Según todas las estadísticas y encuestas, el principal problema de los barceloneses es la inseguridad ciudadana. Frente a ello, la respuesta del Ayuntamiento de Colau ha sido conceder una medalla de honor a SOS Racisme, que denuncia que la Guardia Urbana hace “batidas racistas” y va a la caza de inmigrantes en situación irregular. Ante tamaña falsedad y presuntas injurias y calumnias, la comandante en jefe del cuerpo, que es la alcaldesa, no ha defendido a sus agentes ni ha condenado la superchería de una onegé privilegiada, subvencionada y carcomida de colauistas y antisistema infiltrados. De nuevo, toca recordar lo escrito por el analista Pedro Vega sobre “la particular aversión personal de Ada Colau hacia cualquiera que lleve uniforme, sea policía municipal o mosso d’esquadra”. Para ella, sus socios y sus feligreses, la seguridad es cosa de fachas.
Tampoco se han comportado como debieran los jefes socialistas de la policía local, Jaume Collboni y Albert Batlle. Han callado y disimulado, porque el PSC de Barcelona no tiene claras ni la teoría ni la práctica de la seguridad. Nada que ver con su compañero Rubén Guijarro, alcalde de Badalona, quien ha creado una unidad especial para controlar y desalojar okupas y malhechores. Apoyados, además, por la recuperación de un equipo de serenos formado por más de 20 vecinos que patrullarán las calles para aumentar la vigilancia nocturna. Una buena medida para Badalona, ya que con su presión policial desplazará a okupas y otros bandidos hacia una Barcelona que no protege ni a su policía municipal.
Sin poder contar para nada con sus jefes políticos y menos con Ada Colau y sus bandas de los papeles para todos y sus manteros violentos, los sindicatos policiales han sido los únicos que han salido en defensa de la Guàrdia Urbana, han puesto los puntos sobre las íes al soviet municipal y han marcado las líneas rojas que han cruzado SOS Racisme y otras personas y organizaciones afines regadas con dinero público “que desarrollan y encubren actividades ilegales”. También han aportado datos objetivos como: “desde su fundación en 1843, ningún agente ha sido condenado por vía penal por actos racistas”. Añadiendo que “no aceptan el odio” expresado por SOS Racisme en la entrega de las Medallas de Honor. Hay coincidencia sindical en que esta asociación y otras “con la excusa de tener una policía democrática, han logrado el objetivo de desprestigiar y cuestionar a la Guardia Urbana de Barcelona”.
Otra prueba de que Colau está delante y detrás de la inseguridad ciudadana y del acoso y derribo contra los cuerpos policiales la aportó hace poco Josep Naharro, inspector de los Mossos d’Esquadra, quien desarticuló una banda mafiosa de okupas que usaban a mujeres y niños para obstaculizar la acción de la justicia durante los desahucios y alzamientos. Métodos demasiado idénticos a los de la PAH, que fundó Colau, y otros grupúsculos anti-desahucios que incluso usan perros y mascotas para obstruir y retrasar las desocupaciones. Para ello, cuentan, además, con la información que les filtran simpatizantes incrustados en los servicios sociales de Barcelona. Como antes contaban con los chivatazos de la concejala Gala Pin sobre las operaciones anti-manteros. Y es que, como observó el novelesco policía de Javier Cercas: “los peores malos son los aparentemente buenos”.