos para los próximos años y cómo queremos proyectar el espacio público para la Barcelona del 2030 o del 2050? La Superilla del Eixample es solo una pequeña parte de este debate.
La Superilla basa su actuación en ejes, en la transformación de las calles y su sección, pero no ahonda en otros aspectos igualmente importantes. ¿Las nuevas plazas van a ubicarse solamente en la intersección de estos ejes? ¿Responde esta configuración a las necesidades de los barceloneses? Quizá a corto o medio plazo genere una calle más habitable y agradable, pero llama la atención que las plazas proyectadas responden exactamente a la misma idea de las superilles de Sant Antoni o del Poblenou --aunque esperemos que con un mayor rigor estético. ¿No podríamos arriesgarnos más a la hora de proyectar el verde en la ciudad?
En este sentido, el otro día pasaba por la calle Provença, para coger los Ferrocarriles. Al llegar a la altura del Mercat del Ninot, me detuve a observar la parte de atrás que está derribada. La imagen me supuso un alivio visual, ya que en el Eixample es complicado alejar la vista más allá del edificio más cercano. Así que estuve un rato imaginándome cómo ese espacio podría transformarse en una nueva estancia verde para la ciudad. Quizá el Eixample necesita vaciar algunos de sus espacios para reinventarse, como ya sucedió en Ciutat Vella años atrás. Precisamente por su forma tiene un gran potencial de transformación, no lo desaprovechemos.
En definitiva, ¿es la Superilla del Eixample un proyecto suficientemente ambicioso? La transformación contribuirá a naturalizar las calles e incentivará la movilidad activa, con claros beneficios en términos de salud pública y para el comercio de proximidad. No obstante, no cuestiona la morfología actual de la ciudad y su capacidad de incidencia en los retos del futuro se prevé reducida: se limita a transformar la sección de la calle existente a nivel de distrito. Vamos a necesitar mucho más para hacer frente a los retos de los próximos años. La Superilla es un buen primer paso, pero solamente es el primer paso.