Qué mala suerte tiene Xavier Trias con sus compañeros de viaje. Cada dos por tres se encuentra con algún friki que le recuerda qué partido está detrás de su candidatura a la alcaldía de Barcelona, ese cuyas siglas él ha borrado de la cartelería.
Clara Ponsatí, la exconsellera de Enseñanza durante el 1-O que nunca creyó en lo que hacían –según ha declarado, el referéndum “era un farol”-- se ha presentado en Barcelona para poner su granito de arena en la campaña de las municipales.
Y lo ha hecho la víspera del inicio del juicio en el TSJC contra la republicana Meritxell Serret por desobediencia. La actual consellera de Acción Exterior había huido de la justicia como otros miembros del Govern de Carles Puigdemont, en el que ella se ocupaba del departamento de Agricultura. Pero volvió hace un año para entregarse al Tribunal Supremo.
La intención de Ponsatí, que ha vuelto a sabiendas de que no pasará por la cárcel porque el delito de desobediencia del que se le acusa solo está penado con inhabilitación para cargo público, es montar un acto de propaganda para evidenciar que hay dos formas de volver. La honrosa, que es la suya, y la deshonrosa, la que han empleado la citada Serret y la cupaire Anna Gabriel, sobre la que pesaba la misma acusación, y que se presentó ante el juez Pablo Llarena el verano pasado.
De momento, la exconsellera y Gonzalo Boye, su abogado, han conseguido sus objetivos. La noticia de la tarde de este martes ha sido su regreso a España. Ha logrado los 15 minutos de gloria y ha conseguido un protagonismo coreado por el grupete de jubilados independentistas que acudió a las puertas de la Ciutat de la Justícia y por los trolls habituales de las redes. Veremos qué estela deja en esta larga campaña electoral y si el letrado tiene previsto un goteo de retornos de fugados durante estas semanas para exhumar el procés.
El movimiento de Waterloo puede sacudir alguna conciencia en el mundo independentista contra los traidores de ERC, pero perjudica a Xavier Trias, que trata de mejorar sus resultados pescando en el electorado más liberal del PSC y, en general, entre los barceloneses amantes de la estabilidad, entre esos a los que molestan los cortes de la Meridiana y demás pataletas de boyscout, que es tanto como decir gente en las antípodas de las ponsatís y los boyes.