La primera reacción ha sido comprensible, aunque no razonable. Pero, tras las elecciones generales del 23 de julio, deberá primar el cálculo, el amor por la ciudad y el pragmatismo. Sin ningún rencor, y asumiendo los errores. El equipo de Xavier Trias, en el grupo municipal de Junts per Catalunya, deberá levantar la cabeza y tratar de ayudar al socialista Jaume Collboni cuando sea necesario. Y la primera oportunidad que tendrá será a mediados de octubre, cuando se negocien los presupuestos de la ciudad para 2024.

Los comentarios posteriores, cuando Xavier Trias no fue elegido alcalde de Barcelona, fueron duros, graves, poco propicios para los necesarios acuerdos que la ciudad exige. Algunas voces sostienen que JxCat ni se acercará al PSC de Jaume Collboni, porque el ahora alcalde de Barcelona “mintió” y ya ha perdido toda su credibilidad. Se insiste en que en los próximos cuatro años de mandato, el socialista Collboni se deberá olvidar de posibles pactos con JxCat. El mensaje se lanza en caliente, aunque los promotores sociales y económicos de Trias pidieron, precisamente, todo lo contrario: reclamaban una convergencia-socialista que impulsara Barcelona después de la atonía y del “desastre” de los años de gobierno de Ada Colau.

El acercamiento se producirá, porque es la dinámica que se acelerará en los próximos tiempos en Catalunya. Otra cosa será un gobierno de coalición, que haga efectiva esa sociovergencia que se ha pedido siempre y que nunca se ha producido de verdad. Para empezar, quien no ha tenido ningún interés en ello es Carles Puigdemont, el líder de JxCat, que sigue siendo la gran referencia del independentismo de centro-derecha. Porque hubo posibilidades para que se planteara. Fue Collboni quien sugirió a Trias que la alcaldía de Barcelona se pudiera partir, con dos años cada uno al frente del consistorio. Trias no quiso. Y, por tanto, el PSC buscó una alternativa. El veterano político convergente no entendió –o no quiso darse por enterado—que a los socialistas se les puede pedir generosidad, pero no se les puede reclamar que ofrezcan la alcaldía a un candidato de JxCat, cuyos dirigentes daban por muerto al PSC en los primeros años del proceso independentista.

La cuestión es que para hacerse valer, lo primero que se debería demostrar es la utilidad como fuerza política. Junts per Catalunya en Barcelona, con concejales de peso como Neus Munté o Jordi Martí, no puede quedar al margen de los destinos de Barcelona. Los puntos en común, además, con el programa de Jaume Collboni son evidentes. En muchas ocasiones el partido de Puigdemont ha querido ejercer de partido complementario de la CUP. De forma sorpresiva, sigue tomando decisiones contradictorias. Y pacta con la CUP, dándole la alcaldía en Girona, en detrimento del PSC de Sílvia Paneque. Esas decisiones resultan demenciales, si lo que se pretendía era volver al sentido común, a la negociación y al pacto.

En Barcelona, Jaume Collboni gobernará con sólo diez concejales, con la idea de impulsar cambios rápidos y claros que lo distingan de la etapa Colau. Señala Collboni que buscará un acuerdo estable, con preferencia con los comunes. Mientras, el concejal del PP, Daniel Sirera, le anima a gobernar en solitario, aprovechando los poderes como alcalde, y le ofrece el apoyo de sus cuatro concejales.

Al margen de si ese pacto con los comunes fructifica –sin Ada Colau, que se reserva la decisión sobre su futuro cuando se defina el nuevo escenario político tras las elecciones generales— el papel de JxCat se antoja decisivo en Barcelona en el próximo mandato. Los votantes de Trias le votaron para que actuara con un modelo distinto al de Colau. Y ahora el cabreo –absurdo, infantil—debe dar paso a la colaboración. Es la ciudad la que ganará en su conjunto.

¿Presupuestos de Barcelona aprobados con el concurso de JxCat? Tiempo al tiempo.